A propósito de Transmilenio

En los últimos días se han presentado manifestaciones que tienen como objetivo denunciar el mal servicio que ofrece el colapsado sistema Transmilenio, en estaciones del sur y occidente de la ciudad, cientos de personas decidieron bloquear los carriles del medio masivo de transporte y por medio de la protesta pacífica señalar las serias fallas que son evidentes en el sistema desde hace varios años.


Transmilenio no garantiza la adecuada movilidad de los ciudadanos al interior de las estaciones y de los buses en horas pico, alterando el bienestar y la integridad de los miles de usuarios que a diario deben hacer uso de los articulados. Es “normal” ver como la gente se atropella y pelea por la angustia de entrar a las estaciones y buses para llegar pronto a sus puntos de trabajo, también son cotidianas las imágenes de personas que deben viajar apeñuscadas como lata de sardinas al interior de los buses, superando claramente el tope o número de personas promedio que cada articulado debería llevar, dando como resultado que la gente viaje de forma indigna e impere un ambiente de hostilidad al interior del sistema.

Además de ello, Transmilenio no garantiza el orden y las normas cívicas dentro de los portales y estaciones, pues lo más importante es transportar sin tener en cuenta la calidad de la movilización de los ciudadanos, es claro que en ciudades tan grandes como Bogotá los medios masivos de transporte se saturen, pero también es notorio que la ciudad no ha podido explorar otros medios masivos de transporte por la desidia y negligencia de los políticos que a su turno han gobernado la metrópoli, a excepción de Gustavo Petro que por lo menos trató de dejar los estudios y licitación del metro listos, y también la proyección del tren de cercanías, que sería otra forma alternativa de conectar a Suacha y Facatativa con Bogotá, no obstante, estos proyectos fueron suspendidos por orden del actual alcalde Peñalosa.

Ahora la forma reaccionaria de Peñalosa respecto a las manifestaciones de los usuarios ha sido la represión y violencia de la policía, que por medio del ESMAD ha disipado las protestas, violando claramente ese derecho, pero por si fuera poco la policía usa la vieja estrategia de sabotear las manifestaciones al infiltrar efectivos suyos en medio de los manifestantes, generando caos y vandalismo adrede para así justificar sus duras reprimendas sobre aquellos que alzan su voz por la prestación de un servicio más digno y eficaz. La mayoría de los detenidos simplemente son personas inconformes a quienes también los medios de comunicación imperantes y de forma oportunista tildan de vándalos alterando la información que brindan, dando muestra que están totalmente alineados con los intereses de sus dueños quienes tienen réditos en la ciudad.

Es así que Transmilenio es un sistema colapsado desde hace varios años, sin embargo, la disculpa del actual alcalde es transferir la culpa de lo ocurrido a las anteriores administraciones, negando que él mismo fue el que proyectó y diseñó la entrada de este sistema de transporte, que como es evidente no es suficiente para cubrir la demanda de una ciudad de más de 8 millones de personas, sin contar con los habitantes de los pueblos vecinos que también deben ir a Bogotá constantemente. Transmilenio seguramente no es el servicio del milenio como su nombre podría indicarlo, pues Peñalosa lo vislumbraba como un modelo para otras ciudades del mundo, pero por lo visto sería un fracaso hacerlo en el modo como se ha implementado en una urbe de la proporción de Bogotá.

Es urgente que la capital implemente otras formas de transporte alternativas al carro y al Transmilenio, es supremamente necesario comenzar con las obras del metro, y el cable para las zonas altas de la ciudad, así mismo se debe implementar un modo de transporte sostenible con el medio ambiente, pues es otro punto a considerar en la época del cambio climático, pero unido a ello habría que dar una nueva concepción de desarrollo urbano de la ciudad, cosa que es más problemática aún porque significaría cambiar el paradigma de crecimiento y desarrollo desorganizado y contaminante que la capital ha presentado desde la segunda mitad del siglo XX.

Pero lo más importante es ser conscientes de las problemáticas de la ciudad y por sobre todo el no ser mezquinos en el ámbito político, pues la política y los escenarios que se asocian a ella son fundamentales para construir y proponer un modelo de urbe diferente que verdaderamente se apropie de las necesidades de sus habitantes, es trascendental que al momento de elegir nuestros gobernantes lo hagamos con la plena conciencia, porque de lo contrario tendremos que someternos a las decisiones de aquellos que trabajan en pro de intereses particulares y no por el interés de los ciudadanos tal como sucede hoy en día.

Siga a Periodismo Público en Google News. Suscríbase a nuestro canal de Whatsapp