¿Hay esperanza en Soacha?
De entrada les digo que sí, pero una cosa es la esperanza y otra muy distinta es la realidad. Muchos seguimos guardando esa ilusión de cambio, progreso y desarrollo, o quizá esperando que tarde o temprano suba un alcalde capaz de liderar un proceso que le dé a Soacha la imagen que se merece.
Cuatrienio tras cuatrienio, elección tras elección el panorama es el mismo y la esperanza se mantiene. ¡Ese sí es! ¡Ese es el cambio! ¡Ese sí transformará a Soacha! Y la verdad, cambia el nombre del mandatario, de algunos funcionarios y quizá el estilo, pero lo esencia no. Todo sigue igual y diría que hasta peor.
Desde 1988, cuando Soacha eligió por primera vez a un alcalde por voto popular, que a propósito fue Fernando Ramírez, las cosas en el fondo siguen igual. Claro, cada uno con estilo diferente y con condiciones propias del municipio, pero a la larga la misma cosa.
No falta el que diga que las cosas con los Ramírez (Jorge y Fernando) eran distintas. Que estos dos señores sí tenían autoridad, que llevaban los pantalones bien puestos, que lo poco que hay en Soacha fue hecho por ellos y sus aliados en otros gobiernos, y como ejemplo nombran al estadio municipal, el teatro Sua, los centros de salud, los colegios municipales y hasta la transformación del parque (criticada por muchos); que todo el mundo temblaba cuando un Ramírez hablaba y que las cosas se hacían o se hacían.
Por el contrario, con los gobiernos que los han sucedido hay una serie de críticas justamente por falta de autoridad. Que cada secretario es una república independiente, que todas las órdenes se las pasan por la faja y que les falta “pantalones” para gobernar una ciudad como Soacha.
Bueno, no quisiera mencionar nombres pero creo que por el hecho de haber nombrado a los Ramírez, es pertinente recordar a sus sucesores: el cura Ochoa, Ernesto Martínez y sus reemplazos, Juan Carlos Nemocón y ahora Eleázar González. No menciono a Arango, Gonzalo Rodríguez y Darío Cabra porque ellos pertenecieron al mismo clan de Jorge y Fernando.
Y ustedes dirán, ¿Qué tiene que ver la palabra esperanza con los nombres de los exalcaldes? Sencillo. Porque cada vez que se elige un mandatario existe esa ilusión de ver a una Soacha diferente y transformada. Pero la triste realidad es que cada vez hay más problemas, más desarraigo y menos compromiso.
Que los Ramírez son mejor, dicen unos. No, desde Martínez las cosas han cambiado porque tumbamos la hegemonía de los Ramírez, argumentan otros. Pero… ¿Cuál es la verdad? Me atrevería a decir que la realidad es una sola, y es la misma que vivimos a diario quienes caminamos las calles de Soacha: una ciudad llena de delincuencia, desplazados, microtráfico, vías rotas, sin parques ni escenarios deportivos, un municipio caracterizado por el desarraigo, la incultura, la falta de sentido de pertenencia y la ausencia de compromiso ciudadano, sumado a la falta de visión de los mandatarios y sus funcionarios, y ahora inundándose de habitantes de la calle y venezolanos.
Y entonces, ¿quién es la solución? Ahí es donde está el problema, el mismo que cada cuatro años se pone en tela de juicio de los electores pero que hasta el momento nadie ha descifrado. En su momento los seguidores de Ernesto Martínez creyeron tener la razón porque por fin se había caído la hegemonía Ramírez; luego los de Nemocón aseguraron lo mismo y hace apenas 18 meses los simpatizantes del “Profe” divulgaron algo similar. Pero, ¿algo ha cambiado en Soacha? Pues juzguen ustedes.
Lo único cierto es que cada quien llega con su gente a pagar favores y a hacer lo que considera pertinente para el municipio, pero en el fondo no pasan de ser pañitos de agua tibia que calman la sed de unos pocos, mientras la inmensa mayoría sigue seca por la falta de esa agua viva que curaría buena parte de los males de esta dolida Soacha, la misma que en algún momento bauticé como “Soacha dolores viuda de asfalto”, pero que ahora le falta seguridad, movilidad, respeto por el espacio público y compromisos ciudadano.
Bueno. Podría seguir escribiendo, recordando o cuestionando, pero la conclusión creo que ya es necesaria. Si revisamos lo que ha hecho cada gobierno, la situación en Soacha es cada vez más compleja porque estoy seguro que no depende de quien esté a la cabeza del municipio. Si la mirada desde el distrito, el departamento y la nación no cambia, sumado a la actitud de los habitantes de la ciudad, les aseguro que las cosas seguirán igual por años y años, es decir, independientemente de quien suba, los problemas continuarán creciendo.
Lo anterior no significa que los alcaldes deben dormirse y esperar que las ayudas lleguen. Por el contrario, deben ser verdaderos gerentes, personas que gestionen recursos en todo lado, que lideren procesos, que sean eficientes con el presupuesto y que se dediquen a cosas grandes, no ha pequeñeces. Deben tener claro que son temas de gobierno y no de campaña.
Soacha requiere con urgencia un nuevo censo poblacional, necesita representación en el Congreso y la Asamblea, le urge una figura especial para que pueda arañar mayor presupuesto de la nación, hacer gestión, trabajar por construir identidad y compromiso de sus ciudadanos para aportar, proponer y reclamar sin violencia, y algo fundamental, voluntad política para empezar una verdadera transformación.
Como ustedes pueden ver las cosas no son fáciles, pero tampoco imposibles, aunque una cosa sí es cierta. Mientras persistan los intereses politiqueros, el ego de “nuestros líderes”, el individualismo, la apatía de los ciudadanos y la mirada despreciable de la nación y el distrito, es prácticamente imposible que Soacha cambie. No hay que esperar que el otro dé el primer paso para colocarle la traba y criticarlo, es cuestión de conciencia y compromiso, de lo contrario, el municipio seguirá hundido en los problemas, atrapado por la delincuencia y sumido en el individualismo y el egoísmo. ¡Usted tiene el poder de decidir!
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