La violencia nace en las palabras
Todo cambio de gobierno conlleva transformaciones, cambian ministros, directivos de entidades públicas, asesores, cúpulas militares y de policía, se reorganizan las fuerzas políticas, y ello trae consigo cambios de estilo de administración, nuevos planes, nuevos programas… pero ¿Cuánto cambia Colombia realmente con cada nuevo gobierno?
En primer lugar, el número de funcionarios que cambia cada cuatro años puede ser sólo de unos cientos de directivos. Sin embargo, el Estado no cambia. Más de 1.2 millones de funcionarios públicos que trabajan en instituciones públicas en Colombia siguen haciendo su trabajo: más de 400 mil efectivos de las Fuerzas Armadas proveen defensa y seguridad, 350 mil maestros imparten educación a jóvenes, niños y niñas; 450 mil funcionarios mueven las entidades públicas, brindando servicios a los ciudadanos a lo largo de campos y ciudades. Entonces los presidentes o expresidentes no son instituciones ni los políticos son el Estado.
El país es el mismo. Nuestros ríos, montañas, bosques, selvas, valles, sabanas y océanos continúan siendo suelo y agua bajo nuestros pies que sustentan toda la vida de la que somos parte.
La nación, cerca de 50 millones de personas honestas que en comunidades imaginan mejores formas de convivir, ser, y participar, continúan día a día, a pesar de penurias y adversidades, trabajando por hacer de su existencia algo valioso.
Nuestra historia también sigue siendo la misma. Hace más de dos décadas Antanas Mockus en un acto de profunda impaciencia se bajó los pantalones frente a un auditorio de estudiantes que no escuchaba. Algunos años después, entre 1998 a 2002, Andrés Pastrana gobernó buscando la paz, abierto al diálogo con el grupo insurgente FARC en la zona del Caguán. Lo sucedió en el gobierno Álvaro Uribe Vélez, elegido por su discurso incendiario de seguridad y por sus arengas sobre cómo el país estaba siendo entregado a la guerrilla. Hoy en día, en el 2018, Juan Manuel Santos, después de firmar acuerdos de paz con el grupo FARC, es sucedido en la presidencia por Iván Duque, quien prometió hacer trizas el acuerdo de paz porque le estaban entregando el país a la guerrilla… Antanas Mockus, siempre impaciente por dar lecciones, vuelve a bajar sus pantalones ante congresistas a quienes no les importa escuchar.
Que cambien entonces algunos puñados de personas no modifica sustancialmente a Colombia. Durante décadas, cada cuatro años nuevos políticos llegan diciendo que todo va a cambiar pero nada cambia. Sin embargo, sus palabras de cada cuatro años lo cambian todo porque son palabras de odio y peanes de rencor que llaman a la guerra e infunden miedo y terror.
Si la violencia en Colombia se ha extendido por espacio de cinco décadas, no es porque 50 millones de personas sean violentas, sino porque las arengas de los gobernantes por muchos años han sido de revancha y resentimiento para alimentar a la muerte y la violencia. Si se continúa asesinando a líderes sociales, a periodistas y a minorías, es porque los gobernantes continúan señalando como indeseables a quienes les estorban porque construyen paz y vida. Si existe desigualdad y pobreza es porque los gobernantes nunca han traído con ellos soluciones, sino simples palabras grandilocuentes ocultando que realmente no aportan ni significan.
La violencia nace en las palabras y muchos gobernantes levantan la voz y se trepan en palabras de odio porque son minúsculos y gritar y dar miedo los hace sentirse grandes. Pero realmente somos tan grandes o tan pequeños como las ideas que expresamos, como las palabras con que construimos o destruimos, y ahora Colombia entera viene quedando tan diminuta, exigua y mezquina, como los peores discursos de sus gobernantes.
mfgg11@gmail.com
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