Adiós a un amigo
Es la primera vez, desde que existe este medio de comunicación, que dedicamos un editorial a una persona que en tan corto tiempo se robó nuestro cariño, amistad y respeto. Estas letras dirán poco pero a su vez significarán mucho para quienes conocimos a José Ferney Ospina Sánchez, funcionario de la Dirección de Desarrollo Económico de la Alcaldía de Soacha.
La vida es rara, dicen muchos, pero nuestros padres y abuelos nos enseñaron a acatar las decisiones del creador del universo. Claro, hay momentos de tristeza, rabia y desesperación en los que no entendemos ciertas cosas; y escuchando a los más cercanos a José Ferney, especialmente a sus compañeros de trabajo, se corrobora quién fue él en los diferentes escenarios de este mundo: una persona servicial, respetuosa, amable y con excelentes valores.
Resulta fácil hablar bien o mal de alguien que ya no está entre nosotros, pero cuando en vida se escuchan palabras de aliento que respaldan las actitudes de una persona (en este caso de José Ferney), se confirman las percepciones que uno tiene de ese ser humano. Confieso que lo conocí en el ejercicio de su labor en la Dirección de Desarrollo Económico y desde el primer día me pareció amable, atento, educado y servicial.
“José no le niega un favor a nadie”, decían sus compañeros. “Josesito siempre con sus chistes flojos”, manifestó alguien muy cercano a él… Y así sucesivamente encontramos opiniones diversas, pero en lo que sí coinciden quienes lo conocieron de cerca es que José era capaz de sacarse el “bocado” de la boca para dárselo a otro, hacía hasta lo imposible para servir.
Claro. Quizá aquellos que compartieron con él mucho tiempo, incluyendo a su señora esposa, padres, hijos, familiares y amigos, detectaron vacíos y errores en su comportamiento (como toda persona), pero eso no le quita el excelente ser humano que fue.
Desde los programas de emprendimiento y empleabilidad de la Dirección de Desarrollo Económico de la alcaldía de Soacha hizo muchas amistades, y la percepción de quienes lo conocieron fue la misma: servicial, caritativo, compañerista, inteligente, sencillo y un ser humano excepcional.
José era de los que se veía en la oficina concentrado en su computador, otras veces imprimiendo documentos o corriendo para atender compromisos. Hablaba de su profesión, como buen economista, y de los planes que tenía para estudiar una especialización.
Quienes compartieron parte de su vida en la oficina dicen que lo vieron triste y preocupado la última semana, pero nadie imaginó que la muerte lo sorprendiera a sus 34 años de vida. Que hombre de auténtico, amable, cortés, atento, educado, útil, servil y respetuoso, de esto nadie podrá decir lo contrario.
Pero todos sus dones, creatividad y talento se apagaron para siempre, porque el pasado sábado cerró sus ojos para transportarse a la eternidad, allá donde todos los seres humanos vamos a llegar algún día. José está en el paraíso, en el lugar eterno reservado para quienes sirven en este mundo.
Ahora nos queda multiplicar sus cualidades, dones y fortalezas; no recordarlo simplemente como el excelente amigo, sino continuar su legado como una muestra de lo que aprendimos de él. A quienes lo conocieron, a quienes compartieron silla y escritorio con José, a todos sus amigos y familiares, los invito a no dejar morir su recuerdo, a revivir esos actos bondadosos, generosos y verdaderos que compartió en vida.
Adiós José Ferney, adiós para siempre; hoy que su espíritu pasa a la eternidad, esté seguro que su recuerdo, pero sobre todo sus obras, favores y actos, jamás se borrarán de nuestra memoria y su legado vivirá entre quienes lo conocimos.
Descanse en paz, querido José Ferney .
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