Defensa de la ironía

Albert Camus, periodista y premio nobel de literatura en 1957, ícono de la prensa libre durante los peores momentos de la Segunda Guerra Mundial, acudía constantemente a la ironía como la mejor manera de hacer periodismo crítico, burlando la censura del gobierno colaborador de la Francia ocupada. A lo largo de su vida seguiría encarnando ese ideal: en 1944 fundó el periódico Combat bajo un modelo de libertad absoluta, donde no se publicaría publicidad para no recibir patrocinios de ningún tipo, un periódico cuyo fin último era establecer una relación exclusiva con sus lectores.


Hoy en nuestro país se amenaza de muerte a la ironía, y con ella a la prensa y al periodismo libre. Las amenazas de muerte al caricaturista Julio César González, conocido como “Matador”, evidencian que aún no se desvirtúa la violencia como práctica habitual en nuestro sistema político, que aún se busca imponer ideas por vías de fuerza, y la negación de la crítica y las opiniones diferentes llegan todavía hasta la desaparición del otro, hasta su muerte.

En el informe anual sobre el desarrollo de la actividad periodística publicado por la FLIP en 2018, se evidencia un aumento el año pasado de ataques a la prensa, con el agravante de que este incremento se debe, no a grupos ilícitos o al margen de la ley, sino a funcionarios del estado y particulares; y a la agresiones directas se suman hechos como las amenazas, estigmatizaciones, obstrucciones al trabajo, acoso judicial, las obstrucciones al acceso a la información pública y, sobre todo, el uso de internet para entorpecer la labor de periodistas y comunicadores a través de amenazas e informaciones falsas.

Siguiendo a Camus, «una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala». El primer reto que tenemos como sociedad entonces, para el desarrollo de un mejor sistema de medios, plural y de calidad, es crear garantías y un entorno adecuado para el ejercicio del periodismo crítico. Para ello el Estado debe desarrollar mecanismos concretos de seguridad y promoción de la libertad de expresión. Pero el compromiso no sólo debe ser de las instituciones públicas; las privadas, específicamente las empresas culturales y comunicativas, deben brindar mejores condiciones de trabajo para el fortalecimiento de la profesión; así mismo, las instituciones educativas deben crear lazos de unión de la comunicación y el periodismo con las demás áreas del conocimiento para enriquecer sus programas académicos, y deben constantemente alimentar el debate sobre el papel de las disciplinas comunicativas en el país. Como individuos y ciudadanos nuestros retos y deberes son aún más grandes: hacernos conscientes de la información que consumimos, constituirnos como un público igualmente informado y crítico de lo que sucede en nuestro entorno, para sustentar un adecuado cuerpo de opinión pública que fortalezca la democracia. Y finalmente, está el compromiso del periodismo de revaluarse a sí mismo para seguir mejorando y llegar a ser el oficio fundamental que necesita Colombia.

“Si me amenazan me callo, llegará el día en el que quiera volver a Twitter, pero me voy a tomar un tiempo”, expresó Matador en entrevista a la cadena radial La W; y continúa: “¿Cómo era la forma de protestar de Gandhi? se quedaba callado y ayunaba”. Escuchar a una prensa en silencio es ensordecedor, y por ello Matador nos grita desde su silencio llamándonos a la reflexión. Más allá de ideologías, bandos y partidos, lo que nos jugamos día a día en Colombia es la posibilidad de construir un país más abierto a críticas, a diferencias, a caricaturas incómodas, a más ironía, pero gracias a ello lleno de más derechos y oportunidades para todos, de ser y hacer lo que creamos valioso en nuestra vida; en conclusión, rico en ideas y argumentos, plural y libre. O por el contrario, cada vez más estrecho, más pacato y opaco, encerrado en sus temores, sin imaginación ni futuro.

Camus escribiría en una editorial en su periódico Combat, en 1944: «….un país vale a menudo lo que vale su prensa. ». ¿Cuánto entonces valemos como país si dejamos que ni la ironía, ni la crítica, sino el silencio, sea la única herramienta de la prensa para ser escuchada?

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