El drama de los venezolanos en Soacha

Si bien el municipio hizo un censo para el registro de ciudadanos venezolanos en este territorio cundinamarquès, aún se desconoce con exactitud cuántas personas de esta nacionalidad residen en Soacha. Se habla de unos 15 mil aproximadamente, pero algunas autoridades aseguran que la cifra puede alcanzar los 25.000.


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Diariamente arriban familias procedentes de Venezuela para intentar buscar un futuro diferente, en un municipio sin oportunidades y donde la calidad de vida no es la mejor.

Un ejemplo de esos miles de venezolanos que han arribado a Soacha es el de David Quintero, un administrador financiero que le tocó ponerse a vender dulces y golosinas para subsistir y garantizar la comida y la estadía de su esposa y de su pequeña hija. Él llegó hace dos meses a la comuna uno en donde permanece con el propósito de cambiarle el rumbo a su vida.

Inicia su jornada a las 5:00 de la mañana vendiendo tinto, cigarrillos, dulces, galletas y otras golosinas. Carga una especie de cajón y dos termos, elementos que le permiten ofrecer diferentes productos para ganarse alrededor de 20 mil pesos al dìa, dinero que le parece suficiente para sobrevivir y mantener a su familia, si lo compara con lo que ganaba en Venezuela.

“Yo con esto llevo la comida a mi familia, pago un arriendo y servicios. De vez en cuando mando algo de dinero para Venezuela y bueno, por lo menos estamos tranquilos”, dice.

Otro ciudadano venezolano que sobrevive en Soacha es Hèctor Estrada, quien a mediados de abril encontró un trabajo atendiendo un parqueadero y un vivero al mismo tiempo. Inicia su jornada a las 6 de la mañana y entrega el turno a las 10:30 de la noche, por un salario de 30 mil pesos al día. “No es mucho, pero ¿qué más hago? Tengo que pagar un arriendo, darle comida a mi bebé y mandarle plata a mi familia en Venezuela”.

Su esposa es socióloga, entró de manera regular a Colombia y consiguió un Permiso Especial de Permanencia, el cual entrega el Estado colombiano a los migrantes venezolanos que cumplan con ciertos requisitos, pero no ha podido encontrar un trabajo estable. Ella trabaja en una pañalera por menos del salario mínimo y sin ninguna prestación social.

Aun con todas esas dificultades, Héctor reconoce que hay otras personas que están pasando por situaciones más complicadas. “Somos muchísimos acá en Colombia y todos los días tenemos que salir a la calle a buscar trabajo”, explica.

Y como ellos, miles de venezolanos han llegado a territorio municipal en busca de un mejor futuro, pero la realidad es que Soacha no estaba preparada para recibir migrantes de ese país, y menos para ofrecerles empleo y estabilidad económica.

En el primer semestre de este año, la Alcaldía de Soacha hizo un censo para contar a los venezolanos residentes en el municipio, ha programado jornadas de salud y apoyo, pero no posee los recursos para atender a una población necesitada y que busca oportunidades en un territorio diferente al que nació.

La llegada masiva de venezolanos, en algunos casos, ha aumentado los cinturones de miseria en la ciudad y ha elevado las cifras de desempleo que padecen los mismos colombianos residentes en el municipio.

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