La escritura según Francis S. Fitzgerald

Por estos días se ha vuelto a hablar de la figura tutelar que representa en la historia de la literatura Francis Scott Fitzgerald a raíz de la publicación de Moriría por ti, una colección de 18 relatos que la editorial Anagrama ha vertido al español luego de su aparición en Estados Unidos el año pasado, gracias a la cesión de los herederos de Zelda y Scottie Fitzgerald (su madre e hija) de estos textos descubiertos en el 2011 en viejos cajones de la casa familiar.


Pero el mítico autor de El gran Gatsby, y acá el interés de esta breve selección de citas, fue también un aforista del oficio, un comentarista de asuntos literarios, de la escritura y los escritores, de la cual dejaba constancia en manuscritos de todo tipo y extensión. Cartas dirigidas a amigos, a editores, a su esposa (también escritora) y a su hija, hacen parte de Sobre la escritura, libro que paso a glosar, y que nos recuerda la vigencia de esa figura de la “generación perdida” según término acuñado por Gertrude Stein, de ese “hombre que ha muerto por haber dejado la bebida” según hace comentar Bukowski a Henri Chinaski en un paraje de la novela Hollywood, de ese maestro muerto a los 44 años sin amigos, de ese hombre “bastante maltrecho y prematuramente avejentado que no tiene un céntimo, salvo por lo que puede exprimirle a su mente cansada y a su cuerpo enfermo» (como le escribió a Zelda en el declive de su vida) y cuya grandeza irradia en este intento de desentrañar los misterios literarios. Así es que, sin más largas, una prueba de este banquete editado por Larry W. Phillips, periodista, escritor y editor del libro Ernest Hemingway on writing. El teto está disponible para su descarga en internet.

“Schwarz me miró como quien mira a un jurado.

—Ahí tienes a un escritor —dijo—. Lo sabe todo y al mismo tiempo no sabe nada”.

“En cada generación, el artista ha tenido que hacer perdurable su obra afinándola y depurándola sin descanso, no fuera a enredarse en el material periodístico que ha atraído a personas de menor talento”.

“(Al ver pasar a un escritor con alma de alcohólico). Por ahí va uno de los últimos supervivientes de la escuela de ‘la bebida y la inspiración’. Bret Harte fue uno de los precursores. Aquello estuvo bien en su día, pero la verdad es que se está extinguiendo la vieja escuela de los escritores que aprendieron a beber y escribir al tiempo que trabajaban para los periódicos (…) ya no se ve gente así. No sé cómo se las arreglaban; en mi caso, las drogas entorpecen el trabajo. Puedo entender que alguien tome café por su efecto estimulante, pero el whisky… no, de ninguna manera.

-Nadie diría, leyendo A este lado del paraíso, que fue escrita a base de café.

-No lo fue. Te reirías, pero confieso que la escribí a base de Coca-cola, que es lo bastante efervescente para mantenerme despierto”.

“¿Has conocido a algún escritor que acepte tranquilamente y sin rechistar una crítica negativa justa?”

“Me parece que corregir significa, en este caso, suprimir la parte más floja del libro, luego la segunda más floja, y así sucesivamente”.

“Me considero, en literatura, un ladrón profesional que busca ávidamente las mejores técnicas de todos y cada uno de los escritores de su generación”.

“Mi novela es autobiográfica en cuanto al punto de vista, pero he tomado prestados episodios de la vida de todos mis amigos”.

“Si la novela me está costando lo indecible es porque aún me encuentro en la etapa inicial, la de crear a los personajes. A la gente la percibo con mucha menos intensidad que antes. Tengo que reunir cientos de impresiones e incidentes dispersos para formar el tejido de una personalidad”.

“Uno no escribe porque quiera decir algo, sino porque tiene algo que decir”.
“Muchas veces la decisión es doblemente dolorosa: por ejemplo, cuando está terminado el libro, o es impensable tirarlo todo a la basura, pero no le queda más remedio que quitar de la novela a uno de sus personajes preferidos agarrándolo por los talones, por mucho que chille y aunque arrastre consigo una docena de pasajes excelentes”.

“Parecía tan bello ser un escritor de éxito: nunca llegarías a ser tan famoso como una estrella de cine, pero el renombre que alcanzaras seguramente duraría más; nunca llegarías a tener el poder de un hombre con profundas convicciones políticas o religiosas pero gozarías de mayor independencia. Estabas condenado a una insatisfacción perpetua en el ejercicio de tu oficio; pero a mí, por lo menos, no se me habría ocurrido elegir ningún otro”.

“El director de Colliers me ha pedido que colabore con la revista […] pero le he dicho que estoy terminando mi novela y que solo le puedo prometer que me lo pensaré. En cualquier caso, me va a costar más trabajo de lo normal, porque me estoy sacando cosas de la cabeza como quien extrae uranio: un gramo por cada tonelada de ideas desechasen sus mejores años. Y es que, cuando está oculta, la parte más frágil y huidiza de ese talento le resulta a uno tan ajena, tan extraña que parece requerir un guardián mejor que el pobre individuo en el que reside”.

“Es algo desalentador que un cuento facilón como Una chica popular, que escribí en una semana y estando mi mujer de parto, me reporte 1.500 dólares, mientras que otro verdaderamente original como Un diamante tan grande como el Ritz, en el que invertí tres semanas y tanto entusiasmo, no me da ni un céntimo. Pero el caso es que, gracias a Dios y a Lorimer, voy a ganar una fortuna”.

Sobre la escritura. Larry W. Phillips. Alba editorial. 2016.

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