Un bambuco celestial para Jota Mario Valencia
“Acaban de escuchar un lindo tema en Radio Disco, del Sistema Colibrí. Les habla Jota Mario Valencia cuando son las 9 y 30 de la mañana en un soleado Medellín, los mejores deseos para el día y sigan en sintonía de Radio Disco, del Sistema Colibrí”, dijo con grave acento el joven locutor.
Por Guillermo Romero Salamanca
Frente a él estaba ese día, al otro lado de la cabina, el periodista y filósofo Jorge Yarce. Le llevaba la propuesta que le cambiaría su vida.
— Jota, le dijo, necesitamos que se vaya a vivir a Bogotá. En Promec Televisión lo necesitamos para los temas de producción, locución y pensar en programas. Le habló de las perspectivas que tenía sobre el futuro de la pantalla chica y de los avances en tecnología. “Todo lo que viene por cable, en un futuro no muy lejano, vendrá por aire y todo lo que venga por aire, se presentará por cable”, le dijo para anunciarle que, pronto, habría teléfonos inalámbricos y la televisión cambiaría sus formatos.
Jota Mario, un muchacho que pensaba sólo en la música, vacilar por ahí, presentar canciones, lo miraba con asombro.
— Hay un problema, le contestó Jota Mario.
— ¿Cuál?
— Que mi papá no me dará permiso para viajar a Bogotá.
— Eso lo arreglamos. Lo único que le pido es que nunca más presente canciones con ese estribillo de “un lindo tema”. Eso le queda mal, le dijo en tono de corrección fraterna.
Los dos fueron hasta donde don Manuel, el padre de Jota Mario, quien escuchó atentamente la propuesta laboral. Hablaron de sueldo, de dónde viviría y cuáles serían las funciones. Le agregó que en la capital seguiría estudiando en el INSE, el instituto que años más tarde le daría paso a la Universidad de La Sabana.
— ¿Y como para cuándo sería el viaje?
— Lo más pronto posible.
Semanas después, Jota Mario se presentó en jeans, con una camisa a cuadros y mangas cortas, sus gafas grandes y su paquete de cigarrillos en la sede de Promec Televisión en la carrera 5 No. 35-39, frente al parque Nacional en la capital.
Desde ese momento la casona no volvió a ser la misma. Jota, con su vozarrón, saludaba a Walteros, el celador, a Ramón Vásquez, el mensajero, a María Teresa Moreno de Barajas, secretaria de presidencia, a Jorge Rangel Rengifo, al doctor Jaime Sanín Echeverri y a los gerentes Humberto Arbeláez Ramos y Jorge Yarce.
En un pequeño cuarto de la mansarda le organizaron un estudio con los equipos que exigió. Los carpinteros le copiaron sus planos y en pocos días ya estaba grabando programas para diferentes emisoras del país.
Comenzó sus estudios y llegaba a Promec con decenas de ideas que exponía a sus jefes. Hablaba de proyectos gigantescos, dignos de Hollywood: musicales, dramatizados, concursos. Después de horas de exposición, Jaime Sanín Echeverry lo ubicaba en la realidad: aún en Colombia no se podían realizar sus sueños.
Un día llegó a Promec con su juguete: un Renault 4 con el cual se consideraba Fittipaldi, como él mismo se calificaba.
Esos viajes inolvidables a Medellín
Cada vez que podía, buscaba la forma para trasladarse a su ciudad. José Vicente Arizmendi, compañero de universidad y de labores recuerda que eran unos viajes inolvidables.
“Entre 1978 a 1980, cuando podíamos, nos íbamos para la Ciudad de la Eterna Primavera. Arrancábamos a las 4 de la mañana. Pasábamos por Soacha, Melgar y en Ibagué desayunábamos antes de emprender la pesada Línea. Por el camino no hacíamos sino charlar sobre cómo serían los programas de televisión, soltando ideas de musicalización, producción, libretos. Jota llevaba una caja con casetes y de un momento a otro, comenzábamos a cantar boleros, bambucos y todas las rancheras de Javier Solís. En Armenia nos quedábamos donde unas primas de él. Carmen Elisa era muy formal, nos daba de comer y dormida. Al día siguiente continuábamos el viaje y seguíamos cantando. Cuando llegábamos a Medellín, ya no teníamos voz”, recuerda ahora José Vicente.
Jota Mario le contaba también que su ídolo era Baltazar Botero. Cuando era niño le imitaba y narraba toda la vida del excelso locutor. Le gustaba la forma como se hacía la vieja radio, con sus concursos como “Coltejer toca la puerta”, “El hombre Colcafé” y las radionovelas. “En esos tiempos, decía Jota, la radio era buena porque había producción”, recuerda ahora el periodista y director de Javeriana Estéreo.
