Soacha está contaminada de Mercurio

Así lo revela el primer gran estudio que realizó un grupo de investigadores de la Universidad Central, en el que hicieron pruebas en localidades como Bosa, Suba, Santa Fe, Usaquén y en el municipio de Soacha, arrojando como conclusión que la cantidad del elemento químico en el suelo, el agua y el aire excede estándares internacionales.


Si bien es cierto el mercurio está de forma natural en el agua, el aire y la tierra, su concentración en la localidad de Bosa y en el municipio de Soacha está llegando a niveles que podrían representar una grave amenaza para los habitantes.

El mercurio es recordado como el líquido plateado que se encontraba en los termómetros antiguos. Es un elemento químico que a temperatura ambiente es un metal líquido sin olor. Cuando su temperatura supera los 40 grados Celsius, produce vapores tóxicos y corrosivos, más pesados que el aire. Si se enfría por debajo de los -39 grados adquiere un estado sólido.

Este líquido se ha usado en la minería, en la medicina, para procesar cueros y en otras industrias. Sin embargo, cuando se descubrió su alta toxicidad, se restringió su uso a nivel internacional y la OMS estableció que a partir de cierta concentración se convertía en un riesgo para la salud pública. Según la autoridad en salud, la exposición al mercurio es peligrosa para el desarrollo intrauterino y en las primeras etapas de vida, y puede ser tóxico para los sistemas nervioso e inmunitario, el aparato digestivo, la piel, los pulmones, riñones y ojos. De igual forma, es catalogado como uno de los diez químicos que plantean especiales problemas de salud pública.

Teniendo en cuenta este panorama, un grupo de ingenieros ambientales de la Universidad Central, liderado por Cristian Díaz Álvarez, se dio a la tarea de probar la alta concentración de este metal en el sistema urbano capitalino. Los ingenieros comprobaron que su uso tanto en el pasado como en la actualidad ha creado en Bogotá un ciclo en el que el metal pasa de los usuarios (hogares, comercios y fábricas) a la atmósfera y después al suelo, aire y agua, contaminando el ambiente.

Algo que corroboraron al encontrar mercurio en todas las muestras de suelo, agua y aire que tomaron los investigadores en Bogotá y Soacha, con una mayor concentración en algunos sectores, especialmente en el occidente de la capital. Por ejemplo, en el barrio Olarte, de la localidad de Bosa, encontraron que hay 12 miligramos de mercurio por cada kilo de suelo, superando en dos miligramos el tope que fijó la OMS.

En el caso de las corrientes de aire de la localidad de Santa Fe, también encontraron altas concentraciones. Según las muestras, la zona tiene en promedio 4,97 nanogramos por metro cúbico. “Tomamos muestras de esta localidad para ver cuál fue el impacto de las curtiembres que operaron en esta zona entre 1910 y 1948. Comprobamos que, aunque se cerraron hace años, el suelo y el aire siguen afectados. Esto es porque el mercurio no se degrada, solo disminuye su concentración. Esta contaminación se expande y afecta las demás zonas de la ciudad”, dice el ingeniero Cristian Díaz.

Los investigadores tienen una hipótesis sobre por qué existe una mayor concentración de mercurio en localidades como Santa Fe y Bosa o en el occidente de la ciudad. Díaz explica que sale de las industrias de sal, curtiembres y bombillos ahorradores, que son más abundantes en esas zonas. También de los depósitos de basuras de reciclaje u hogares donde hay baterías y bombillos gastados.

“De ahí se encuentra con los flujos de agua y aire, que llevan el elemento hacia el occidente de la ciudad. Una vez depositado ahí, empieza el ciclo del metal: el calor lo pasa a estado gaseoso, luego se enfría y pasa a líquido, cae al suelo y se acumula en plantas, animales y personas”, agrega el ingeniero.

Cuando los desechos tóxicos que contienen mercurio no se manipulan adecuadamente, entran en contacto con el medio ambiente, incrementando sus efectos nocivos. Por ejemplo, cuando este metal se evapora, crea miles de partículas que se mezclan con el polvo. Cuando vuelve a la temperatura ambiente, retorna a su estado líquido, cae y se filtra a través del suelo hasta llegar a las aguas subterráneas. Al entrar en contacto con el suelo también aumenta su toxicidad.

Aunque en su estado natural (metal líquido) no tiene efectos nocivos al contacto con la piel, cuando se filtra por el suelo, llega a los ríos o llega a los cultivos, las bacterias lo metabolizan y lo convierten en un compuesto orgánico llamado metilmercurio, que se absorbe en el organismo con más facilidad.

El problema de las altas concentraciones de mercurio es que pueden causar problemas de salud, cuya gravedad depende del nivel de exposición o contacto con este elemento químico. Entre los efectos estudiados por la OMS se encuentra que el estar expuesto a los vapores de mercurio puede generar vómitos, opresión torácica, efectos neurológicos, escalofríos, diarrea y síndrome vegetativo asténico (una enfermedad que afecta el cerebro e impide que el individuo responda a su entorno).

El mercurio orgánico (metilmercurio), cuando ingresa al cuerpo, ocasiona reducción del campo visual, estomatitis, gingivitis, dificultad auditiva y vómitos, por el efecto corrosivo que este metal genera sobre la mucosa del estómago. Las enfermedades pueden ser agudas, cuando se entra en contacto con una gran cantidad, o crónicas cuando por años el organismo absorbe pequeñas cantidades hasta intoxicar el cuerpo.

El ingeniero Díaz afirma que este estudio es el primer paso de un largo proceso para medir y controlar los niveles de mercurio en Bogotá. El siguiente sería crear una ley que establezca métodos de muestreo y monitoreo del metal. Luego habría que recopilar información sobre los efectos del mercurio en la salud de los bogotanos y determinar cuántos casos de intoxicación están directamente relacionados con los niveles del metal en la capital.

“Queremos hacer un grupo de trabajo que, junto con la Secretaría de Salud, establezca la relación entre las intoxicaciones por mercurio que atienden en centros como el hospital Vista Hermosa, en el sur de la ciudad, y las condensaciones del material tóxico en la capital”, concluye el ingeniero.

El estudio cobra importancia si se tiene en cuenta que a la fecha no se había medido la presencia de este material tóxico en Bogotá y sus alrededores. Siempre se había tratado como un problema de las poblaciones cercanas a las minas, especialmente las que producen oro. “Como no habíamos percibido la amenaza que el mercurio representa en las grandes ciudades, Colombia no ha desarrollado una legislación que establezca métodos de muestreo y monitoreo del metal en el aire, suelo y agua de las mismas”, explicó el líder de la investigación.

El estudio también representa un paso claro para cumplir el compromiso que asumió el Estado desde 2013, cuando por medio de una ley, prometió eliminar el uso del mercurio de la industria nacional en un período no mayor a 15 años.

Fuente: elespectador.com

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