Bacterias y polución también se venden
Aunque en Soacha se respira a diario el humo de los carros, las industrias, las motos, la marihuana, el bazuco y hasta del cigarrillo, ahora se suma la comida contaminada que se ofrece en la calle, especialmente debajo y al lado de los puentes peatonales. A diario somos testigos del mercado persa que sin control se instaló en varios puntos de la ciudad.
Las ventas ambulantes en Soacha son el pan de cada día en las calles, pero desde que se hicieron los nuevos puentes peatonales sobre la Autopista Sur, esta problemática se incrementó. Ahora no solo se vende ropa, chucherías, zapatos y juguetes; lo que se impuso fue la venta de comida que “satisface” los paladares de aquellos que no tienen con qué pagar un almuerzo o comida, y prefieren una arepa, un chorizo, lechona, chunchullo, una picadita o quizá un pastel o empanada.
Hasta aquí suena interesante, incluso dan ganas de salir de plan con amigos y familia, caminar por la 7 para llegar a cualquiera de los centros comerciales ubicados al lado y lado de la Autopista: Unisur, Antares, Mercurio y próximamente Ventura Terreros. Al pasar por los puentes peatonales, quizá a uno le dé por preguntar: ¿a cómo la arepa y el chorizo? ¿Y el chicharrón?… Además nadie podrá negar que huele delicioso y que cualquiera se puede provocar de comer algo en medio del desorden, el desaseo y la violación a las normas de higiene.
Pero la presencia y el olor de las comidas que ofrecen los vendedores son como el barniz sobre la madera podrida; un pequeño maquillaje para que la superficie se vea atractiva.
Es inexplicable que la mayor parte de los puestos de comida no cumplan con las normas higiénicosanitarias que contempla la ley y vendan comida llena de bacterias, polución, tierra, a merced de moscas y bichos, y en algunos casos, a uno o dos metros de donde algunas personas hacen sus necesidades fisiológicas.
No es posible que al lado de un corredor vial en donde cada minuto pueden pasar más de 150 vehículos, muchos de los cuales con emisiones de gas exageradas, se permita vender comida sin las mínimas condiciones de higiene. Además sumémosle la tierra que llega en el aire de las canteras y la mala manipulación de quienes ofrecen, ya que la misma persona que vende es la que recibe la plata.
Claro, esa arepa que sabe delicioso, ese chorizo que altera a cualquiera con el olor, o esa picadita que es sinónimo de tentación, están llenas de bacterias, polución y químicos.
Entonces surge la pregunta: ¿De quién es la culpa? ¿De la Secretaría de salud? ¿De la gente? ¿De los vendedores? ¿De los tres? Pues sin lugar a dudas de todos, pero recae en las autoridades de salud por permitir que se venda comida contaminada y en esas condiciones.
Resulta fácil responder que se han realizado operativos y controles, pero ¿de qué sirven cuando el problema continúa y se incrementa con el correr de los días? Y entonces surgen dudas y preguntas: ¿Qué están haciendo las autoridades para frenar este flagelo? ¿Por qué se sigue permitiendo que en Soacha cada quien haga lo que le plazca? A difícil resulta conseguir una respuesta clara, porque la repetidera de las autoridades es que han venido trabajando en el tema, incluyendo decomisos de mercancía.
Lo cierto, querido lector, es que usted decide. Puede hacer caso omiso y no dejarse tentar por los olores, o si su organismo le resiste y se provoca de cualquiera de las comidas que le ofrecen en la calle, siga patrocinando y alcahueteando esta forma ilegal de vender comida y de paso pague por consumir bacterias y polución. Claro, por ahí dicen que “ojos que no ven, corazón que no siente”, pero piense en las consecuencias que ello le puede generar a su cuerpo.
Y en cuanto a las autoridades de salud y de control al espacio público, sigan con el jueguito de las cifras y los operativos, traducidos en mentiras, mientras los ciudadanos consumen alimentos contaminados gracias a la negligencia, lentitud y falta de voluntad de ustedes. Recuerden que no basta con hablar, hay que actuar contundentemente; la ley los protege, falta es voluntad.
Por algo dicen que Soacha es tierra de nadie, aunque me atrevo a decir lo contrario: Soacha es tierra de todos, especialmente de los vendedores ambulantes.
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