Bicentenario

En este año se vienen celebrando en el medio latinoamericano festejos de todo orden relacionados con el Bicentenario de la independencia, y no me cabe la menor duda que todo lo que se ha dicho en los diferentes países que lo festejan, se refieren a una supuesta libertad de las potencias europeas, con argumentos que gustan o no, a los naturales de cada uno de los países supuestamente liberados.


Sabido es que en nuestra Soacha natal no se han quedado atrás en la celebración de estos jolgorios. Y también, como es costumbre, han salido alborozados los estudiantes, las autoridades, los políticos, el pueblo, los curiosos y las bandas de guerra y de la música. Se visten los mejores trajes y se lleva a cabo el consabido Tedeum que paga el Municipio. Se oye el Himno Nacional, el Departamental y el Municipal y, luego de los discursos, se sirve el coctel en las dependencias de la administración, al que nunca faltan los funcionarios, los políticos en cierne, los concejales principales y suplentes, los aspirantes a todos y cada uno de los cargos de elección popular o no para la próxima vigencia, quienes muestran encuadernados, sus programas de gobierno.

Pero en esta oportunidad como otras tantas, no se acuerdan ni mencionan, de esto estoy seguro, de un patriota verdadero gestor y padre de la República, y mucho menos de su vida al servicio de lo que ahora es Colombia y de lo que sucedió en territorio soachuno durante la vida pública de este verdadero Prócer, Presidente, Vicepresidente y general de los ejércitos libertadores, no obstante que algunas de las celebraciones y hechos de singularísima importancia ocurrieron en el territorio municipal, o con colaboración de sus naturales, y muy cerca al lugar donde hoy funciona la Alcaldía.

Me refiero al General Francisco de Paula Santander quien residió por algún tiempo en la casa ubicada sobre la calle 13, colindante con la Alcaldía, sobre su costado oriental y propiedad de la familia soachuna Vejarano Uribe.

Allí existió durante muchos años una placa de mármol que señalaba la época en que el Hombre de las Leyes mantuvo su residencia, pero desapareció desde cuando se inició la construcción del actual edificio de la esquina de la calle 13 con 7a, donde funcionó un negocio propiedad de una de las herederas del inmueble.

Naturalmente que esa placa debió cambiar de dueño, para pasar a un «vivo» que debió llevársela para colocarla a un muerto. Nunca, ninguna administración municipal ha pensado en su recuperación, lo que sería apenas lógico por el significado de la misma. Pero esto no se verá, porque esas situaciones hacen parte de nuestra propia cultura.

Sólo nos queda de la memoria del gran militar, Presidente y Hombre de las Leyes, el homenaje que algún Concejo, con algo de sentido común le hizo, al construir una concentración escolar que todavía lleva su nombre porque, afortunadamente, no la han derrumbado.

En 1812 con ocasión del retorno a la capital del capitán Antonio Baraya Ricaurte, quien venía del sur, donde cumplió apoyo a los patriotas de aquella región, Santa Fe, según el cronista Antonio
Caballero, se le hizo un gran recibimiento con toda la oficialidad de la guarnición y entró en compañía de la milicia de caballería de Bogotá, Facatativá, Soacha y Bosa, en cantidad de 500 hombres y, precisamente, cuando Baraya fue designado miembro del Supremo Consejo de Guerra y Ayudante Secretario Francisco de Paula Santander, a partir del 17 de febrero del año citado.

Para conseguir el objetivo de esta columna que es mostrar la vinculación del General Santander con Soacha y las situaciones que dieron lugar a su presencia o servicio a nuestro pueblo, hay que señalar que en 1826, durante su gobierno, se fundó el Museo Nacional con una escuela anexa de Mineralogía que debería recibir, por lo menos, un estudiante originario de cada departamento en que estaba dividida la nación y en el edificio dedicado a este efecto, funcionó también la Escuela de Minas, con las colecciones de Historia Natural, se dispuso el ingreso de fósiles hallados en Soacha, estudiados por Juan Bautista Boussingault, químico y agrónomo, y Mariano Rivero, peruano de la Escuela de Minas de Francia, hecho ordenado por el General Santander.

El 27 de agosto de 1828 Bolívar promulgó el decreto orgánico que llamó Ley Fundamental, por medio del cual asumía la dictadura y dejó sin vigencia la Constitución de 1821 que regía la organización política del país. Así recibía plenos poderes para organizar la nación, y como el decreto no decía si Santander seguiría como Vicepresidente, se le dijo que ésta se había suprimido y a Santander se le enviaba como Ministro Plenipotenciario de Colombia ante el gobierno de los Estados Unidos, con lo que se buscaba evitar su oposición a la dictadura.
Con tales antecedentes, el 25 de septiembre de 1828 algunos conjurados pensaron matar a Bolívar en un baile de máscaras, celebrado en el Coliseo (hoy Teatro Colón).

