¿Y quién le teme a ser dejado en visto?
No es broma. Hay un diccionario que ya registra ya la expresión ‘dejar en visto’. La entrada del libro virtual habla de “cuando una aplicación de mensajería informa que el destinatario ya leyó su mensaje pero aun así no contesta”. En estos párrafos intentaré por qué hay que ser enemigo de esta temible conducta.
Nuestro perfiles en las redes sociales, cuyas liquideces digitamos a diario en las pantallas táctiles, han desatado una alta tendencia a pasar por alto a quien nos habla en casillita de texto del celular o del PC, lo cual se ha constituido como un desagravio con algún nivel de ofensa.
Ver el doble chulo azul de WhatsApp o la burbujita facebookera frente a nuestro menaje y que no nos respondan, podría añadirse a la lista de los asuntos más inquietantes de los tiempos que corren. Y no me sugieran la formulita aquella para poder dejar en visto sin ser visto dejando en visto. ¡No quiero saber de tan descorteses martingalas!
A los que nos declaramos partidarios de comparar con parias a los ‘dejadores en visto’, se nos reprocha que no, que cada quien es libre de saludar o no, según le venga en gana. Me pregunto si cuando son saludados en la vida real serían tan caraduras de omitir la venia. Sí, ya sé, abundan también gentes de esta calaña. Pero me hice entender, en el sentido de que es muy digno de reproche.
Ya incluso académicos del Instituto de Urbanidad de Carroña Virtual y expertos analistas han equiparado el dejar en visto a dejar con la mano estirada al que saluda en la calle, un alféizar o determinada esquina con o sin árbol.
Cierto que una charla en una casilla virtual azul o verde de chat no representa un acontecimiento tan contundente como toparse de improviso en la calle. Pero responder cuando esté a nuestro alcance así sea de modo cortante, creo que debería incluirse en una suerte de cortesía inherente a nuestra modernidad líquida. Y uso términos de baumanianos a pesar de que el teórico rehusó hasta el final de sus años entrar a Facebook y demás redes, en algo así como haber dejado en visto a su propia materia de estudio: la liquidez de los chats virtuales, pero desde el lente subjetivo.
‘Face to face’ vs. chat
Juan Bas, periodista de opinión del diario español El Correo, se pone trascendental con el asunto: “De las pocas personas que me niegan el saludo o se lo niego yo o empates, la gran mayoría pertenecen a esa misma logia de los que apoyan a quienes en vez de negarte el saludo te pueden negar la vida”. Hay casos de internautas, volviendo a los chats, de los que no se habla en esta columna (el de Tinder daría para una completa), pero que sí merecen ser dejados en visto: aquellos que aburren, que son demasiado insistentes o intentan ‘arrastrar el ala’ a como dé lugar, o simplemente que no son amigos ni se adecúan a nuestro, digamos, molde amistoso virtual.
Si en el cara a cara damos por sentado que no nos han querido saludar aún cuando muchas veces ocurre que el otro simplemente no se ha dado cuenta, hay que preguntarse si esto se da también en el rectángulo del chat.
Falso, hipócrita, doble, engreído, voluble, farsante, son algunos atributos que concedemos a la ligera, y no sin cierta razón, a la legión de los ‘dejadores en visto’. Porque puede ser cierto también que el acto social – virtual fallido no sea necesariamente consecuencia de la mala onda del internauta no saludador.
Pero lo que no se debe olvidar es que siempre, antes de pasar el pulgar en la pantalla de la red social, como nos dijo el poeta, “primero está la soledad. En las entrañas y en el centro del alma: ésta es la esencia, el dato básico, la única certeza”.
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