Si no se construye el Metro de Bogotá, ‘¡La culpa es de Petro!’
Opinión
Cada vez que sucede algo político, social o mediático, las redes sociales estallan con la frase ‘¡La culpa es de Petro!’, una de las arengas que resuena cuando las cosas van mal. Esta vez, con justa razón, en relación con el Metro de Bogotá.
Por décadas, los bogotanos han clamado por un sistema de transporte masivo, eficiente y moderno que garantice una movilidad digna. Hoy, ni la incertidumbre ni las decisiones del Gobierno Nacional podrán frenar el avance de este proyecto que la ciudad ha esperado por años.
Bogotá ha sido motor de desarrollo para Colombia, un punto de encuentro para ciudadanos de todas las regiones. Sin embargo, su crecimiento demográfico exige soluciones estructurales de movilidad. El Metro es una de ellas, un anhelo colectivo que, tras años de promesas incumplidas, finalmente toma forma en las calles de la capital.
Pero cuando los bogotanos sienten el Metro más cerca que nunca, el Gobierno Nacional, bajo el Ministerio de Hacienda, emitió el Decreto 0069 del 24 de enero de 2025 donde se establece la suspensión de 12 billones de pesos del Presupuesto General de la Nación; entre los proyectos se encuentra la suspensión de 770.000 millones de pesos destinados a la construcción de la primera línea del Metro, 328.000 millones de pesos para la financiación del TransMilenio por la calle 13, la construcción del Regiotram de Occidente por 345.000 millones de pesos, entre otros. Un aplazamiento que, aunque no es definitivo, genera desconfianza y frustración en la ciudadanía.
Para entender la magnitud del impacto, imaginemos una constructora que acuerda con un socio inversionista desarrollar un megaproyecto inmobiliario valorado en 12 billones de pesos. El socio se compromete en ser parte del financiamiento, por lo que, confiando en ese respaldo, se contratan cientos de trabajadores, se adquieren materiales y se avanza con la obra. Sin embargo, cuando el proyecto ya está en marcha y los edificios comienzan a tomar forma, el socio informa que sí cuenta con el dinero, pero que no lo entregará hasta nuevo aviso. Como consecuencia, la obra podría detenerse, los contratos quedar en el aire con repercusiones legales, los trabajadores desconocer si recibirán su salario y los futuros compradores ver cómo su sueño de tener una vivienda se desvanece.
Lo que no puede desvanecerse son las vigencias futuras, que deben ser garantizadas mediante mecanismos diplomáticos o jurídicos, asegurando que los recursos comprometidos se ejecuten y el proyecto no quede en el limbo.
¿Es esto justo? Los bogotanos sienten que han recibido una puñalada en la espalda. Los recursos habían sido confirmados desde 2017 y no pueden ponerse en duda en 2024. A pesar de este obstáculo, el alcalde Carlos Fernando Galán ha sido claro: el Metro continuará y será una realidad. Bajo su administración, la primera línea será entregada, la segunda fase quedará adjudicada y los estudios de la tercera fase, que conectará con Soacha, estarán avanzados.
Lo ha manifestado en continuas ocasiones a través de su cuenta en X, en donde con palabras firmes y decididas ha tenido un rifirrafe con la ministra de Transporte, María Fernanda Rojas, enfatizando en que «Escoger las prioridades» no es una excusa válida para poner en peligro el avance del Metro. Hoy el alcalde de Bogotá visita casos exitosos de construcción de metro, como el de Panamá, que ya está en la línea 3 de este sistema y es destacado en su comunidad. Esto demuestra que cuando un gobierno cumple con sus promesas de financiamiento, los países generan desarrollo.
Miguel Silva, secretario general del distrito, ha dado además su opinión desde una perspectiva que no está siendo tenida en cuenta por el gobierno nacional, y es el enorme impacto social que traerá el Metro a Bogotá. Según explica Silva en su cuenta de X, al mejorar los tiempos de viaje, aumenta la accesibilidad a equipamientos, proyectos y programas sociales, lo que se traduce en más tiempo para educación, ocio y economía. “En Bogotá superamos la disyuntiva entre infraestructura y política social: Aumentamos las coberturas de Ingreso Mínimo Garantizado y ponemos a la ciudad al día en infraestructura.”
Con cerca del 50% de obra ejecutada y la llegada del primer tren del Metro en septiembre desde China, el proyecto debe avanzar y no puede permitirse que se detenga. De allí en adelante, se espera la recepción de dos trenes por mes. Este avance, además de mejorar la movilidad, traerá beneficios económicos, culturales y urbanísticos a más de 10 millones de personas en Bogotá y la región. Sin embargo, el estado de conmoción de Petro ha sido criticado más que alabado por los bogotanos, ya que el Metro queda desfinanciado, mientras los recursos se destinan a eventos como «El Concierto de la Esperanza» con Residente gratis en la Plaza de Bolívar, cuyo costo será de 4.000 millones de pesos aproximadamente. En medio de una crisis nacional, la verdadera esperanza sería garantizar sin titubeos ni promesas falsas una necesidad de movilidad, que se logra con obras y no con conciertos.
El presidente Gustavo Petro debe ser consecuente con su discurso y con los compromisos adquiridos con la ciudad. Si su gobierno es «el gobierno de la gente», no puede darle la espalda a una obra crucial para la capital y el país. No ahora, cuando el sueño del Metro está cada vez más cerca de convertirse en realidad. La otra arenga, muy conocida en los estadios del país, «¡Fuera Petro!», podría convertirse en la consigna que los bogotanos le cobren en las elecciones del 2026 por su falta de compromiso con la capital.
Por Mao Prieto, estratega político
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