Entre la impunidad y el olvido
En enero de 1995 tomé posesión como párroco de San Bernardino de Soacha, Parroquia cuyo templo queda en el parque principal del municipio del mismo nombre, en donde fue inmolado Luis Carlos Galán el 18 de agosto de 1989.
Al cumplirse el sexto aniversario de su muerte, y por iniciativa del notario del municipio, Pedro Julio Sánchez, amigo personal de Galán y quien se salvó de milagro del atentado, ese año convocamos a los fieles católicos a la celebración de una Eucaristía en el sitio donde cayó abatido por las balas criminales este caudillo nacional. Grata fue mi sorpresa cuando pudimos conmemorar este aniversario con un grupo de doscientas personas.
Al año siguiente con el propósito de que la comunidad no cayera en el olvido volvimos a hacerlo, pero ya participó apenas la mitad de las personas. No desistimos y al año siguiente asistieron unas cincuenta personas. Hasta el año 2001, cuando fui trasladado a Bogotá cada año hicimos una celebración cristiana de acción de gracias a Dios por la vida de este gran hombre. El último año allí estábamos el notario, su esposa y yo, únicamente; los demás se habían olvidado de su amigo y del compromiso que hicieron de jamás olvidarlo.
Ahora que en los meses pasados los medios de comunicación volvieron a revivir el caso del crimen de Galán recordaba que el pasado 28 de enero al finalizar la Audiencia General, el Papa Benedicto XVI alentó a que «la Shoah (el holocausto nazi) sea para todos una advertencia contra el olvido, la negación y el reduccionismo, porque la violencia hecha contra un solo ser humano es violencia contra todos».
En Junio pasado la Corte Suprema de Justicia admitió el recurso para estudiar si confirma o no la absolución del ex ministro Alberto Santofimio Botero, vinculado en la muerte de Galán Sarmiento, pues en segunda instancia, el Tribunal Superior de Bogotá dejo sin piso la condena de primera instancia de 24 años de cárcel. La Corte remitió el expediente a la Procuraduría y se espera su concepto muy pronto ya que el proceso está a punto de prescribir.
La Fiscalía vinculó a la investigación por el asesinato del candidato presidencial al general retirado Miguel Maza Márquez quien para la época era director del DAS y el responsable de brindar seguridad y protección al líder del Nuevo Liberalismo. Su argumento de defensa ha sido que él también fue víctima de los carteles de la droga y del crimen organizado que varias veces atentó contra su vida.
Hace apenas dos meses la Procuraduría solicitó a la Fiscalía General de la Nación que el asesinato del dirigente liberal se considere como crimen de Estado, pues existen indicios claros de la participación de agentes del Estado y si se le da este estatus, adquiere la connotación de «lesa humanidad» y, por lo tanto, sería «imprescriptible». En los últimos días el Procurador General, Alejandro Ordoñez y el vice fiscal general de la Nación, Guillermo Mendoza Diago en declaraciones a algunos medios asombraron al país mostrando su pesimismo frente a las investigaciones por este caso y han dicho que posiblemente, el caso Galán prescribirá.
El Arzobispo de México, Cardenal Norberto Rivera Carrera, en el año 2005 con valentía decía que en su país hay algo que “está podrido y en mal estado” que hace que la cultura de muerte reine y se manifieste a través de los vicios, la impunidad y la injusticia. En Colombia también sentimos ese hedor.
Ya Monseñor Luis Augusto Castro, Arzobispo de Tunja, cuando se posesionó como nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal, refiriéndose a la Ley de Justicia y paz manifestó que «no hay que hacer una justicia tan rígida que rompa toda posibilidad de paz, como tampoco hay que hacer una paz construida sobre la impunidad, porque en otras ocasiones ya nos dimos cuenta de que el resultado fue más conflicto y guerra».
Como para no creer que además de olvidar a Galán, el magnicidio quede en la impunidad.
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