“Tenía un radio de banda ciudadana y cuando iba pasando por cada ciudad salía al aire y saludaba a los otros radioperadores. Una vez lo llamaron para solicitarle que ayudara a una persona que se había accidentado en la vía. Jota, sin pensarlo dijo: “yo voy”. Al rato comentó: “¿qué haremos si no sabemos de primeros auxilios ni nada?”, pero siguió hasta punto indicado, recogió al herido y lo llevó al hospital. Ese era Jota”, dice José Vicente.
“Él sabía que era un QTH, QRK, QRL, QRM, QRP y no sé cuántas más. A veces, cuando encontraba un amigo en esas ondas, le cambiaba la voz, comenzaba a mamarle gallo, contar chistes, y nos reíamos después”.
Deje así
Jota Mario no dejaba de burlarse de todo el mundo. “Una vez estábamos en un estudio de Inravisión, al lado de la Biblioteca Nacional, en plena calle 23 de Bogotá. Mientras organizaban luces y sonido, comenzó a hacer chistes sobre negros, que los negros tales, que eran unos tales por cuales, etc. Los del estudio se reían a carcajadas y Jota continuaba con su presentación. De un momento a otro se voleó y se encontró con José Domingo Mina, un negro gigante que lo miraba con ganas de arreglarle la cara. Jota, sin inmutarse se lanzó al suelo, se arrodilló y comenzó a gritar: “!Milagro, milagro! San Martín de Porres”. La carcajada fue general”.
Con Mina hicieron gran amistad e incluso lo llevó a trabajar como extra en varios capítulos de “Revivamos nuestra historia”.
“En esos años con Jota nos conocimos todos los restaurantes paisas de Bogotá. Cuando le traían la cuenta, le decía al mesero, “quédese con las vueltas” o “deje así”. Lo mismo pasaba con el lustrabotas. Siempre les daba más de lo que cobraban”.
Hombre de pocos amigos
Durante diez años, José Patrocinio Castañeda fue su compañero de trabajo en Promec Televisión. “En una de esas licitaciones que se hacían en esa época cada dos años, Jota Mario propuso hacer “Valores Humanos”. Era la primera vez que se hablaba de temas como responsabilidad, humildad, generosidad, alegría, solidaridad, esfuerzo en la televisión.
“Viajábamos por muchas partes del país. A él no le importaba pasar horas en un carro mientras buscábamos a los personajes. Era una bestia para trabajar. Se preocupaba porque los programas salieran perfectos. Él creo el Premio Valores Humanos-Pintuco”, cuenta ahora José Patrocinio.
Luego hizo “No me vuelvan a invitar”, “Surge una estrella”, “Los tuyos y los míos”, “Uno, dos y tres”, “En Familia”, “Arriba la gente”, “Esa es Colombia” y “Reportaje a la historia”.
“Jota Mario proponía las ideas para las licitaciones con la participación de 4 programadoras: Jorge Rosas, Promec, Eduardo Lemaitre y Juan Guillermo Restrepo Jaramillo. Premiaban a los programas con mejor creatividad y se debía mantener en secreto, porque de las otras empresas había espías. Eran noches sacando fotocopias, marcando hojas. Se dormía poco.”, manifiesta el abogado Castañeda.
“Jota, a pesar de todo, era tímido y tenía pocos amigos: Simón González, Emilio Zogby, el intendente Simón González y Baltazar Botero, a quien invitó a trabajar en Bogotá, pero no le gustó y regresó a Medellín, eran sus verdaderos amigos”.
“No le gustaban las injusticias. Se ponía de mal genio cuando no les pagaban a las personas que prestaban algún servicio. No era amigo de parrandas, no tomaba trago. Almorzábamos a veces en “Tic Tac” y peleaba con Manolo, el dueño, porque siempre le echaba salsa de tomate a la paella. Otras veces, cuando no podíamos salir a comer, lo llamaba y le decía: “mándeme un pollo de caucho”, como le decía al pollo broaster”. Y Manolo, apenas le decía: “no me haga mala publicidad” y Jota soltaba tremenda carcajada.
Recuerdos y recuerdos
“Él se creía un gran conductor. En una oportunidad hicimos un programa con Blas Emilio Atehortúa y Jota se ofreció a llevarlo a su casa. Salimos por esa carrera Quinta a toda velocidad y al rato el maestro, asustado, dijo. “Yo no tengo afán, por si acaso” y Jota más aceleraba. Le volvió a decir el maestro: “¿Y este carro si tiene frenos?”.
