La herencia juguetera de Bogotá

Por más de 30 años, la Tradicional Feria del Juguete del Campín ha reunido a cientos de comerciantes para competirles a los grandes almacenes. Esta es su historia.


Por más de 30 años se ha venido realizando la Tradicional Feria del Juguete del Campín y este diciembre no es la excepción, pues hasta el fin de la temporada se reúnen allí más de 287 comerciantes para ofrecerles a los compradores una alternativa a los centros comerciales y los grandes almacenes.

La feria la organizan San Victorino y cinco agremiaciones jugueteras que se unieron para que los comerciantes dejaran de vender en las calles y se reunieran en un mismo sitio. Se encuentran todo tipo de juguetes: muñecas, carros a control remoto, legos, los jugadores de la selección de Colombia en miniaturas, peluches.

Santiago Monroy, vicepresidente de la Asociación de Jugueteros de Bogotá, explicó que “las agremiaciones que crearon la feria nacieron con el fin de acabar con el desorden en Bogotá, así la gente no sentiría tanto reguero en las calles. Y lo logramos, pues ahora los ciudadanos pueden llegar a un solo sitio y encontrar toda clase de juguetes. Estimamos que de la oferta de juguetes, el 89 % son importados, principalmente de China, pero hay un sólido 11 % de producción artesanal”.

Monroy agregó que “la feria comenzó con los jugueteros tradicionales, que vendían los juguetes de madera y las muñecas elaboradas en la casa. Con el tiempo llegaron los carros de pilas, de control remoto y también los productos importados. Sin embargo, todavía se siguen vendiendo muy bien los juguetes artesanales. Los balones, minibillares y futbolines fabricados a mano no han pasado de moda después de tantos años”.

En efecto, en la feria todavía se encuentran algunos de los artesanos que la vieron nacer, como Pedro Oviedo, quien creó hace más de 30 años la muñeca La Glotona. Asegura que “esta es la muñeca fabricada en Colombia más antigua y nunca ha pasado de moda. Se vende desde el primer día de la feria y todavía la compran las familias. Es elaborada completamente en nuestra casa. Tardamos alrededor de cuatro horas para hacer una de estas y la vendemos entre $45.000 y $50.0000”.

David Velandia, un artesano de tercera generación de la fabricación en madera, asegura que “ni los futbolines, ni las ranas van a pasar de moda. Cada año nos compran la mercancía, e incluso hemos incursionado en nuevos campos, como los kits para baseball y las canchas de microfútbol. Todo es mercancía colombiana y compite a la par con los juguetes importados, y se vende igual de bien”.

La feria es, ante todo, un espacio comercial. Aunque un local de dos metros cuadrados parezca no mover mucho dinero, tiene invertido por lo menos $15 millones en mercancías. Y se estima que los locales más grandes han destinado más de $100 millones. Ningún comerciante se atrevió a revelar sus ganancias, pero todos respondieron que siempre recuperan la inversión y “mucho más”.

Asimismo, la preparación para estar en la feria comienza meses antes, en especial para los que venden productos importados. “Desde septiembre tenemos que ir a las bodegas de los mayoristas en San Victorino para separar la mercancía y obtener un buen precio. Aquí es también en donde vemos cuáles son los juguetes de moda para el año. Cuando comenzamos en la feria hace 15 años sólo comprábamos muñecas, pero ahora traemos también carros y cosas para todos los niños”.

Se estima que hay tres personas por establecimiento, por lo que la feria genera más de 800 empleos directos y decenas de indirectos (por los negocios aledaños de empacado de regalos, por ejemplo). Si bien se trata de un espacio densamente poblado, con 280 comercios de menos de 300 metros cuadrados en el parqueadero norte del estadio El Campín, sus ventas podrían rivalizar con las de un centro comercial del norte de la capital. Su impacto económico no es despreciable y cada año sigue siendo visitada por miles de personas de toda la ciudad y el país.

Fuente: el espectador

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