Una lluvia de piedras
Piedra le ha llovido al Transmilenio de Bogotá. La que destrozó en estos días una parte de sus estaciones es la menos grave. Hay otras peores. Las lanzan aprovechado la inconformidad de los usuarios por un servicio que se ha deteriorado al ritmo que ha crecido su demanda, se ha rezagado su expansión y se ha elevado la exigencia de los ciudadanos por un transporte público digno. Aunque paradójicamente, dignidad remota antes del Transmilenio.
Sus enemigos más enconados dirán que nos equivocamos hace diez años al escogerlo a cambio del Metro. Que es tanto como decir que más de 120 ciudades del mundo que han acogido el sistema están gobernadas por ignorantes o burdos negociantes. Y hasta se han escuchado discursos que ofenden la inteligencia, como los que parecen concluir que Transmilenio es de derecha y el Metro es de izquierda. Guardadas las proporciones, como cuando José Stalin, ensayándose de epistemólogo, separó la ciencia “burguesa” de la “proletaria”.
Pero los hechos son tozudos. Un estudio reciente del Centro de Transporte Sostenible EMBARQ contratado por Planeación Nacional destaca que el Transmilenio moviliza 43.000 pasajeros hora/sentido en la Troncal Caracas, la más demandada, a una velocidad promedio de 27 kilómetros por hora. Recordemos que Transmilenio es el único proyecto de transporte registrado como mecanismo de desarrollo limpio en Naciones Unidas y son reconocidos sus beneficios ambientales como la significativa reducción de CO2 en el aire de la ciudad que ha representado la disminución de las enfermedades respiratorias entre los habitantes de la capital. Hoy el 26%, uno de cada cuatro bogotanos, se moviliza en este novedoso medio de transporte.
No es un simple juego de palabras decir que “la crisis de Transmilenio es una crisis de éxito”. “Trasmilenio es víctima de su propio éxito” dijo Navarro, Secretario de Gobierno. Aciertan quienes insisten en que hemos llegado al límite de su capacidad. Pero a ese límite hemos llegado porque la ciudad se ha rezagado en la construcción de la infraestructura que el sistema se propuso desde sus inicios. Solo en vías para los articulados tenemos un 70% de retraso. Apenas, y gracias a los gobiernos de Peñalosa y Lucho, se han construido 84 de los 388 kilómetros de troncales planeados en el documento Conpes 3093. Rezago que comenzó en la segunda administración Mockus pero que se agravó en la de Samuel. Además de los retrasos en la Décima y la 26, Moreno contrató desde finales del 2010 las trocales de la Séptima y la calle 6 por más de 140.000 millones de pesos, cuyas obras aún no comienzan. Con una demanda que crece a 8% anual estaba cantado que Transmilenio colapsaría.
Es justo y oportuno revisar los contratos de operación y reducir la tarifa. Pero concentrarse solo en ello es equivocado. Es urgente poner en marcha un plan de choque para atenuar las incomodidades de los usuarios. Y reducir el rezago en su infraestructura. Así como avanzar en el Metro y en la implementación inmediata del Sistema Integrado de Transporte Público. Esa es la responsabilidad del Gobierno. Y por supuesto, evitar que le tiren piedras a este patrimonio de los bogotanos.
@AntonioSanguino
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