Maradona, contra vos y con vos

Cézar Korrea

Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia

clcorreab@unal.edu.co

Un libro que no encierra su contralibro es considerado incompleto. Jorge Luis Borges.

El 22 de junio se cumplieron 35 años de los dos goles que Diego le hizo a Inglaterra en el mundial de México 86. Aunque no lo parezca, esos dos goles resumen la identidad de Diego y de todos los latinoamericanos. Somos una amalgama –contradictoria y creadora– de vileza y virtuosismo, de oscuridad y luz, de fealdad y belleza, de barbarie y civilización. Somos ladinos y latinos. Somos blancos y negros y amarillos. ¡Somos mestizos!

Grosero y creador del gol más hermoso de la historia de los mundiales. Cocainómano y enemigo mordaz de las injusticias. Mal técnico y sediento de gloria desde niño. Agresivo con las mujeres y artista intuitivo de las palabras. Tragón y genio del fútbol mundial. Mal estudiante y líder indiscutible en la cancha. Católico y crítico del Vaticano. Mujeriego y apoyo de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Salta a la vista, Diego no es el hombre nuevo ni el hombre ejemplar. Pero sí esel latinoamericano total. Encarna todas nuestras carencias y todas nuestras esperanzas, todas nuestras derrotas y todas nuestras virtudes. Como él mismo dijo alguna vez: “Crecí en un barrio privado de Buenos Aires. Privado de luz, de agua, de teléfono”; después, “me sacaron de Villa Fiorito y me revolearon de una patada en el culo a París, a la torre Eiffel”.

¿Humano, demasiado humano? No. Diego es latinoamericano, demasiado latinoamericano. Las y los latinoamericanos estamos desbordados de (in)humanidad. Nada (in)humano nos es ajeno. Somos puramente impuros y perfectamente imperfectos. Una mitad de nuestras acciones nos salva y, la otra, nos condena. Por ello, al igual que él, somos los dioses más humanos.

Sí, Diego nos recuerda nuestras contradicciones más hondas. Pero aún hay algo más importante. También nos invita a eliminarlas de raíz. Él así lo intentó a lo largo de su vida. Por ejemplo, reconoció y enfrentó su adicción, desafió a la FIFA, trato de recuperar el tiempo perdido con sus hijas, pidió disculpas públicamente, participó en la Cumbre de los Pueblos, se operó y bajó de peso, etc.

No ser como él y ser como él, odiarlo y amarlo, criticarlo y admirarlo, estar contra él y con él. Esa es la clave de mi relación con Diego… y con Latinoamérica. A los puristas, a los dualistas, a los mojigatos y a los que van por ahí condenando a diestra y siniestra, solo me queda repetirles estas palabras de Diego: “¡Que la chupen y que la sigan chupando!”. “Yo traté de ser feliz jugando al fútbol y hacerlos felices a todos ustedes. […] El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo, de eso no le quepa la menor duda a nadie. Porque se equivoque uno, no tiene que pagar el fútbol; yo me equivoqué y pagué, pero… la pelota no se mancha”.

Lo diré sin vacilaciones. Un día como hoy, Diego Armando Maradona Franco es latinoamericano de la misma manera que Latinoamérica es maradoniana.

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