Papa Francisco se despide de Bogotá

Luego de cuatro noches de hospedarse en la capital colombiana, de atender a diferentes grupos sociales y de expresar mensajes de esperanza para que la gente transforme sus corazones, el papa Francisco le dijo adiós a los capitalinos. Miles de personas se agruparon al lado y lado del carril de Transmilenio de la calle 26 por donde se trasladó desde la Nunciatura hasta la base aérea de Catam.


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“Francisco dejó abierta la posibilidad para que los colombianos cambiemos, nos reconciliemos y pensemos en transformar nuestra actitud desde la casa, el trabajo y nuestra vida cotidiana”, comentó un periodista en uno de sus informes.

Cada palabra del papa Francisco tiene un significado especial. Desde que llegó a Bogotá el pasado miércoles se dedicó a sorprender no sólo a los fieles católicos, sino también a judíos, protestantes e incluso ateos.

En cada ciudad pronunció un mensaje diferente y les habló a las multitudes. Tuvo contacto con distintos grupos sociales, incluyendo a las víctimas y a los jóvenes, a pesar de su escepticismo con la iglesia, y a todos terminó convenciéndolos, porque sus palabras no estuvieron cargadas de religiosidad, sino más aproximadas al comportamiento de los seres humanos, independientemente de la creencia que cada quien profese.

Francisco es fuera de lo común y convence con sus palabras, incluso le dio relevancia a la mujer, a los indígenas, a las víctimas y le “jaló las orejas” a la misma iglesia católica para que demuestre más humildad y dé ejemplo de solidaridad.

En agradecimiento a los capitalinos, Francisco pidió el Papamóvil para trasladarse de la Nunciatura a Catam, a pesar de no estar dentro del protocolo y de su cansancio luego de viajes, compromisos y recorridos.

Hoy estará todo el día en Cartagena en donde hablará de los derechos humanos, de las minorías, de la mujer y de la construcción de la paz. Escuchará a lo más débiles, tal y como lo hizo en Bogotá. Villavicencio y Medellín; en ésta última ciudad se resalta el testimonio de Claudia Yesenia García, una niña que a la edad de dos años perdió a su familia en una masacre ocurrida en San Carlos (Antioquia), en donde quedó herida físicamente y desamparada, pero –como dice ella–, “Dios es grande” y fue acogida en los Hogares Infantiles San José de Medellín. “Hoy tengo 13 años y con alegría puedo contar que soy una niña feliz”.

Y justamente en la capital paisa, en su tercera jornada en Colombia, el Papa llegó temprano a Antioquia, tierra que se caracteriza por la laboriosidad y la fe. Allí se celebró una misa en el Aeropuerto Olaya Herrera de Medellín, donde se refirió a temas doctrinales.

Más tarde visitó la Casa Familia San José, donde saludó a niños y jóvenes abandonados o en situaciones desfavorables.

‘Ver sufrir a los niños hace mal al alma porque los niños son los predilectos de Jesús. No podemos aceptar que se les maltrate, que se les impida el derecho a vivir su niñez con serenidad y alegría, que se les niegue un futuro de esperanza’, expresó el Pontífice.

En Villavicencio su principal acto fue con las víctimas. Allí presidió el encuentro de oración por la reconciliación nacional, que se efectuó en el Parque Las Malocas. Escuchó atentamente a Pastora Mira García, víctima de la violencia guerrillera y paramilitar, quien entre otras cosas, dijo: “Cuando mi hija tenía solo dos meses, mataron a mi primer marido. En seguida, entré a trabajar en la inspección de Policía, pero tuve que renunciar por las amenazas de la guerrilla y los paramilitares, que ya se habían asentado en la zona”, narró.

El Papa escuchó atentamente, no sólo a Pastora, sino a otras víctimas de la violencia. Reclamó ‘como hermano y como padre’ que Colombia abra ‘su corazón de pueblo de Dios’ y se deje reconciliar y no tema a la verdad ni a la justicia.

‘Vengo aquí con respeto y con una conciencia clara de estar, como Moisés, pisando un terreno sagrado. Una tierra regada con la sangre de miles de víctimas inocentes y el dolor desgarrador de sus familiares y conocidos. Heridas que cuesta cicatrizar y que nos duelen a todos, porque cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas’, manifestó Francisco.

Sin embargo, señaló que no estaba allí para hablar sino ‘para estar cerca de ustedes y mirarlos a los ojos, para escucharlos y abrir mi corazón a vuestro testimonio de vida y de fe’.

‘Si me lo permiten, desearía también abrazarlos y llorar con ustedes, quisiera que recemos juntos y que nos perdonemos ¡Yo también tengo que pedir perdón! y que así, todos juntos, podamos mirar y caminar hacia delante con fe y esperanza’, continuó el Obispo de Roma.

Y cada salida fue similar. Sus palabras deleitan el espíritu, reconfortan el alma y dan esperanza, la misma que ahora tienen los colombianos de que sus mandatarios y el mismo pueblo cambie para que la visita del Papa no sólo se quede en cuatro días de oración y eventos, sino que sus mensajes se reflejen en un país diferente, sin corrupción, venganza e injusticia.

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