El CO2 producido por una vaca contamina más que el emitido por el petróleo
En estos días de emergencia ambiental por cuenta de un periodo de sequía prolongado, la cacería de culpables ha apuntado al Gobierno y a las petroleras, pero poco se ha dicho sobre la responsabilidad de la ganadería tradicional, una de las más afectadas por este fenómeno natural y que curiosamente tiene el mayor impacto negativo sobre el medio ambiente.
La producción de carne bovina bajo el modelo extensivo tiene la huella de carbono (indicador que mide la producción de gases efecto invernadero) más alta de toda la actividad agrícola.
De hecho, cinco kilos de carne emiten la misma cantidad de dióxido de carbono (CO2) que un barril de petróleo, según mediciones de la empresa agroforestal Co2Cero. Eso quiere decir que una vaca que va al matadero con entre 300 y 500 kilos contamina tanto como 76 barriles de crudo.
Si se tiene en cuenta que el hato ganadero nacional se estima en 24 millones de cabezas y que según el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (Igac) de los 15 millones de hectáreas con vocación ganadera se explotan 35 millones, es posible calcular el impacto que un ejercicio irresponsable puede tener sobre el uso de la tierra.
En esta historia los ganaderos han sido víctimas y verdugos en el mismo escenario, con pérdidas que se calculan en $120.000 millones en lo corrido del año por cuenta de 5.000 cabezas, pues el exceso de un modelo extensivo y la falta de sostenibilidad son en parte responsables del deterioro de los suelos, según estudios del Igac.
Las alteraciones en el cambio climático a nivel global han provocado que tanto el verano como el invierno en Colombia sean especialmente fuertes. La temporada seca que suele terminar en marzo se extendió hasta abril, hecho que ha afectado a los departamentos del Chocó, La Guajira, Atlántico, Bolívar, Meta, Magdalena y Casanare.
De hecho, el Ideam ha venido anunciando que es posible que en el segundo semestre de este año se presente un fenómeno de El Niño.
Esta sequía ha puesto en riesgo actividades económicas como la pecuaria dejando unos 20.000 cadáveres de animales entre chigüiros y tortugas.
Las responsabilidades
En Colombia se habla con mayor frecuencia de la Responsabilidad Social Empresarial pero todavía no se pone en el plano de todos los sectores productivos.
Según una medición del Ideam, del porcentaje de emisiones de gas efecto invernadero por sector, hecha en 2009, la mayor participación correspondía a actividades ganaderas (19,55%), seguida por la agrícola (17,36%).
La huella de carbono se mide en términos de CO2 buscando la equivalencia que tiene con otros gases efecto invernadero. El metano, por ejemplo, además de su alta contaminación se encuentra más en la naturaleza que otros elementos y es 21 veces más perjudicial que el dióxido de carbono.
Aunque el cálculo siempre es un promedio debido a que no todos los productores utilizan las mismas técnicas ni tienen el mismo nivel de mecanización, en términos generales es cuando una vaca hace su proceso digestivo que implica una fermentación microbiana y cuando se descompone el estiércol que se libera mayor cantidad de gases efecto invernadero, según explicó Mauricio Rodríguez, director general de Ecologic S.A.S.
Néstor Catuna, coordinador de la Unidad Regional de Desarrollo Ganadero (Urdg) para Arauca y Casanare de Fedegán, dijo que la sequía ha sido acumulativa pues “el año pasado no cayó el agua que debía caer”. También indicó que los ganaderos se han acostumbrado a los violentos cambios de esta región donde se pasa de aridez a praderas inundadas donde de cualquier manera los bovinos deben pastar.
Sin embargo, no toda la ganadería se rige bajo modelos como este. Andrés Arenas, director ejecutivo de Asocebú, destacó que para los afiliados a la Asociación de criadores de esta raza la pérdida no ha sido tan grande porque “se tiene más cultura de la importancia de conservar los forrajes (ensilado), se trabaja por el mejoramiento genético y se aprovecha cada hectárea con hasta cuatro animales”.
Un modelo similar han sacado adelante los productores de leche, que además hacen estudio de suelos para no ocupar tierras pobres de nutrientes donde cada vaca necesita de hasta cuatro hectáreas.
Fedegán ha hecho lo propio con la promoción del modelo silvopastoril que consiste en plantaciones técnicamente diseñadas a diferentes alturas del suelo.
Citando al columnista y profesor Fernando Cepeda, en esta ocasión, y a diferencia de lo que él quiso decir de manera irónica cuando popularizó la expresión, la culpa sí es de la vaca.
El Igac ha advertido en varias ocasiones sobre la mala utilización de los suelos cuando se destinan tierras que no tienen la vocación que se busca. En Casanare, por ejemplo, según el Instituto se tienen grandes limitantes debido a que el suelo tiene muchas rocas, su acidez es elevada, no cuenta con gran disponibilidad vegetal y no retiene la humedad, ello sin contar con que la temperatura promedio es de 25°C y solo llueve en un periodo a lo largo del año. Esta combinación de factores sumada a los fenómenos climáticos (apenas hace tres años había alerta por inundaciones) le significan a la economía nacional la pérdida de oportunidades, según el subdirector de Agrología del Igac, Germán Darío Álvarez.
Fuente: Paula Delgado Gómez Larepublica.co
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