En busca del venado de oro en los cerros de Bogotá

En la Colonia, el sendero fue epicentro de mitos dorados que se escondían entre sus cuevas. Hoy es escenario de recuperación ecológica. ¿Conoce usted esta riqueza natural bogotana?


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La leyenda del venado de oro ha permitido crear un sendero ecológico en los cerros de Bogotá.

¿Qué hay en medio de los cerros de Guadalupe y Monserrate? En el centro de la ciudad, más arriba de la avenida Circunvalar, se ha tejido una historia que tiene su origen en la búsqueda de El Dorado y persiste hasta hoy como buena excusa para promover la recuperación ecológica de la zona. Cuenta la leyenda que en alguna de las cuevas de ese gran cañón hay un venado de oro. La historia empieza con la llegada de los españoles. Los muiscas optaron por esconder sus más preciados tesoros. Desde entonces se empezó a tejer el mito sobre la fortuna que podría estar escondida en medio de los cerros. No obstante, fue sólo después de un sangriento lío de faldas en la época de la Colonia que se reforzó el mito.

A la ciudad llegó un viajero portugués llamado Diego Barreto, quien se enamoró de la hija de un comerciante. En medio del romance, el extranjero decidió llevarle a la mujer una serenata a su casa, pero no fue bien recibido: el padre de la joven salió a enfrentarlo con un sable, lo que desató una fuerte gresca. El comerciante resultó gravemente herido y Barreto, convencido de que había matado a su suegro, huyó entre los matorrales del cerro de Guadalupe y se adentró en el monte. Buscando dónde protegerse de la lluvia, se ocultó en la primera cueva que encontró.

Fue allí donde el portugués encontró el mítico tesoro: un venado de oro de tamaño natural. Barreto sabía que no podría sacarlo fácilmente y menos si lo buscaban por un asesinato. Por eso, antes de huir al sur del continente, sólo tomó los cuernos del animal y enterró un sable en la tierra para demarcar el sitio donde había dejado el resto. Regresó a la ciudad cuatro años después para recuperar el resto del botín. Estaba convencido de que nadie se acordaría del fatal episodio que lo había obligado a huir. Sin embargo, el comerciante había sobrevivido y cuando lo reconoció le disparó. El portugués murió sin dejar ni una pista sobre la ubicación de la escultura de oro.

Reviviendo el venado

Del famoso venado pocos volvieron a hablar y en los años siguientes, con el crecimiento de Bogotá, el lugar fue explotado para extraer material de construcción, hasta que Laureano Gómez, maravillado por la vista desde el cañón que forman los cerros, abrió una hostería, lo que hizo de la zona un lugar concurrido por turistas nacionales y extranjeros.

Pero no duró mucho tiempo, pues luego del Bogotazo los manifestantes culparon a los conservadores del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán e incendiaron el estadero de Gómez, quien para entonces era ministro de Relaciones Exteriores. Después de ese episodio, a la zona llegó el olvido y la maleza lo cubrió todo.

En 2012, el Jardín Botánico y el Instituto Humboldt dieron vida a un proyecto que buscaba la recuperación del sector. Allí ubicaron una sede del instituto y abrieron un sendero ecológico, que denominaron el Sendero del Venado de Oro. En cinco años han logrado rescatar especies de fauna y flora como el amarillo y el pino hayuelo, que hacen parte del antiguo bosque maduro, o algunas que ya se consideraban extintas, como un tipo de nogal considerado por los indígenas como un árbol sagrado, pero que fue talado por los españoles como forma de represión, cuenta Luz Helena Oviedo, del Instituto Humboldt.

En la zona también comenzó el reemplazo de especies foráneas de pino, eucaliptos, retamo y acacia negra, que en un principio fueron sembradas como parte de un plan de reforestación, pero que terminaron dejando el suelo árido, debido a la gran cantidad de agua necesaria para su crecimiento. “Lo que hemos venido adelantando es recuperar la diversidad propia de los cerros orientales y de esta manera poder facilitar el desarrollo de los servicios ecosistémicos y demás beneficios”, asegura Alejandro Restrepo, investigador en la zona.

Entrar hoy al Sendero del Venado de Oro es entrar a un bosque donde se encuentran 18 especies de mamíferos, 119 de aves y 443 de plantas, así como un ecosistema que se ha conservado a través de los siglos. El ingreso al lugar es restringido. Se hace una caminata mensual la última semana de cada mes para el público en general y se programan actividades en el cerro para estudiantes de colegios y universidades, pero durante la temporada navideña se tiene previsto un recorrido el 12 de diciembre, a partir de las nueve de la mañana.

Más allá de ir en busca del tesoro indígena escondido, el Sendero del Venado de Oro es una maravilla natural en medio de la cual aparece el sol cada día y que hoy, a pesar de que la ciudad le ha dado la espalda en su expansión, es su pulmón, el origen de sus fuentes hídricas y el hogar de cientos de especies nativas.

Fuente: El espectador

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