En una oportunidad se fueron a entrevistar a Rodrigo Arenas Betancur y le dijeron a Jota Mario que lo necesitaba una señora, ya mayor, en una casa vecina. Cuando llegó allá la dama le pregunta: ¿usted es Jota Mario, el tipo famoso de la televisión? “Si señora, cómo no”. “Es que mire, tengo este televisor dañado hace varios años y no tengo quién lo arregle”.
“Jota Mario siempre fue un niño. A veces, sacaba una pistolita de totes y comenzaba a reventarlos por las oficinas de Promec. Se divertía con eso”.
“Jota Mario me rebautizó –cuenta también María Teresa Moreno de Barajas, secretaria de gerencia de Promec–. Cuando quedé embarazada de Mauricio, me veía y me decía María Teresa DE BARRIGA….y alguna vez me explicó: no negarás que es mejor el de Barriga que el de Barajas…”
Entre bambucos y boleros
Cuando se enamoró de la Tata la historia cambió para Jota. La llamaba a Medellín y duraba horas en sus conferencias idílicas. A mí me ponía a tocar guitarra o tiple y él le cantaba por teléfono boleros como “Motivo”, “Bonita”, “Todo me gusta de ti” y el repertorio de Javier Solís.
Un día me dijo: “Patro, póngales música a estos versos y hoy le cantamos un bambuco a la Tata. Al rato le tenía los arreglos, la llamó y comentó a cantar:
“Muchachita encantadora, yo me muero por usted, y si no me das un beso, yo me voy a enloquecer.
Yo la he venido observando, a tu cuerpo tan gentil a tu mirada coqueta y tu sonrisa infantil.
Muchachita hay en tus ojos una dulce tentación y en tus labios se escribe el clavel y la pasión”.
En una oportunidad vio un libro con poemas libres, sin métrica ni rima, entonces, nos manifestó: “Esto es muy fácil y a los dos o tres días apareció con los primeros versos:
Yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos.
Otro decía:
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, infinito.
Y otro que recuerdo:
Río, Río, Río
Pinto, pinto, pinto
Uy qué agua tan colorada.
Eran sus primeros años en los medios. Su sueño era conocer y hacer un programa con su ídolo de la televisión: Fernando González Pacheco Castro. Y lo logró. Le tenía un gran respeto y admiración. Después fueron grandes amigos.
Tanto que lo llamaba y lo invitaba a almorzar. Al día siguiente, se veían en el aeropuerto Eldorado, viajaban hasta Aruba, almorzaban allá y regresaban en el vuelo de la tarde.
Sólo perteneció a una agremiación y fue a la ACL. En cada despedida de año iba con José Patrocinio Castañeda para que tocara tiple y cantaba con Jorge Barón, Jimmy García, Alberto Piedrahita y Juan Harvey Caicedo.
El inalcanzable
Es difícil que haya otro personaje así en la televisión colombiana. Admirado por los humildes, odiado por los soberbios y mediocres.
A las 12 y 15 del mediodía del 6 de junio, miles de mensajes por WhatsApp llevaban un mensaje inimaginable: “Falleció Jota Mario Valencia”. “¿De verdad?”, se contestaba. “Sí, confirmado”. De inmediato millones de televidentes se abalanzaron sobre los controles de los televisores para ubicar los canales RCN y Caracol Televisión.
En ellos, por más de 30 años había trabajado “Jotica”, como le decían sus admiradores. Comenzaron las emisiones de los noticieros del medio día y nada. Ni un titular, nada. ¿Qué pasa?, ¿Será que es mentira?, ¿Por qué no desmienten entonces los mensajes? Los controles sentían las manos cuando se cambiaba de canal.
¿Será que lo dejarán para las notas de farándula? En CityTv ya estaban en un especial con Olguita Martínez, la periodista de El Tiempo que lo había entrevistado varias veces y ella ya estaba dando la fatal noticia. En otros canales y en la radio ya comentaban que, en efecto, el popular animador, presentador, creativo, productor, compositor, cantante, guionista, escritor, dicharachero y enamorado de la vida, había partido de este mundo.
Miles de llamadas se enviaron a los canales exigiendo que hablaran de un hombre que laboró 40 años en una televisión de 66 años de historia.
Los colombianos comenzaron a rememorar aspectos de la historia laboral de Jorge Mario Valencia Yepes, un creativo inalcanzable.
Cuando los presentadores dieron la fatídica noticia, se conmovieron hasta quebrárseles la garganta. Era entendible su reacción.
Una señora, con unas lágrimas, mientras veía la televisión en un centro comercial decía: “Descansa en paz Jota Mario y que Dios lo tenga en su santa gloria”.
Fotos: José Patrocinio Castañeda.
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