“El castigo más grande ha sido perderla para toda la vida”

El día 20 de noviembre del año 2000, la policía de Soacha reportó un asesinato en el sector de San Carlos. El cuerpo presentaba dos tiros con arma de fuego, las autoridades buscaron hasta que dieron con el paradero del novio de la víctima, quien horas más tarde confesó lo que había hecho.


Juan Diego Carrillo es una persona de 30 años que vive en el sur de la ciudad, aparentemente otro colombiano ahogado por las penas y la incertidumbre que tiene a cuestas, tras recorrer las calles por las que alguna vez transitó con la que pudo haber sido probablemente el amor de su vida.

Resuenan las llaves de su casa, las mete al bolsillo y su hija corre a jugar en el parque, mientras Juancho, como lo conocen sus amigos, inicia el principio de esta tragedia que terminó por definir el nombre de su hija María Paula, su segundo amor.
Juan es un expresidiario que cumplió su condena en el año 2010, después de declararse culpable por la muerte de su compañera sentimental María Vélez Cosme, persona con la cual llevaba una relación amorosa de aproximadamente tres años.

Muchos planes agendados y sueños por cumplir; lo que empezó como el sueño de una pareja enamorada, terminó en un asesinato y en la condena de Juan Carrillo, enceguecido luego de tomarse un par de tragos.

El día 19 de noviembre, Juan y María salieron con varios amigos para celebrar los cumpleaños de uno de sus compañeros. A eso de las 8 pm llegaron a una discoteca ubicada en la Av. Primero de Mayo, llamada Caravana. Allí estuvieron hasta las 2 am y la fiesta culminó en San Mateo donde, según testigos, sucedió el asesinato. “Salimos algunos compañeros del trabajo, nos metimos a Caravana y de ahí nos fuimos a San Mateo para donde Eliot; ya estábamos bastante entonados, así que decidimos seguirla por allá”.

Luego de algunos tragos se tornó algo de tensión en el ambiente. Juan y uno de sus compañeros de trabajo, Edison, empezaron a discutir por la cantidad de dinero que habían invertido en el trago que ya habían consumido; se pasó de bailes y risas, a miradas turbias y comentarios malintencionados, hasta que la disputa terminó en golpes. Juan, cansado, borracho y con ganas de concluir aquella trifulca, decidió sacar un arma que llevaba en ese momento y accionarla, con tan mala suerte que estaba a punto de causar lo que iba a ser el final de una historia de amor y el comienzo de un infierno aparentemente sin ninguna posibilidad de retorno.

“Para todo lado cargaba con la pistola calibre 22, no tenía el permiso pero me sentía protegido, y en esos tiempos los ladrones estaban alborotados y Soacha hace honor a su reputación, aquí los vándalos abundan como lluvia, pero no sabe cuánto me arrepiento de eso”.

Hizo dos disparos, encontrando en su camino a María y con ella su muerte; el miedo y el pánico se apoderó del ambiente, el cuerpo duró en el piso un par de minutos; cerca de las 4 am todos los implicados procedieron a llevar el cadáver hacia la casa de Juan, después de varios intentos para hacerla “reaccionar “, decidieron llamar a un farmacéutico amigo de Juan y residente del mismo conjunto, quien al tomar sus signos vitales dio el diagnostico de muerte.

“Me quería morir, me sentía impotente, pensé en huir y lo hice, llame a la policía y dije que había un cadáver en tal dirección, luego mis amigos se fueron llenos de miedo, yo solo me senté ahí en el municipal (parque de San Mateo) aterrado, cuando sonó mi celular, era un número desconocido y no respondí, sabía que no podía huir para siempre, pero eso no me importaba, había matado a la mujer de mi vida, fue ahí cuando decidí dar la cara “.

Horas más tarde, tras la confesión de Juan, este fue judicializado y llevado a una penitenciaria. Después del juicio es condenado a 11 años y 6 meses, sin embargo, después de la intervención de su abogado y un buen comportamiento se le reduce la pena a 9 años. La familia de su compañera sentimental no estuvo satisfecha con la orden de la fiscal, y las palabras de arrepentimiento y culpa de Juan no fueron suficientes para redimir el odio con el que fue juzgado.

“Fueron los peores años de mi vida, la verdad no creo haber pagado por la muerte de María, pero sé que encerrado y privado de mi libertad solo aumentaba mi dolor y tal vez eso era castigo suficiente, no poder volver a verla, fue lo más doloroso. Sinceramente no me gusta hablar de esto, pero quiero confesarle que lo peor que me ha dejado esto es no poder volverla a ver, por lo menos para pedirle perdón, el castigo más grande ha sido perderla para toda la vida”.

Juan con una cara de tristeza y dolor cuenta su historia; actualmente se encuentra estudiando y trabajando, con el pasar del tiempo y el dolor de sus antiguas heridas, se volvió una persona abstemia y con repudio hacia cualquier tipo de arma, tiene una familia y su hija heredó más que la tragedia, el nombre de lo que él llama como el amor de su vida. María tiene 4 años y ha vuelto del parque con una sonrisa en el rostro y un abrazo bastante efusivo hacia Juan, dejándonos como conclusión que tal vez las cosas pasan por algo, y que esos planes que Juan y María tanto habían soñado, son el reflejo del amor de una niña hacia su padre.

Autor: Manuel Romero (Charles Plaidy)

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