El espacio público: ese lugar de todos
El concepto de espacio público está relacionado con la misma situación de las ciudades.
El desarrollo de Soacha como ciudad es el mismo que prevalece en América Latina en las últimas décadas: una ciudad-región que mezcla las consecuencias de un masivo crecimiento de población aunado a factores externos y un crecimiento físico desordenado, que ha producido a la vez dos ciudades paralelas: La primera, se podría decir que es parte de la urbe tradicional, la de los abuelos, la raizal. La segunda es espontánea y como consecuencia de factores externos; urbanismo pero también desplazamientos, pobreza, gentes de otras regiones que por sentido común se acercan lo más posible al centro (en este caso la capital como ciudad imaginada) haciendo parte de dinámicas urbanas que desafortunadamente están catalogada en la mayoría de los casos como ilegales y que constituyen un componente esencial de nuestras ciudades latinoamericanas actuales, para saber que al final de una u otra manera termina siendo legal a fuerza de constancia, paros cívicos e infortunadamente por alguna tragedia que hace que la solidaridad y los ojos del poder se vuelquen hacia estas comunidades con cargos de conciencia.
Ambas ciudades son reales; la tradicional y la espontanea: va más allá de un concepto de legalidad. La ciudad es visible, es cotidiana, tiene símbolos, imaginarios y percepciones. Hace que adoptemos diferentes estrategias y formas de vivirla de acuerdo con nuestras condiciones económicas, sociales y culturales. Cada habitante tiene formas diferentes de pensar e imaginarla, adoptando prácticas territoriales particulares. Según García Canclini, la ciudad “se concibe tanto como un lugar para vivir, como un espacio imaginado”. Pero más que imaginado es un espacio necesario, el ciudadano percibe y usa la ciudad como la necesita, elaborando de manera colectiva ciertas maneras de apropiarse sus espacios moldeando así la ciudad real. El otro asunto es hasta donde la ciudad organizada o institucional distribuye y democratiza estos espacios, los instituye, los distribuye para finalmente hacerlos reales.
Hacia la década de los ochenta, Jürguen Habermas en su llamada teoría de la acción comunicativa, manifiesta que la mejor posibilidad de superar los conflictos sociales “es la búsqueda de consensos que permitan el acuerdo y la cooperación a pesar de los disensos” y los relaciona en términos tales como “hechos sociales, normatividad y política democrática” y entre ellos incluye definitivamente el concepto de “espacio público” El espacio público se presenta como el lugar de surgimiento de la opinión pública, eje de la cohesión social, de la construcción y legitimación o deslegitimación de ciudad. Habermas demarca el concepto: “Por espacio público entendemos un ámbito de nuestra vida social, en el que se puede construir algo así como opinión pública” y es en el espacio público, digo yo, en donde queda de manifiesto la posibilidad de una construcción social de la realidad. De nuestra realidad.
Pero como en el espacio público, también está representado el poder del estado o de las instituciones encargadas de administrarlo, el dialogo abierto y democrático es la única posibilidad para hacer del espacio público un espacio común con deberes y derechos. Uno de los aspectos en donde más se refleja el debate sobre el espacio público lo encontramos en la economía informal representado de manera más visible por cientos de vendedores presentes en las calles y aceras. Esto plantea a los próximos aspirantes a dirigir este mega-municipio un encuentro social con el espacio y la comunidad que lo compone. Un espacio sin apropiaciones y menos aún sin expropiaciones. Que nace del consenso, que sea compartido, dentro de un derecho que respeta los derechos (al trabajo, a la recreación, a caminar libremente, al arte, a la expresión juvenil, etc.) El espacio público no puede ser apropiado por la necesidad que es el factor más influyente, ni por la falta de propuestas de sus dirigentes para superarlas:
“El espacio público se parece a cualquier cosa menos a un territorio, en el sentido que no es un marco con límites y defendible, que alguien se puede arrogar como propio y cuyo acceso es por definición restringido, dado que en él se reserva el derecho de admisión. Al contrario, ese espacio público no es otra cosa que la posibilidad inagotable de reunir, lo social en un dominio en que cualquier dominación sería inconcebible.”
Todos participamos del espacio público de una manera diferente, con la ventaja que tenemos la posibilidad de actuar de un modo concertado, sin necesidad de modificar ni renunciar a nuestras convicciones e identidad. Pacto para concertar acciones a partir de acuerdos mínimos pero suficientes. El resultado sería un arreglo más allá de convivir en que la colectividad constituiría una modalidad de cooperación basada en el consenso y el intercambio comunicacional. Así se organiza el espacio público.
[[1. En Facticidad y Validez, Habermas lleva a cabo una investigación sobre la relación entre estos conceptos.
2. Lo común y lo colectivo. El espacio público de y para la comunicación. Manuel delgado. Barcelona]]