“La democracia sí es posible”

Desde el Centro de la Memoria, un espacio edificado en el corazón de Bogotá en lo que en el pasado fuera un cementerio, dedicado a recordar a las víctimas en procura de su dignificación, en un auditorio atiborrado de gente que le ha dedicado toda la vida a la causa de la defensa y promoción de los derechos humanos, como preámbulo a la presentación del dramatizado que será emitido todos los domingos por Canal Capital, “Crónicas de un Sueño”, el alcalde de Bogotá pronunció la frase con la que titulo este escrito (“La democracia sí es posible”) al culminar un extenso relato, desde sus recuerdos, de lo que fue la década de los ochenta en Colombia.


Con su acostumbrado desenfado verbal, aferrado a la transparencia del atril, poco a poco, el alcalde Gustavo Petro, fue hilvanando los recuerdos de una época atiborrada de dificultades, vivida por nuestras generaciones, en la que el signo imperante fue el de la desesperanza y la barbarie. Días de persecuciones, allanamientos, torturas, desapariciones, asesinatos selectivos y cárceles para quienes disentían o se oponían al estado de anormalidad en el que se sobrevivía (hasta el Nobel García Márquez le tocó salir apresurado al exilio para evitar ser capturado acusado de ser integrante del M-19, recordó el Alcalde), pasando por los recuerdos de las acciones de la entonces activa guerrilla del M-19 que inauguró la década de los ochenta con el robo de las armas de la guarnición militar del Cantón Norte en Bogotá, hecho que desató una ola de allanamientos y represión plagada de arbitrariedades de los militares en busca de las armas perdidas. Decían por esos tiempos, con sarcasmo, que fue tan efectiva la acción del ejército que lograron recuperar más armas de las que el M-19 había sustraído, en la noche de año nuevo, mediante la construcción de un enorme túnel.

Recordó y describió con pausadas palabras la dimensión de los estragos de la violencia de las mafias del narcotráfico, en muchos casos aliada con la policía y el ejército, una alianza perversa para asesinar líderes de izquierda y que, día a día, fueron encubando el “leviatán inmisericorde” del paramilitarismo. Hasta la naturaleza misma parecía haberse confabulado para dejar la huella de muerte y desesperanza: Armero, un municipio del territorio tolimense y sus pobladores fue borrada, literalmente, por la avalancha de lodo de la erupción del volcán Nevado del Ruiz. “Colombia está extraviada en un cósmico hueco negro”, recuerdo me dijo Afranio Parra, un guerrillero del M-19 que combinaba la lucha armada con la predicción y la descripción de visiones premonitorias de América Latina recuperando las esencias de los primigenios dueños de estas tierras de culturas exterminadas por la espada de los conquistadores que irrumpieron detrás de la codicia del oro de El Dorado. “Pronto llegará la Era del Cuarzo y el Jaguar”, predicaba Afranio.

La premonición de Afranio se cumplió. La década de los ochenta, dramatizada en trece capítulos, culmina con la firma del primer acuerdo de paz exitoso y fin de la guerra logrado en América Latina, con el M-19, acompañado con el desabroche de los jóvenes que desatan la movilización social y política (“Séptima Papeleta”) que permite la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente, escenario en el cual se redactó la Constitución vigente, en 1991.

Las décadas siguientes no han sido fáciles. Sin embargo, en el texto de la Constitución de 1991, desde la voz de las víctimas, aseveró el Alcalde, están las claves para que las generaciones presentes tengan la certeza de que “la democracia sí es posible”. Debate abierto.

@ticopineda

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