En otra ocasión, Bolívar se había trasladado a Soacha acompañado únicamente por su amigo José Ignacio París y su ayudante de campo, tan solo armados con una espada. En esa misma ocasión el Teniente Coronel Pedro Carujo pidió a cuatro de los conjurados que lo acompañaran a Soacha, donde se pensaba dar muerte a Bolívar, pero cuando todo estaba preparado, Carujo, atemorizado, resolvió prevenir de tal plan al General Santander. Cuando éste se enteró, increpó a Carujo, le hizo prometer bajo palabra de honor que se desistiría de semejante propósito y que si incumplía él mismo informaría a las autoridades del siniestro plan, y así se hace constar en el proceso de la conspiración. Lo cierto es que si Santander logró evitar que se atentara contra la vida de Bolívar en dos ocasiones, no parece factible que luego pudiera haber estado interesado en participar en una conspiración con tan nefasto propósito, que carecía de toda planeación adecuada y cuya ejecución resultaba más complicada si se compara con los anteriores planes abortados.

El 15 de febrero de 1836, en Soacha, previa licencia de las respectivas parroquias, se celebró el matrimonio del presidente de la república Francisco de Paula Santander, de 44 años de edad, con Sixta Pontón Piedrahita de 21 años cumplidos. Lo administró Juan de La Cruz Gómez Plata, Obispo de Antioquia y sirvió como padrino Manuel José Mosquera, Arzobispo de Bogotá.

La fiesta que ofreció el general Santander a algunos de sus amigos fue una verdadera verbena popular. Se bailaron danzas de la época a los acordes de una banda de músicos del ejército.

El presidente, en esta ocasión, pronunció el siguiente brindis: «Señoras y señores: el matrimonio, que es el contrato más conforme a nuestra naturaleza y a la razón, ha merecido ser elevado a la dignidad de sacramento desde la publicación del evangelio. Hoy he pagado con toda mi voluntad este obsequio a la naturaleza, y un homenaje a la religión, y a la moral pública. Debo agregar a la satisfacción que siente mi alma, la particular, de haber administrado el sacramento mi antiguo y muy estimado amigo, el señor obispo de Antioquia, y tenido la recomendable condescendencia de servirme de padrino el Sr. arzobispo de Bogotá tan recomendable y tan digno de mis respetos y mi amistad. Yo brindo con toda la efusión de mi corazón porque aquellos de mis compatriotas que se hallen en mi caso hagan un igual homenaje a la razón y a la moral, en favor de su felicidad doméstica y de la del general de nuestra querida patria.»

Del matrimonio nacieron tres hijos: Juan, Clementina y Sixta Tulia. El primogénito falleció a los pocos minutos de nacer. Con la inhumación del niño en diciembre de 1836, fue inaugurado el Cementerio Central de Bogotá. De las hijas del General Santander existe una numerosísima descendencia. Clementina de extraordinaria belleza, fue su esposo el diplomático peruano coronel Manuel Freyre. Sixta Tulia contrajo matrimonio con Manuel Suárez Fortul y durante su noviazgo circuló en Bogotá una copla cuya autoría se atribuyó a Germán Gutiérrez de Piñeres, que decía:

«Juro por el Catatumbo
y también por el rio Zulia,
que el patán Suárez Fortul
no merece a Sixta Tulia.»

Descendientes del General Francisco de Paula Santander, los señores Ricaurte fueron los propietarios de la Hacienda de Terreros, conocida por todos los soachunos, en donde se han levantado algunas urbanizaciones y se pretende construir el tan criticado, con razón o sin ella, Cable-Soacha. Además Santander merece que se le recuerde con cariño y que en algún sitio de importancia lleve su nombre en Soacha. No podría ser el Parque o la sede de la Justicia que se ha dicho, se levantará precisamente en predio de Terreros?

JOSE IGNACIO GALARZA M.

joseignaciogalarza@yahoo.es

Fuente: SANTANDER, de la historiadora antioqueña desaparecida, Pilar Moreno de Ángel. Editorial Planeta. Primera edición, mayo de 1989

Siga a Periodismo Público en Google News. Suscríbase a nuestro canal de Whatsapp