Resucitando
Virginia Woolf en uno de sus escritos señaló que “cuando un razonador razona desapasionadamente, piensa sólo en su razonamiento y el lector no puede por menos de pensar también en el razonamiento”.
Pues bien, hoy trataré de expresar todos esos sentires sin rabia aunque la posea, sin desprecio, aunque otros si desprecien, sin violencia y esperando que sean mis letras el ruido más fuerte que se escuche, más fuerte que el eco de las balas o los gritos ahogados de muchas, y por ende sin apasionamientos aunque me sea imposible no apasionarme de la utopía de una transformación cultural, social, política y/o económica, en pro de todos y todas, de ustedes y nosotras.
Doy comienzo a esta perorata, diatriba, escrito, articulito, opinión o para muchos, esa quejadera profunda de la que sufro, con un comentario de alguien que alguna vez leyó una de estas quejaderas y comentó lo siguiente en dicho escrito: “Pienso que este tipo de discursos son trasnochados; la mujer desde hace varias décadas ha tomado un lugar prevaleciente en la sociedad, ha incursionado en importantes esferas como: política, ciencia, cultura y otras más…Por lo tanto esa retórica reivindicativa era muy válida hace 50 o 60 años, pero en la actualidad la mujer tiene amplios horizontes donde se desempeña mejor que los hombres, así que parece la autora vive en un completo anacronismo” (sic) (o sea yo)…
Ahora pregunto con un infinito desprecio hacía tanta palabrería barata de derechos y respeto ¿en verdad somos libres, nos respetan, no debemos temer, es mentira que nos matan por ser mujeres?
Intenté escribir esto a raíz de un feminicidio ocurrido a final del 2016, no logré terminarlo y pensé que sería incensario hacerlo, luego fue otro cruel ataque a principios de 2017, pero igual quedó inconcluso, y hace poco cayó otra mujer, otra víctima de sus tales derechos y ese engañoso derecho constitucional a existir. Con tristeza aseguro que antes de ser publicado este escrito, muchas más habrán muerto y por ahí tanto vociferador de la verdad y fe suelto.
Ahora sí empiezo con mi discurso trasnochado no antes sin aclarar que esto no se enfocará en darle una respuesta a la persona antes referenciada, ni da forma de ataque en contra de quién opina o piensa diferente, pero tampoco en tono de justificación o excusa alguna para tanta estúpida violencia hacía mi género.
Todo lo que escribiré de aquí en adelante no tiene que ver conmigo y mi “acomodada vida” o sobre los derechos que adquirí con la lucha de otras, o lo qué puedo hacer o pensar al haber crecido en una era supuestamente diferente, pisando un país misógino, que se hace llamar así “país”, pero si nos concentramos en la mentalidad se torna más como un pueblo y bastante atrasado. Sigo con el temor latente al violento devenir de sus pensamientos arcaicos, a la costumbre de pasar por encima del otro, al miedo eterno de que nos sea arrebata la vida a punta del odio de sus disparos. Hemos tenido voz, algunas tenemos la fortuna de haberla descubierto y usado, otras tantas tienen el infortunio de desgarrar su garganta con gritos jamás escuchados.
Y sí, que caiga quien tenga que caer, que corra la digna rabia, que los golpee la fuerza de mujer, que los asesinen los gritos desesperados de ayuda que hicieron callar, no se mientan y no nos mientan, no tenemos derecho ni respeto, no tenemos valor ante ustedes, no nos reconocen como seres humanos, pero sí como objetos sexuales y de posesión.
Para su infortunada, estúpida e innecesaria evolución ya no somos las mismas, no somos pocas, ni indefensas, por esto mí grito desesperado es un ¡BASTA!
Qué lástima y cómo lastima, tener que recurrir a las alarmantes cifras de muertes, abusos y discriminación que existen para seguir aquí, para lograr justificar de una y otra manera que no nos quejamos porque queremos, que sí somos libres, que tenemos miedo, y que queremos existir, que no estamos en un mundo libre de discriminación, que no somos los que mejor practicamos el respeto por las libertades de lxs otrxs, y que por desgracia nuestra idiosincrasia nos hizo torpes de pensamiento, que ser pobre y mujer suena a redundancia, cómo lastima.
Colombia, país tercermundista que se jacta de la defensa de los derechos humanos, so pena de sus tétricas estadísticas de muerte y violencia, al año 2016 que son las últimas estadísticas obtenidas por el Instituto Nacional de Medicina Legal se obtienen estas tenebrosas estadísticas:
Sobre la violencia sexual en la capital del país, Bogotá, repunta en el primer puesto con 2.989 casos, en segundo lugar se encuentra el departamento de Antioquia con 1.467, en tercer lugar Valle del Cauca con 1,299 y finalmente Cundinamarca con 1.034.
En cuanto a los homicidios ocurridos en el mismo año anterior, Valle del Cauca aparece ocupando el primer lugar con 152 homicidios, seguido de Bogotá con 88, en tercer lugar Antioquia con 81, y finalmente Atlántico con 43 homicidios.
Pero aquí no para la cuenta, en cuanto a Violencia Intrafamiliar con una vergonzosa cifra ocupa el primer puesto Bogotá con 12.406 casos, en segundo lugar Antioquia con 5.095 casos, seguido de Cundinamarca con 4.029 casos y finalmente Valle del Cauca con 3.373 casos confirmados.
No sé si para ustedes sea suficiente razón esta realidad, pero para mí es suficiente aguante. No entiendo cómo las luchas de clases nos han vuelto tan frívolos que ni la muerte nos inmuta, tal vez para muchos esto no será algo más que una cifra pasajera, pero estos son para mí los argumentos de más peso para vivir aterrorizada de saber que soy mujer y existo en medio de todo ese odio hacia nosotras; no sé quién fue él o la que nos dio la potestad de decidir sobre la vida de lxs otrxs a nombre de la justicia, cada día más deshumanizados, día a día en cada centímetro de palabra hay más odio, envidia, prejuicios, dolor, indiferencia y desigualdades. Así mismo, nuestros lenguajes, señas signos, significados y significantes más primitivos se gestaron bajo unos instintos animalescos, pero absurdamente caemos en el círculo vicioso de estarlos reproduciendo en lugar de transformarlos.
No obstante estoy más segura que nunca de la realidad que escribió María Elena Walsh en 1972 cuando compuso “Como la cigarra” –tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí resucitando- seguimos unas, todas, luchando, porque no hayan más… -Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal, porque me mató tan mal, y seguí cantando-…porque siempre habrá una de nosotras gritando por todas.
Finalmente me reafirmo en querer vivir, no queriendo morir por la vida misma, ni que me arrebaten la mía, no quisiera pensar que debo dejar de ser una mujer libre para no morir, no quisiera asesinar mis pensamientos, ni mutilar mis palabras, “no quiero dejar de vivir la experiencia que se siente ver tu sonrisa”
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