«Estamos durmiendo como marranos»: líder embera en Bogotá

Unos 500 miembros de la etnia embera katío, provenientes del Chocó, llevan casi una semana en el Parque Tercer Milenio a la espera de atención para volver a sus territorios. Denuncian amenazas de bandas dedicadas al tráfico de drogas en el sector.


Más de 500 indígenas embera provenientes del Chocó llevan casi una semana durmiendo en el Parque Tercer Milenio en el centro de Bogotá, a la espera de ser atendidos por las autoridades nacionales. Los indígenas denuncian incumplimientos de las instituciones gubernamentales con relación al proceso de retorno a sus territorios.

Según denunciaron desde la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), el retorno de los indígenas del pueblo embera katío a Chocó debería haber iniciado el pasado 10 de diciembre según habían acordado en reuniones previas con la Unidad de Víctimas.

Sin embargo, el proceso de retorno no ha iniciado e incluso se llegó a decir que podría ser aplazado para finales del mes de enero. Pero además, la situación de quienes permanecen en Bogotá es crítica.

De acuerdo con la ONIC, la mayoría de ellos vive en condiciones inhumanas en el barrio San Bernardo «donde han sido víctimas de amenazas, hostigamientos y agresiones físicas y verbales» por parte de, entre otros, miembros de bandas dedicadas al microtráfico de estupefacientes.

«Hacemos un llamado urgente a todas las instituciones a prestar la atención debida a los compañeros en situación de desplazamiento en Bogotá y exigimos que se realice urgente y prontamente el retorno de los hermanos embera katío a sus territorios», expresaron desde la ONIC.

La situación en Chocó

Obligados a desplazarse en numerosas ocasiones por el conflicto armado y los castigos de la madre naturaleza, los indígenas embera de la llamada Comunidad del 20 del Chocó retornan a sus casas con otro reto: superar la crisis de salud que se ceba con las etnias de este departamento.

Pese a ser la región más rica en biodiversidad y recursos naturales de Colombia, su población, mayoritariamente afrodescendiente, pero también indígena y mestiza, vive en extrema pobreza como consecuencia, entre otros factores, de la guerra y la ausencia de servicios sociales.

Hoy están en pleno proceso de reubicación tratando de superar también el mal que nunca les abandonó: la dificultad de acceder a la salud y a otras necesidades básicas que aqueja a las comunidades del Chocó.

Aunque la del 20 y otras cercanas lo tienen algo más fácil gracias a la diócesis de Quibdó, que ha creado, con la ayuda de Manos Unidas, una Institución Prestadora del Servicio de Salud (IPS) que atiende a la población indígena.

Plinio Mecha es el gerente de la IPS Erchichi Jai, que abrió sus puertas el año pasado; allí, los indígenas son atendidos en su lengua para cualquier especialidad, incluyendo la consulta del dentista.

Además de su sede física, este centro realiza «brigadas extramurales» para asistir a las comunidades indígenas más remotas, ya que algunas «tienen cuatro o cinco horas» de camino en mitad de la selva para llegar a la IPS. También realizan cursos de formación, como el de diplomado en salubridad o el de partera.

Una de estas «parteras de vida» es Selina Velasques, que ha ayudado a nacer a 18 niños de varias comunidades. Su sueño fue siempre el de ser enfermera, sobre todo cuando vio cómo su madre, también partera, daba a luz «con muchísimo dolor» a su hermano pequeño a través de «una rendija» de la puerta de la habitación de su casa.

Años después de aquello le «tocó partear» a su hermana: «Como no tenía idea, cogí un machete de la cocina y corté el cordón umbilical. A medida que fui creciendo, mi idea era salvar vidas», rememora. Y lo consiguió.

Fuente: El espectador

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