Los pájaros copetones ya no soportan vivir en Bogotá

El ave insignia de la capital estaría buscando otros sitios en los que pueda reproducirse.


El copetón, esa ave que para muchos bogotanos representa un patrimonio ecológico de la ciudad, el primer canto de las frías mañanas capitalinas, el mismo que revolotea en parques, calles, jardines y humedales, se está marchando.

Así se desprende de un conteo navideño que la Asociación Bogotana de Ornitología realiza todos los años, entre el 14 de diciembre y el 4 de enero, para estar al tanto de la salud y el comportamiento poblacional de las aves. En los muestreos se ha podido establecer que en los últimos 13 años la cantidad de copetones ha disminuido en Bogotá. En los muestreos de 1999 se observaron, en promedio, 780 individuos, mientras en el 2011 el número se redujo a 231.

¿La razón? Expertos coincidieron en que los altos niveles de ruido y los avances de la urbanización están afectando seriamente la comunicación de los copetones. Lo confirmó la bióloga Laura Ramírez, de la Universidad Nacional, con una investigación que empezó en el 2009. El estudio comparaba desde dos sitios de la universidad -uno con ruido, cerca de la carrera 30, y otro sin ruido- los efectos sonoros sobre el canto de los copetones. Las frecuencias de su trino y la comunicación de estas aves son vulnerables al ruido.

«El macho corteja a la hembra a través del canto y si no se oyen no pueden reproducirse», explicó, a su turno, Enrique Zerda, biólogo de la misma universidad.

De acuerdo con la Secretaría de Ambiente, los niveles permitidos
de ruido oscilan entre 50 y 80 decibeles, dependiendo del horario y la utilización del suelo. Sin embargo, el sonómetro ha mostrado zonas donde el ruido alcanza los 85 decibeles.

«Los copetones se están reduciendo. Esto es grave para la cadena biológica, dado que esta especie ayuda en el proceso de dispersión de semillas y a controlar la sobrepoblación de insectos», añadió Zerda.

El copetón es granívoro (se alimenta de semillas). No obstante, se ha adaptado a comer otro tipo de alimentos, como restos de comida humana. Es fácilmente identificable por su tamaño, que varía entre 10 y 15 centímetros.

Su nombre científico es Zonotrichia capensis y suele convivir en pareja, habita en casi toda Suramérica y el sur de México y se reconoce por los colores oscuros y poco agraciados de su plumaje.

La bióloga Paula Caicedo, del Instituto Humboldt, advirtió que «el desarrollo de Bogotá debe contemplar medidas amigables con el medio ambiente, como la construcción de barreras naturales -plantar árboles y arbustos en las zonas más ruidosas- para amortiguar las emisiones sonoras de los carros y las industrias.
Del mismo modo, los ciudadanos pueden aportar si respetan los estándares permitidos de ruido».

Por ahora, es lo único que se plantea para evitar que el copetón, tan bogotano como el rojo de los ladrillos al atardecer, desaparezca definitivamente.

Fuente: Eltiempo.com

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