El youtuber que nos cacheteó en la Feria del Libro
Se llama Germán Garmendia y es chileno y habla de todo y echa cuentos y se disfraza y se ríe y aconseja. Pero pudo ser cualquiera otro, como la mexicana Yuya, consejera de belleza, y de quien se dice que recibe millones de dólares al mes por sus apariciones en YouTube. Y hay muchos más como ellos que son multimillonarios y poseen millones de seguidores.
Como sea, Garmendia paralizó la Feria del Libro de Bogotá y de paso nos dio la bienvenida a una nueva realidad a los tradicionalistas que creíamos que en ese recinto íbamos a encontrar únicamente a escritores, poetas y ensayistas más o menos consagrados, más o menos respetados por intelectuales y lectores: pero no era así.
Más taquillero que Vallejo, Garmendia llegó a la feria como si fuera el líder de una inmensa secta y lo trastocó todo, hasta el punto de que se agotaron las boletas y se generó el caos para entrar a Corferias, como cuando hay que cerrar las calles para ver a un cura milagroso o un pastor sanador y en trance.
Las quejas y reclamos fueron inmediatos y relativamente justos. Pero a muchos nos quedó la impresión de que habíamos sido notificados de algo que sabíamos que existía pero que desconocíamos en su dimensión y trascendencia: el nacimiento de la youtubercracia y el surgimiento de nuevos fenómenos de comunicación y de masas.
Es más: un editor independiente me recordó que no es la primera vez que pasa y que ya en dos ferias anteriores se había presentado la misma situación con youtubers pero no tan famosos ni con tantos, tantísimos seguidores. De modo que el asunto ya había dado aviso.
Ahora bien. Como no soy experto en youtubers “ni en esas cosas de internet” (ni en nada, obvio) opino que la polémica en algunas instancias se ha armado en torno de si el youtuber es o no un escritor, solo porque el fenómeno de su popularidad lo llevó a escribir un libro, y si debiera estar en una feria del libro.
O si, más bien, no debería estar en una feria especializada para youtubers como la que se realizó a comienzos de abril en Bogotá, de modo que el asunto quedaría enmarcado en un contexto adecuado que permitiera que los fanáticos de youtubers fueran a ver a sus ídolos sin trastocar los planes que los fanáticos de los libros y de los escritores tuvieran con los suyos.
Ahí surgirían varios temas para el análisis: ¿un youtuber que escribe libros es también un escritor, o sea un youtuber-escritor, y por tanto se le debe respetar como a cualquier escritor digno de estar en una feria del libro? ¿Si la parálisis y el caos en Corferias lo hubiera generado un afamadísimo escritor, se hubiera armado la misma controversia en redes?
Es probable que, al final, el asunto, específicamente relacionado con el caos en Corferias, sea solamente un tema de logística y organización. Un recinto más adecuado, otro horario, un día específico para youtubers/escritores o qué sé yo.
Lo otro, lo que quedó sonando tras el episodio, es lo que más polémica ha generado y lo que más interesa a los “expertos”. ¿Qué es este fenómeno? ¿Qué significa que la estrella de la Feria del Libro sea un youtuber, precisamente en el mismo año de la conmemoración de los 4 siglos de Cervantes y Shakespeare?
¿Es, acaso, el fracaso del sistema educativo mundial, o una alerta sobre la decadencia del libro tal y como lo hemos conocido siempre? ¿Es culpa de los escritores que no conquistan con sus temas a las nuevas generaciones o es culpa de las nuevas generaciones, sumidas en la superficialidad de la era audiovisual?
Finalmente, ignoro si las audiencias de YouTube son ya mayores que las de la televisión, pero lo cierto es que los youtubers no salen en la televisión y son unos fenómenos de masas asombrosos: ¿es el fin de la telecracia –la democracia promovida desde la televisión– y el surgimiento de la youtubercracia, soterrada para algunos pero ya una realidad para los más nuevos?
De manera, pues, que muchos recibimos este fin de semana una amable cachetada-de-despertar de parte de quienes ya son una manifestación social y tendrán –como ya tienen– enorme relevancia en el mundo de hoy, hasta el punto, como lo he sabido, que hoy por hoy son la salvación de la industria editorial.
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