Niños de Soacha defienden el medio ambiente

20 estudiantes del colegio Joaquín Montoya de Soacha conformaron el grupo de Defensores Infantiles del medio ambiente. Ellos son guiados por la docente Paola Muñoz para combinar su estudio con tareas y compromisos relacionados con la protección de la naturaleza.


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Crónica de Yessica Leandra Cepeda Villarraga

A las cinco de la mañana en un día normal, con un poco de lluvia y frío, se alistan desde sus casas afinando los últimos detalles en el uniforme y la lonchera, los 20 niños Defensores Infantiles del medio ambiente que viven en el municipio de Soacha.

Llegan las seis de la mañana, y entre expectativa, bostezos, risas y juegos, los pequeños acuden a una visita única en su clase; una cita con la naturaleza y aquellos gigantes verdes que desde la parte alta de la montaña tanto hacen por los que habitan más abajo, y que a veces olvidan la estrecha relación que se tiene con ellos. Así llegan los niños del colegio Joaquín Montoya de Soacha a abordar el bus que los llevará de la mano de su maestra, Paola Muñoz, y la profe de la CAR -como ellos le dicen-, al bosque más grande y cercano a este municipio de Soacha.

Trascurren cerca de 40 minutos y luego de subir un poco, ya lejos de la ruidosa y afanada ciudad, llegan al bosque Renace; un bosque que hoy vive no solo por su fuerza natural, sino gracias a la alianza estratégica entre las empresas de energía Codensa y Emgesa, que desde hace ya casi seis años han invertido parte de su tiempo, dinero y esfuerzo para restaurar y proteger 690 hectáreas de bosque andino y conectar a través de ese corredor verde, los ecosistemas ubicados en la cuenca media y baja del Río Bogotá.

Gabriela Huidobro es una de las ingenieras y residentes forestales que recibe a los pequeños que hoy visitan este maravilloso lugar, así que con voz segura y fuerte para hacerse entender y captar la atención de los pequeños asegura: “En este, el bosque Renace, contamos con dos guardabosques que se encargan a diario de velar por la seguridad y vigilancia en la zona protegida. Aquí no está permitida la tala de árboles y se ven especies animales como colibríes, el mico nocturno, el oso perezoso; y en flora, la rama de lluvia, el roble andino y la palma boba”.

Los niños sienten algo de frío por la niebla de la mañana que se ha posado sobre ellos con un suave rocío de agua. Aun así, avanzan con pasos lentos y asombrados por entre los árboles que los escoltan. Pasan por senderos naturales, puntos ecológicos y un mirador que les permite conocer el imponente Salto del Tequendama. Infinidad de sonidos, aves e insectos van a pareciendo durante el recorrido y le van enseñando a los pequeños el valor del lugar frente a sus ojos.

La profesora Paola Muñoz se sienta junto a sus estudiantes en un tronco de madera, dispuesto para descansar y contemplar el bosque, y reflexiona: “Para nosotros traer a los niños a estos espacios llenos de vida y naturaleza refuerza todo lo que les enseñamos en las aulas sobre medio ambiente y permite que ellos valoren y vean con sus ojos que no es un trabajo en vano”.

Y es que la belleza e imponencia del bosque Renace es tal, que basta solo con visitarlo para que se llene de más vida de la que ya tiene. Porque cada paso, cada foto y cada palabra haciendo alarde de su belleza, que le hacen propios y visitantes, lo recarga de vida, lo ven renacer y convertirse en el sueño de estos niños que cuidan y protegen el medio ambiente.

El recorrido termina, el bosque se queda quieto y recibe en pocos minutos la capa de la noche sobre él. Los niños se van a casa, pero no olvidan la energía, la calma y la paz que el bosque que Renace les acaba de dar. Un regalo que, sin duda, compartirán en sus casas con sus padres y amigos, para que los lleven de nuevo a reverdecer junto al bosque más bello de Soacha.

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