¿Qué hacer?

Después de conocidos los resultados electorales de 2014 en los que se impuso la lógica de la corrupción del voto de la clase política tradicional, no le queda más remedio a la izquierda, a los sectores democráticos y alternativos que plantear la necesidad de iniciar la búsqueda de nuevos caminos y puntos de convergencia comunes que hagan menos estériles sus esfuerzos en el próximo futuro para acceder a espacios de poder y decisión.


Gran parte de los logros de la clase política tradicional que ha detentado el control del poder y lo han ejercido bajo las más aberrantes condiciones de abuso, han sido producto de las contradicciones y discrepancias históricas que caracterizado a los movimientos de izquierda, democráticos y alternativos.

De la misma manera como las ideas liberales que condujeron a la independencia en 1810 tuvieron como protagonistas a una masa analfabeta y de una naturaleza profundamente conservadora y clerical, así mismo las primeras ideas socialistas que tuvieron eco en Colombia hacia la segunda y tercera década del siglo XX también tuvieron como protagonistas una población con características similares a la del periodo independentista.

La nueva clase obrera que surgió hacia 1920 y 1930 con un fuerte arraigo a su origen rural, conservadora y religiosa e invariablemente analfabeta, fue la base social que encontraron las primeras ideas socialistas en un espectro que oscilaban entre las gamas más variadas del anarquismo hasta las prácticas políticas liberales más conciliadoras con el orden establecido entre algunos de sus tradicionales dirigentes.

De todo lo anterior dan cuenta las diferentes ocasiones en que estos sectores recurrieron a la conciliación con el poder imperante como estrategia para mantenerse vigentes en el escenario político nacional, caracterizado por el radicalismo transitorio de la insurgencia liberal en la década del 50 que anidaría más tarde entre las ideas del marxismo soviético, chino y cubano, con el que pretendieron mantener de manera simultánea la doble condición de legalidad e ilegalidad para alcanzar espacios de poder a través del voto y a través de la insurgencia, desperdiciado entre graves hechos de corrupción, disidencias y rupturas ideológicas, la oportunidad para convertirse en opción de poder.

La histórica y tradicional división de la izquierda colombina, fundada en el dogmatismo medieval de sus convicciones así como en la incapacidad demostrada por su liderazgo para superar los desacuerdos ideológicos y políticos, han abonado el terreno para hacer más fácil la llegada a los espacios de poder de la clase policía tradicional haciendo más lejanas las posibilidad para que esos sectores tengan injerencia en las grandes decisiones que el país requiere.

Entre irreconciliables antagonismos y en un país profundamente conservador, católico y tradicionalista, no fueron extraños y mucho menos escasos los apoyos dados por parte de la izquierda, los sectores democráticos y más recientemente los alternativos, a los proyectos políticos de la clase política tradicional, convirtiéndolos desde su propio nacimiento en sus ideas y sobre todo en sus organizaciones en apéndices de aquella.

Hoy se cree, por parte del liderazgo político de los sectores democráticos, alternativos y de izquierda, “haber hecho bien la tarea”, pudiéndola haber hecho excelente bajo otras condiciones. Se limitaron a expresar su satisfacción y conformidad con los esfuerzos individuales, personales, caudillistas y aislados de sus líderes, en los que prevaleció su protagonismo, la intransigencia y dogmatismo de sus posiciones políticas e ideológicas, mientras la politiquería tradicional ascendía de nuevo al poder proporcionando una vez más un ejemplo de unidad, cohesión y contundencia, mientras los sectores populares, los campesinos, las minorías, los trabajadores y hasta los sectores medios en ascenso, vieron frustrados nuevamente sus más preciados anhelos y aspiraciones.

angelhumbertotarquino@yahoo.es

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