El cruel oportunismo de las situaciones violentas

Aclaro que repudio totalmente a los culpables de los asesinatos de los últimos días, sin embargo, quiero ir un poco más allá de la indignación y la impotencia que se siente al tener que leer en los medios “atentado terrorista” “carro bomba” “otro líder social asesinado” y soportar el morbo de las personas que se atreven a publicar cuerpos mutilados en las redes sociales y utilizar los eventos mortíferos para politizar.


Por ello, acudo a la reflexión y el análisis del comportamiento social que generan estas lamentables situaciones, que no son más que el reflejo de la conducta agresiva, violenta y ahora hasta suicida, de las personas inconformes con las políticas de Gobierno o quizá la forma más sangrienta y canalla de generar una cortina de humo ante tanta indignación popular. Cualquiera que sea la razón del ataque, lamento el dolor que trae y me repugnan los culpables.

Decir que el terrorismo se había extinto con la firma de la Paz, y que el cambio de presidente trajo la guerra nuevamente, es tan cuestionable como decir que es coincidencia que los testigos de Odebrecht hayan muerto envenenados con cianuro. Basta con recordar que el pasado 11 de abril de 2018 murieron 8 policías en San Pedro de Urabá, tras un atentado del clan del Golfo, o que ya se cumple casi un año de la muerte de 5 policías a manos del ELN en el CAI de San José en Barranquilla, los fallecidos en el Centro Comercial Andino y los más de 600 líderes sociales asesinados, todo esto mientras estaba el ya ex presidente Juan Manuel Santos al poder.

Noto con preocupación, que este acto reprochable genera en las personas una rabia y un rechazo tal que se atreven a lanzar señalamientos entre unos y otros, “malditos guerrilleros petroñeros” “paracos uribistas” y más improperios que amplían el odio y la polarización de una Colombia, que en lugar de unirse en solidaridad por el asesinato de los líderes sociales o los policías, aprovechan para desunirse por sus posturas políticas, olvidando el principio de presunción de inocencia y condenando de entrada a los considerados enemigos de izquierda o de derecha.

Muchos fueron quienes intentaron politizar el asunto, causando un total ridículo, ya que somos más quienes vemos desde lo humano, que la sociedad no debe funcionar bajo la conveniencia y bajo el oportunismo, más aun cuando se presentan actos de violencia como los ocurridos en la Escuela de Cadetes General Santander, que deja ver el odio y el sectarismo, sin atreverse si quiera a analizar la situación, sino llevados por el fanatismo y concluyendo bajo premisas ilógicas que ya reconocen un culpable, transmitiendo ese odiosas conclusiones a las redes sociales, con el único fin de generar un protagonismo poco sensible, pero muy rencoroso.

Hoy, aunque me llamen tibio por querer mantener la neutralidad y preferir a esperar a que sean las autoridades quienes aclaren los asesinatos, me sumo a hacer un llamado urgente a comprender y defender la Paz (que no es solo de Santos) es de quienes nos atrevemos a buscarla y aplicarla en cada persona, es de quienes entendemos el dolor de las familias de las víctimas, es de quienes conservamos la credibilidad de que esto puede cambiar para bien, y es de absolutamente todos y todas, quieran recibirla o no, pero Yo tengo derecho a exigirla. Por eso quiero hacerlo a través de este escrito, y no bajo contradicciones absurdas de “Rechazo la violencia” pero contra los líderes sociales, o contra los policías, excluyendo a los unos o a los otros por sus condiciones, mostrando una especie de duelo selectivo, absurdo e inhumano.

Culmino este manifiesto de solidaridad y repudio, citando a Neville Chamberlain, quien fungió como Primer Ministro del Reino Unido cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y quien dijo en su momento que «Para hacer la paz se necesitan por lo menos dos. Para hacer la guerra basta uno solo» y la pregunta es: ¿quiere ser esa segunda persona o prefiere seguir con su individualidad?

Dedicado a los policías, cadetes y a cada uno de los líderes sociales asesinados en nuestro país. QEPD

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