La paz entre discursos y arengas

Que no es lo mismo pero es igual dirán algunos, citando mal al cantante cubano Silvio Rodríguez. Porque no es igual, así coincidan por fortuna en el compromiso de poner punto final a esta vergonzosa guerra. Y porque algo o mucho va del discurso del Presidente Santos anunciando el inicio del dialogo formal con las Farc, a la vehemente arenga protagonizada minutos después por Timochenko, en la que como jefe de esta organización guerrillera manifestó su disposición de paz. Nuestra Academia de la Lengua nos ayuda a establecer la diferencia. Mientras el discurso es “un razonamiento sobre algún tema que se pronuncia en público”, la arenga tiene el propósito de “enardecer los ánimos”.


Aun así, ambos pronunciamientos han dejado configurado por completo el escenario de la política colombiana de los próximos meses. El mensaje presidencial confirmó la decisión política de Santos. Reitera la dimensión histórica de su decisión de paz. Y lo hace con sentido de Estado, con mesura pero con firmeza y determinación. Con ello ha delimitado el campo de su actuación política y ha consolidado su distancia de la agenda de Uribe. Se ha arriesgado, el Presidente, a un proceso con las Farc acechado por muchos nubarrones, pero ha logrado que se haga fuera del país, con un enorme respaldo internacional y nacional, sin zonas de despeje, sin cese al fuego y con una agenda que hace énfasis en el problema agrario y en la participación política de las guerrillas una vez se firme un acuerdo de paz.

Timochenko ha dado la cara cargado de simbolismo fariano y arengando sobre las motivaciones políticas del alzamiento armado. Algunos analistas se han precipitado a saludar el discurso porque no reivindica el Socialismo como el fin último de la lucha armada. O porque no menciona la pretensión de toma violenta del poder por la vía de una insurrección. Porque el propósito final que propone es un acuerdo de reconciliación nacional. Y porque sentencia que la sociedad colombiana estará dividida entre quienes quieren la paz y quienes se empeñan en la guerra. Porque extiende un mensaje de dignidad hacia las Fuerzas Armadas. Porque coloca la paz como el gran propósito nacional. Lo malo de la arenga de “Don Timoleón” es que no muestra un asomo de reconocimiento de culpabilidad de las Farc en la ruptura de los anteriores diálogos. Ni de su enorme cuota de responsabilidad en la degradación del conflicto. Ni una sola palabra sobre el narcotráfico y el secuestro. Es un discurso sólido pero cerrado.

No es ningún consuelo. Pero hay otras arengas más agresivas e insensatas que nos quieren privar del sueño de la paz. Por fortuna todas las encuestas muestran un apoyo mayoritario a esta oportunidad de terminación del conflicto. Que ojalá se convierta en movilización ciudadana. No para que los diálogos sean una pasarela. O un reality. No. Más bien para que la sociedad, diversa y plural, establezca lo socialmente aceptable en la desactivación de la guerra. Que ayude a acelerar el ritmo del proceso. Que evite eternizar el diálogo. Y que ojalá sustituya las arengas por discursos razonados

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