Al César lo que es del César….
Mucho se habla (y de qué manera) de quienes administran a nuestro país: Presidente, gobernadores, alcaldes etc. Inclusive de quienes llevan en su espalda el nombre de empleado público, se convierten en sinónimo de corrupción, pereza, negligencia. Sin embargo en honor a la justicia, es bueno replantear cosas, veamos:
En tiempos de antaño (antes de la constitución del 91) no existían prácticamente entidades que ayudaran al estado a realizar control, las que habían eran el altar a la desidia, de la pereza, de la flojera absoluta, ello sumado a la actitud de muchos empleados de esa época, en donde el mal humor, el regaño y la burla hacían de la gestión pública, la última instancia en que el ciudadano quería ir, pues esos empleados convertían a las entidades públicas en un “infierno en la tierra”.
Sin embargo, y pese a que falta mucho por hacer, existen cambios que se han plasmado a lo largo de las últimas décadas: Nacieron la fiscalía, Defensoría del pueblo, se fortalecieron la Procuraduría, la Contraloría.
En el tema de participación al ciudadano, los colombianos obtuvimos herramientas de fácil acceso para colaborar con esas entidades que realizan el “Control social”, participación ciudadana a la que estamos llamados, especialmente aquellos que tienen liderazgo innato, no mal intencionado y espíritu de colaboración, mediante el uso de las leyes que le abren dichos espacios: Veedurías ciudadanas a través de la ley 850 de 2003, es un ejemplo efectivo de lo que podemos realizar como ciudadanos de a pie, con herramientas como: Rendición de cuentas, audiencias públicas, derechos de petición, acciones populares, tutelas, por mencionar unas de las muchas que nos dio la constitución.
En cuanto a las relaciones: ciudadanos vs Empleados públicos, ya no debe haber tal “rivalidad y conflicto” pues existen, por normatividad, procesos de atención al ciudadano, en donde se puede aplicar una, queja, reclamo, sugerencia o denuncia, o inclusive reflejar el buen servicio a través de una felicitación.
Las anteriores, junto con decenas más de herramientas (para eso es necesario involucrarnos en la constitución) son los instrumentos para que el ciudadano de a pie, el líder comunal, la mujer dirigente, el joven que le gusta lo social, en fin cualquier persona que le duela su país, su municipio, las utilicen como banderas anti-corruptivas
De esa manera es fácil entender por qué los vicios de la politiquería han bajado notablemente, o si no, basta con mirar cómo algunos honorables congresistas, gobernadores, diputados, ex alcaldes etc. Han tenido que llegar a los tribunales a pagar sus malos hábitos, casi todos a causa de “los desangres del erario público”.
Soacha no es ajena de esa realidad, en el actual gobierno municipal que preside el Arquitecto Juan Carlos Nemocón se ha aplicado de manera efectiva el servicio al ciudadano como antesala al esmero por atender bien a los conciudadanos, de ese modo se tiene una cara amable al momento de indagar algún servicio de la alcaldía, evitando el desfile por dependencias sin que hubiera éxito alguno. El salón de la transparencia como galante de la claridad en la contratación pública, como puente de información idónea entre la administración y el ciudadano, como partida de capacitación en temas de Derechos humanos, participación ciudadana y liderazgo comunal y por último y no menos importante: Tenemos un servidor público que entiende que se “debe” al público, al ciudadano que quiere indagar, preguntar o comentar alguna situación con respecto a la alcaldía.
Termino con lo que comencé: Nos falta mucho, pero de una cosa estoy seguro, la voluntad, la buena fe de quienes hacen parte de la administración municipal gira en torno a un buen servicio, permitamos, entonces reconocer le al César lo que es del César….
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