Escribimos para la vida, porque de la muerte ya estamos cansados…
Hoy como todos los días aquí, sólo somos nosotros, una comunidad que hace país, hoy, sólo cada uno de nosotros sabe exactamente que siente y cómo nos cambió el andar. En estos días, la vida real nos dio la mejor lección de existencia y fortaleza, que para algunos es la primera y para otros tantos la re afirmación de lo que es vivir, ya que morir no implica dejar de existir en lo terrenal, morir implica la tristeza de no haber cultivado nada, morir implica la incertidumbre de una vida pasajera, morir implica el olvido, la indiferencia, implica no perdonarnos y perder nuestro rumbo.
Y si es tan cierto que: “No se muere quien se va, sólo muere quien se olvida”, precepto de un rapero que ustedes jóvenes conocen mejor que nosotros; jamás morirá un profesor, jamás se extinguirá su esencia, y así, como lo dijo Luis Carlos Galán “A los hombres se les puede eliminar, pero a las ideas no”.
Sin embargo, hoy los salones de clase se encuentran vacíos, porque la mejor lección es estar aquí reunidos, dándole la cara a un municipio que ha querido perder el rumbo, aquí estamos hoy, dándole cátedra a unos pocos sobre dignidad humana, lealtad, amistad y hermandad, hoy nuestras clases se convierten en aprendizajes para la vida, hoy todas nuestras generaciones aprobamos una clase de incondicionalidad con el futuro, porque estando frente a ustedes, no somos capaces de rendirnos tan fácil.
Nosotros como educadores nos rehusamos a dejarnos ganar la batalla contra los abominables, contra los jueces equivocados de la vida, contra quienes se niegan a aceptar que el mundo no es de los más vivos, sino de los obstinados de corazón.
Nosotros hoy les seguiremos prometiendo que no los dejaremos solos en su andar, les prometemos dar lo mejor de sí, sólo si ustedes prometen mantener el legado aunque sea difícil y nos cueste separarnos de la vida fácil, de la guerra, del egoísmo, de matar al otro a punta de arrogancia e ignorancia, de obligar a los otros a vivir bajo el sesgo de la inequidad y la indolencia.
Eduardo Galeano nos dejó para la vida, la utopía: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”, y a pesar de entender que hoy estamos algo fracturados, sabemos en el fondo que no estamos tan rotos, que a pesar de negarnos a ver como se nos esfuma la vida, no hay tiempo para rendirnos, pues la vida no tiene espacio para los vencidos. De todas formas, hoy ninguno de nosotros dejará de construir el país que nos merecemos, que queremos para nuestros hijos, para sus hijos y para ustedes.
Después de todo, tampoco desconocemos a esa realidad monstruosa, infame, cruel, bárbara y repugnante que espanta. No nos arrodillaremos frente a la ignominia humana, no estaremos nunca tan viejos para resignarnos a vivir la historia que nos quieren imponer, porque la historia la escribimos todos, la de un lugar donde podamos existir, donde podamos ser.
Hoy estamos felices porque en el tránsito de nuestro vivir nos topamos con una sonrisa que pocos olvidaremos, hoy nos llenamos de regocijo y agradecimiento a la vida por dejarnos cruzar por el camino de un docente que dejó huellas de espereza y cambio, en ustedes y en nosotros quedó su mejor sonrisa y el abrazo fraterno.
En definitiva añoramos que este aprendizaje de vida, nos dure hasta lograr que nuestra existencia valga tanto, que nuestro andar deje huellas a diario, que la vida ahora se convierta en el disfrute de sonreír como si fuera nuestro último día.
Hoy queremos olvidar odios, rencores, resentimientos, irás, queremos soltar para agarrar nuevos aires de ilusión, creemos en los que valen la pena, en nuestras luchas personales y colectivas. ¡Resistamos y andemos juntos, porque a todos no nos podrán vencer!
Gracias por esta gran cátedra de vida, Borja, porque detrás de ti hubo miles de rostros y nombres que no pudieron pasar a la historia, porque el destino en manos de otros se les adelantó, porque esto no sólo lleva tu apellido, si no el de miles de personas que a diario dejan de existir por la frialdad de unos pocos, hoy dejamos de escribirle a la muerte, y nos enfocamos en la vida, porque tus hijos crecerán cerca de todos estos hermanos de vida que trabajaremos para construir el país, que Gabo idealizó: “próspero y justo que soñamos: al alcance de los niños”.
Eveling Huérfano Sánchez
“Son tiempos difíciles para los soñadores” Amélie.