La paz de la Corriente

Fue hace 20 años. El 9 de abril de 1994, en Flor del Monte, corregimiento del Municipio de Ovejas (Sucre), un poco más de 700 hombres y mujeres agrupados en la Corriente de Renovación Socialista (CRS) firmaron un compromiso de paz con el Estado y la sociedad colombiana. Este fue un proceso que cerró un ciclo de negociaciones que permitió el tránsito a la vida civil de buena parte de las guerrillas colombianas. Y una apertura del sistema político que no alcanzó, sin embargo, para evitar la extensión del paramilitarismo y su diabólica criatura conocida como la parapolítica, ni tampoco para romper las antidemocráticas asimetrías en la competencia electoral.


No ha sido un proceso fácil. Los miembros de La Corriente tuvieron primero que protagonizar una aguda controversia al interior del ELN constituyéndose en una importante disidencia. Supieron leer la crisis del socialismo y la caída del muro de Berlín. También la inviabilidad de la lucha armada como instrumento de transformación de la sociedad. Observaron el rechazo ciudadano a la violencia y al narcoterrorismo. Entendieron que la Constituyente abría enormes posibilidades para la lucha política institucional, que había llegado la hora de refundar el ideario de izquierda y ensayar en la civilidad proyectos alternativos que empujaran los cambios democráticos.

Pero firmada la paz, las dificultades no desaparecieron. La propia negociación culminó luego del asesinato fuera de combate en manos del ejército de Enrique Buendía y Ricardo Gonzales, dos negociadores de la CRS, cuando cumplían tareas para favorecer el proceso. Asesinatos cuya investigación está en manos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En el proceso de reincorporación a la vida civil el 12% de sus miembros han sido asesinados y algunos desaparecidos o exiliados. Y aún hoy, 20 años después, 15 miembros de este grupo purgan condenas por delitos cometidos antes de la desmovilización, que como el secuestro, no fueron objeto de indulto en el acuerdo de paz. Ello demuestra que incluso en la paz de los noventa no hubo la impunidad que muchas veces pregonan los enemigos de la reconciliación.

Aún así, La Corriente adelantó con relativo éxito su transformación como movimiento político legal, constituyó y posicionó la Corporación Nuevo Arco Iris como un destacado centro de pensamiento y contribuyó a la creación de proyectos políticos alternativos. Sus principales cuadros y dirigentes han conquistado un importante lugar en la vida política del país y en su mayoría militan en la Alianza Verde.

La actual coyuntura de negociaciones de paz invita, no obstante, a un balance de este proceso de paz. Y quizás, de todo el ciclo del que este hizo parte. Porque encarar seriamente la construcción de un posconflicto estable y duradero implica evitar nuevas equivocaciones y superar reiteradas mezquindades. Una profunda cirugía a nuestro sistema político y electoral es un asunto crucial para la paz que viene. Las guerrillas que hicieron la paz hace 20 años arriesgaron su supervivencia física y política en un contexto de asimetrías, exclusiones y persecución violenta. Sus éxitos en este terreno han sido más el producto del respaldo generoso de buena parte de la sociedad que de arreglos institucionales que garanticen un juego más democrático en la lucha por el poder. El asunto territorial es sumamente crítico. En las negociaciones anteriores los gobiernos no quisieron entender a cabalidad que acordar integrales estrategias de inclusión de las regiones escenario de la confrontación con la guerrilla no sólo facilitaba la reincorporación de buena parte de los excombatientes a la vida civil en su hábitat natural, sino que constituía una oportunidad para la re institucionalización del Estado en dichos territorios. Y la reinserción económica y social de los exguerrilleros acusó una falta de imaginación para entender que no se trataba simplemente de convertirlos en microempresarios vulnerables a la quiebra y la pobreza, sino de ofrecerles oportunidades para rehacer sus vidas plenamente, comprometiendo seriamente al empresariado y a la sociedad en ese propósito.

Sin duda estas lecciones no alcanzan para opacar el acierto de la paz de la CRS y de los demás grupos que optaron por ese camino. Ni para desconocer el compromiso de los gobiernos en cumplir los acuerdos. Aunque suene a frase de cajón, siempre es mejor equivocarse construyendo la paz que acertar haciendo la guerra. Y estos 20 años de la paz de la Corriente así lo confirman.

Antonio Sanguino, escrito para kienyke.com

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