Siempre fuimos comunidad: sobre la política comunitaria
Por: Julio Guasca
Los seres humanos han evolucionado a lo largo de la historia de manera colectiva, la sociedad ha sido un importante nicho, por así decirlo, para el desarrollo de las relaciones políticas, culturales y en general de todo tipo de manifestaciones colectivas, aspecto fundamental para la supervivencia humana. En dicha perspectiva no hubiese sido posible que la humanidad llegara a su actual progreso (pese a las vicisitudes que se conocen como las guerras, la violencia, la crisis ambiental y desigualdades) sin la visión de una evolución conjunta con el otro, con los otros.
No obstante, hay una categoría que también involucra a la colectividad, en una dimensión más reducida y esta es la de comunidad, concepto potente que se vincula a una serie de relaciones culturales, económicas y políticas más afincadas a un grupo de sujetos determinados, que habitan en un territorio y lo construyen socialmente.
Nuestro municipio es uno de los miles de ejemplos que pueden existir al respecto, mucho de ese ideario que se circunscribe a la palabra Suacha tiene que ver con el ámbito comunitario, sin embargo, esa noción comunitaria que es producto de los siglos y que se ha modificado con el pasar de los tiempos y sociedades (muiscas, españoles, mestizos, campesinos, contextos barriales, entre otros) se ha visto degradada por la falta de una visión colectiva que pretenda trabajar por el bien común, es decir: yo estoy bien en la medida que él y ella y todos estén bien. En Suacha es urgente construir una política que parta de la dimensión comunitaria, pues muchos supuestos “líderes” que aparecen oportunamente en ciertas épocas, surgen como mesías que acabaran con todas las dolencias políticas y sociales que afronta nuestro golpeado territorio.
Un verdadero líder se forja a partir de su trabajo permanente con la comunidad, construyendo un proceso que verdaderamente se fundamente en la voluntad de vida que se genera en el seno de la comunidad. No es únicamente con fórmulas tecnocráticas, como lo han prometido algunos, como se resuelven los problemas de las comunidades, ni prometiendo lo que no es factible, es por el contrario convirtiendo a las comunidades y a sus líderes en protagonistas de su propia transformación, claramente apoyadas por las instituciones locales, en este caso la alcaldía y sus secretarías, por ejemplo.
Finalmente, la política comunitaria o la política de la comunidad se debe potenciar desde el dialogo y el consenso, más no desde las imposiciones caprichosas de aquellos que creen tener todas las verdades y respuestas. Es importante que un verdadero líder se potencie a partir de tener en cuenta las necesidades de su comunidad, y por medio del ejercicio del poder institucional pueda tratar de dar solución a ellas. La política de la comunidad es la política de la vida, por ello hay que dejar la vieja concepción de hacer política, y esto significa vencer a los oportunistas de siempre, dejar a un lado los delirios de grandeza de quienes ingenuamente se creen dueños de la verdad, y ante todo, tejer fuertes hilos comunitarios con base en el diálogo y consenso, sin esto último sería imposible constituir una política alternativa, transparente y ante todo ética.
Con la siguiente cita de Dussel (2011) en la que se sintetiza el proyecto de política comunitaria, termino: “El proyecto de liberación que porta un pueblo afirmativamente en su cultura como alteridad es el bien común futuro, la utopía, positiva, auténtica, humana, ética.”
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