24 años de impunidad y olvido.
La prensa nacional ha registrado por vigésima cuarta vez el magnicidio de Luis Carlos Galán en Soacha y el proceso se ha mantenido prácticamente en la total impunidad; también se ha hecho referencia a algunos de los protagonistas que participaron en los hechos de esa nefasta fecha que han salido a la luz pública, pero hay otros desconocidos, casi anónimos que a pesar de ser tan víctimas como Luis Carlos Galán o su guardaespaldas, han sido olvidados no solo por la prensa nacional aunque eso es lo de menos, sino sobre todo por la justicia de nuestro país, pues su crimen como el de los demás, también continua en la impunidad, y lo peor, en el olvido.
El pasado 18 de agosto se cumplieron 24 años del magnicidio de Luis Carlos Galán Sarmiento siendo aspirante y casi seguro presidente de Colombia. Junto a él, acribillado por las mismas balas asesinas, murió un prometedor líder político que las viejas generaciones ya olvidaron para infortunio de nuestra memoria histórica y las nuevas que no tuvieron oportunidad de conocer: Julio César Peñaloza Sánchez, “Tolima”, como entrañablemente fue conocido por todos los soachunos el aguerrido militante del MOIR de mediados de la década del 70.
Como en el célebre poema de Miguel Hernández Elegía “Temprano levanto la muerte el vuelo” intempestiva y absurdamente asesinado, se acortó la vida de un extraordinario hombre que, por su carisma, su don de gentes, su solidaridad, su espíritu de lucha, su deseo permanente de superación personal, supo rodearse del aprecio y la admiración de la juventud soachuna que compartió con él su incursión exitosa en el deporte, la cultura y sobre todo en la amistad, que se forjó y se fundió indisolublemente en torno a largas jornadas de protesta, reflexión y estudio en la búsqueda de un mejor destino para su pueblo y Colombia.
Activo militante de la Juventud Patriótica, defendió con carácter, entereza y respeto sus concepciones filosóficas, políticas e ideológicas, proyectándose como una de las figuras con más futuro dentro de su partido en el municipio y en Colombia. A su lado, su mentor político de entonces, el hoy senador Jorge Enrique Robledo Castillo, lo estimuló y apoyó de manera permanente e incondicional en las tareas de organización, propaganda y movilización política del partido en el ámbito local y regional.
Como hijo, hermano, compañero, padre, maestro, amigo, deportista y militante, fue un ser humano íntegro con sus compromisos, siempre tuvo una sonrisa para todos aún en los momentos más difíciles, fue poseedor de una gran sensibilidad humana y social que lo hicieron acreedor a la confianza y admiración de quienes tuvimos el privilegio de compartir con él los espacios del colegio, la universidad, las reuniones culturales, el deporte y la lucha política.
Pero seres especiales que la historia da cada cierto tiempo, siempre han estado cortejados por un sino trágico, y Julio César no fue la excepción a este destino infausto de su vida.
Siendo militante de izquierda, defendiendo sus ideas de justicia, y de libertad para los colombianos, participando beligerante en la protesta pública, gozó de la justeza de sus convicciones y principios.
Lo irónico de la lucha de Julio Cesar es que mientras fue militante de la Juventud Patriótica y del MOIR no estuvo en el inminente peligro que representó para él dejar la militancia revolucionaria para asumir las tendencias del nuevo liberalismo que lideró en Soacha con Galán para caer bajo las balas asesinas de los más oscuros y reaccionarios poderes del narcoparamilitarismo, que en una siniestra alianza con sectores del establecimiento, se dieron a la tarea de eliminar nuevamente de manera sistemática y criminal las semillas de libertad que brotaban en distintos escenarios del país como en épocas pasadas Jaime Pardo Leal, José Antequera, Carlos Pizarro, Bernardo Jaramillo Ossa y miles de compatriotas de diferentes organizaciones políticas del movimiento estudiantil, del movimiento obrero y campesino, del movimiento indígena y de todos los sectores pobres, excluidos y marginados de Colombia.
Sea esta la ocasión para proponer desde este espacio al Concejo Municipal, a las organizaciones políticas que tiene presencia en el municipio, en especial al MOIR, a las organización sociales y comunales y culturales, a los gremios de los maestros, a las organizaciones de los estudiantes la realización de un homenaje póstumo a quien fuera una figura municipal reconocida por su honestidad, ejemplo y compromiso con las causas de la libertad y la justicia, y que se podría traducir en que una institución educativa municipal lleve su nombre, una calle, una escuela, un parque, un salón cultural, un colectivo de artistas, para que su recuerdo sea perenne para las nuevas generaciones y un punto de referencia de reflexión obligado de la historia de Soacha.
angelhumbertotarquino@yahoo.es
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