De lo público: la vida y la fe de la sociedad

«La vida es aquello que te va sucediendo
mientras estás ocupado haciendo otros planes.
(John Lennon)»


Es inevitable para quienes nos graduamos como administradores públicos visualizar la esencia de lo público casi obsesivamente en todo lo que nos rodea. Es una labor que se impregna en nuestros oficios de manera silenciosa, y que como el agua, se convierte en fluido constante para la existencia de la vida, lo público. Existe para nosotros lo público, como la vida existe para el hombre, lo público es eso, la vida del cuerpo social.

Lo público, más allá de la fuerza que requiere en la dicción de quien ejecuta el discurso, es la realidad que nos espera fuera de este lugar; cuando las togas y los birretes estén reposando en las vitrinas, lo público ya se ha convertido en la justificación de este acto lleno de símbolos y cargas ceremoniales inertes. Lo público es la vida del cuerpo social.

El administrador público, es ciudadano, es habitante de un país, es miembro de la humanidad; el administrador público es quien entrega su existencia por lo público, de esta manera nos hemos convertido en defensores de la vida, que no guerreristas, los administradores públicos tenemos una razón de existencia en la sociedad, y es proteger la vida misma.

La vida se camufla para no ser percibida, su existencia es tan incolora que vivimos y no la sentimos, olvidamos que la respiración es la comunicación constante con el entorno; lo público es la medida justa de lo impregnado invisiblemente en todo lo existente, el aire es público, el agua es pública, la tierra es pública, la vida es pública. Lo público es la vida.

El Estado como representación de aquello invisible e insensible, inmaterial, sin olor ni sabor, sin sangre propia ni sueños, puede ser actor y autor de un conflicto bélico, o ser culpable de masivos robos de tranquilidad, así como lo más inútil cuando la naturaleza del planeta decide manifestarse con magnos movimientos y torrenciales caídas de cielo; el Estado es un estado de la mente, razón por la cual el administrador público no se debe a tal invento, se debe a las personas de carne y hueso, sensibles a los olores y a los sabores de la tierra, a la sangre del pueblo, a los sueños de la humanidad. Lo público es la vida.

El gobierno es aquella alta instancia de este invento llamado Estado, que existe y fue elegido con la suma mayoritaria de cada uno de los poderes de cada ciudadano que no sabe que en él reposa una parte del poder que ostenta aquel que lo gobierna, el gobernante es la sumatoria de la fe social en que todo va a estar mejor, y la gobernabilidad se alcanza cuando el gobernante hace un ejercicio de gobierno de acuerdo a como lo necesita el invento (el Estado), ejercicio que en el camino dejo perder la fe social.

La Administración Pública se ubica en ese lugar, el lugar donde se perdió la fe social en un invento que se maneja desde una alta instancia que es poseedora de la sumatoria de los poderes ciudadanos; la Administración Pública por esa razón debe ser acción, movimiento, potencia, poder, palpito, crecimiento, respiración, circulación y lo público es la vida del cuerpo social que ha perdido la fe.

Estas palabras quieren infectarlos de vida, del deseo visceral por defenderla, que se lleven por debajo de su toga, de su camisa blanca, más en el fondo del escote, la pasión por la vida que debe significar lo público.

Palabras que quieren bofetear visiones muertas, frías, egoístas, monetaristas, estadistas, frente al contexto social al cual se debe la existencia de un administrador público.

Despedazar sentimientos automáticos que dejan infringir, dejan pasar el delito, dejan hacer el crimen, (laissez-faire laissez-passer), que cometen el asesinato masivo, que eliminan sueños y despojan de tranquilidad, que fomentan la violencia y permiten la guerra, que guardan silencio y cierran los ojos, sentimientos muertos que asesinan.

Bienvenidos al mundo de los seres vivos, futuros amantes y defensores de la vida.

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