La seguridad en Soacha es un desastre

“Ni un ladrón más nos cabe en Soacha” fue la frase que pronunció Ángel Andrés Salamanca, residente en el barrio Bochica de la comuna dos, al consultarle su concepto sobre la seguridad en el municipio. Como él, cientos de ciudadanos coinciden en afirmar que la ciudad está ‘minada’ de atracadores, raponeros, integrantes de bandas delincuenciales y hasta asesinos.


Hace apenas cinco años resultaba fácil, cómodo y seguro caminar por diferentes sectores de Soacha, especialmente por el centro y sus alrededores. Pero con el crecimiento acelerado de la ciudad, la falta de políticas estatales para controlar los diferentes fenómenos de inseguridad, la actitud pasiva de las autoridades y el escaso compromiso de la comunidad, los delincuentes han venido aceleradamente tomando ventaja hasta el punto de invadir zonas que se consideraban seguras, como el mismo parque principal.

Lo preocupante del caso es que la mayor parte de los delincuentes, independientemente de su actuar, son menores de edad que se agrupan en pandillas para planear sus fechorías. “Hace apenas tres días me raparon el celular a 20 metros del parque, por la carrera séptima, y no pasó nada a pesar de entablar la denuncia. En medio del susto no le alcancé a ver la cara al ladrón, pero de lo que sí me di cuenta es que era un jovencito como de unos 16 años”, dijo Mauricio Salcedo, residente en el centro de la ciudad.

A diario y en cualquier sector, una persona que se desplace por la ciudad está expuesta a ser víctima de los delincuentes. Según las autoridades, el raponazo, el robo del celular, el consquilleo y los atracos con arma blanca, son considerados delitos menores, situación que complica la judicialización del delincuente porque al ser capturado y conducido a la URI o al mismo juzgado, generalmente es dejado en libertad. “En este caso lo grave es que el delincuente sí lo ‘ficha’ a uno y posteriormente le puede hacer daño”, sostuvo José Miguel Suárez, habitante de Compartir.

Recientemente, durante el acto de entrega de nueve camionetas y 51 motocicletas a la policía, el alcalde Juan Carlos Nemocón aseguró que aunque la percepción de inseguridad sigue siendo alta entre los ciudadanos del municipio, la apuesta es cambiar la percepción y combatir toda clase de delitos, especialmente el menor.

“Hoy estamos en unos niveles de inseguridad que preocupan, tanto al gobierno municipal como a toda la ciudadanía, por eso a partir de hoy no hay excusas, tenemos que responderle al ciudadano, debemos generar esa percepción de seguridad que se ha venido distanciando, queremos apuntarle a la reducción del delito menor, del robo al celular, del atraco, del robo callejero; en los demás niveles de hurto como los robos a establecimientos bancarios, comerciales y residenciales, hemos mantenido niveles controlados, inclusive hemos disminuido frente a años anteriores, pero el gran delito que nos aqueja es ese atraco, generalmente producido por jóvenes en bicicletas o motocicletas, entonces me propongo disminuirlo sustancialmente con esta inversión que estamos haciendo”, aseguró el alcalde.

Actualmente la ciudad tiene 48 cuadrantes, que aunque no es el número apropiado para un municipio de un millón de habitantes, sí es muy superior al de hace apenas dos años, sin embargo, las cifras indican que hoy roban y atracan más que en 2012.
“En todo lado la policía y el alcalde hablan de cuandrantes, pero uno no ve que la inseguridad disminuya. Yo vivo sola allí en el Satélite y mi hijo se fue para Bogotá precisamente porque lo atracaron tres veces en el último año al llegar de la universidad”, añadió Francisca Romero, residente en la comuna dos.

En el papel la seguridad ha mejorado, pero las calles de Soacha representan un grave riesgo para quienes las transitan, ya que en medio de la multitud que se desplaza por ellas, los ladrones y atracadores permanecen al asecho, como el león buscando su presa. “Que tristeza decirlo, pero desde que comenzaron a llegar desplazados y gente a ocupar las viviendas gratis, esto se ‘jodió’. Soacha está invivible”, sostuvo Rubiela Medina.

Es cierto y hay que reconocer que la Policía ha venido dando golpes a la delincuencia organizada, especialmente a quienes se dedican al microtráfico. En los últimos seis meses los titulares de los medios de comunicación local y nacional dan cuenta de la desintegración de bandas dedicadas a la venta y distribución de estupefacientes, incluso en la última semana se conoció la captura de varios sujetos dedicados a extorsionar transportadores en la comuna cuatro. No obstante, los que atracan en la séptima, en el parque, en la calle 13, en el corredor de la autopista, o en cualquier calle de Compartir, San Mateo, León XIII, el Danubio, Ubaté u otro barrio de la ciudad, siguen campantes reuniéndose en parques y esquinas para salir a pie, en bicicleta o en moto con el fin de escoger a sus víctimas y robarle el celular, el anillo o el dinero que lleve consigo.

Así es la Soacha de hoy, un municipio muy diferente al que le abrió las puertas a una multitud que vio en esta tierra una oportunidad para vivir, la misma que en otrora se caracterizó por sus amplios campos para practicar deporte, la que llevó grandes figuras a los mejores equipos de fútbol del país, aquella que era reconocida por su industria y gastronomía, la misma que permitía a niños y adultos pasear por sus calles sin exponerse al peligro, la que escogieron padres de la patria como Santander para celebrar grandes acontecimientos, la de los paseos de olla al árbol del amor, a la laguna Terreros, al Salto del Tequendama, ese municipio verde y lleno de cultivos de trigo y cebada… Pero hoy es una ciudad muy diferente, llena de problemas sociales, inundada de habitantes desesperados que buscan solucionar su problema de vivienda, la que tiene sus calles inundadas de atracadores, de consumidores de droga, de corruptos y delincuentes, es la misma Soacha que muchos escogieron para vivir, pero la que ahora todos quieren abandonar.

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