Las primeras generaciones en educación superior

El concepto de pereza usualmente entra en el vocabulario como un sinónimo de tedio y en consecuencia lo asociamos con el desgano de un individuo para realizar un esfuerzo físico. Pero se ha visto que esta denominación no solo puede darse por el desgano del individuo, sino también por el descuido, o simplemente por la falta de motivación.


Es un calificativo que no señala de forma exclusiva al individuo, sino que además trasciende para determinar el carácter de las organizaciones o de las sociedades. Sus síntomas a veces son similares, pero la naturaleza del origen es absolutamente distinta. En la religión judeocristiana la pereza era uno de los pecados capitales porque daba origen a otros pecados y en general los juicios sobre esta abundan en términos peyorativos. Una de las sorpresas que he tenido con el reto de promover proyectos educativos es la de encontrar pereza en personas jóvenes para proponerse construir un proyecto de vida. Pero no son casos aislados; esa conducta se generaliza inclusive en algunos colegios. La apatía en el conjunto es evidente.

Algunas veces surge como consecuencia de una construcción cultural derivada de una deficiencia en el ejercicio docente para sembrar la motivación. En otros casos es el resultado de la edificación del mismo grupo. En el ámbito social, las especies vivas más inteligentes son menos susceptibles de sentir pereza; entonces, como consecuencia directa, aquellas más activas desarrollan mejores habilidades para adaptarse al entorno y sacar beneficios de él. En Colombia, el cubrimiento de educación superior es del 40 %, según la información suministrada por el Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (SNIES).

En otras palabras, de cien jóvenes que terminan bachillerato, cuarenta entran a educación superior, ya sea como técnicos, tecnólogos o profesionales. ¿Qué hace el otro 60 %? Simplemente no entra. He aquí donde inicia la pregunta: ¿por qué no entran? Es una pregunta para contestar en una investigación. La otra pregunta sería ¿y qué hacen estos jóvenes? Faltan oportunidades, es probable; bajo nivel académico, también; falta de recursos económicos, también.

Pero además de todo esto, es cierto que una de las preguntas para contestar en esa investigación es cuántos o qué porcentaje de estos jóvenes no ingresa a una educación terciaria simplemente por pereza individual, causada tal vez por la desnutrición, o por la construcción colectiva de la institución constituida por la desesperanza en cuanto a las oportunidades de ascenso social, o también por la pereza social, porque se desconoce lo que representa el aumento en los años de escolaridad para su calidad de vida.

Hoy en día existen personas que a través del ciclo evolutivo de la especie humana forman parte de las primeras generaciones que logran la oportunidad de tener una capacitación superior para incursionar en el campo laboral en forma eficiente. Estoy en ese grupo. Total, esto es progreso, pero hay que prepararnos precisamente para este progreso.

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