¿Quién podrá defender a Soacha?

“El que nace para martillo del cielo le caen los clavos”, dice el verso de la canción queriendo significar, entre otras, lo inevitable del destino. Así, por supuesto, también se ha escrito en la letra de la literatura universal, y la doméstica con sello de universalidad. Desde la historia del Rey que sucumbiría en los amores de su propia progenitora, hasta la muerte de Santiago que es asesinado con un cuchillo para destazar cerdos, por los hermanos vengando el “honor mancillado”, minutos después de que le cerraran la puerta en las narices.


En la vida real, más allá de cualquier ficción, el vecino municipio de Soacha, con quién Bogotá intenta sellar unas nupcias mediante la alianza del Área Metropolitana, pareciera condenada al signo de la tragedia. Primero, en lo que lleva de existencia en su vida de modernidad, después de la pérdida de importantes núcleos humanos que hoy son territorios autónomos, como también del extravío de la significación de su génesis precolombina de “Tierra del Dios Varón”, le caen, sin que ella lo busque, los males de Colombia, como condenada a las pestes que azotaron las tierras que mantenían esclavizado al “pueblo de la tierra prometida”.

Soacha, con unos ingresos de ciudad pequeña, por su atracción como punto de llegada, desde todos los puntos cardinales de Colombia, antes del ingreso al Distrito Capital de Bogotá, posee todos los problemas de un acelerado y poco planificado crecimiento. Además de la proliferación de barriadas de comunidades pobres que se apretujan en las partes altas de las montañas o en las zonas periféricas bajas, mucha de esa tierra calificada como “zona de riesgo” por remoción o tierras inundables, se suma el acelerado deterioro ambiental de sus recursos hídricos, la sobreexplotación minera, entre varios de los males que la aquejan. Males de “megaurbe”, repito, en un territorio con poca capacidad de sobrevivencia con recursos propios y donde se apiñan, en amplios territorios de la informalidad, casi seiscientas mil almas.

Pero estas dolencias, que casi podríamos afirmar las padecen todos los asentamientos humanos colombianas que se han organizado alrededor de los grandes centros urbanos, como ha sucedido en los últimos tiempos en el territorio de “Suacha”(para recoger la nominación con la que la identifican jóvenes que se están proponiendo la titánica tarea de re significar el territorio), serían insignificante o soportables sí a ello no se le agregan males y dolores que le han llegado desde fuera del territorio.

La escogencia del territorio por las mafias del narcotráfico para asesina al candidato presidencial Luis Carlos Galán, el experimento criminal que violenta a la humanidad denominado de manera eufemística como “falsos positivos”, la proliferación de bandas criminales que siembran el terror en los territorios de Soacha y las Localidades conurbadas de Bogotá, sumado a la indolencia de la dirigencia política, han hecho de Soacha un territorio con apariencia de tierra no sostenible.

Por estos días, como siempre ha sucedido, la autoridad nacional carcelaria, a “La Gata”, condenada a tres décadas de cárcel por delitos graves y que mueve el juego billonario del “Chance”, le ha asignado como lugar de residencia una clínica localizada en Soacha. No tardará, así se ha comportado la condenada Enilce López, en empezar la invasión del territorio con su propio ejército privado, impondrá su propia ley, asumirá, con “la combinación de todas las formas de lucha”, el control de los juegos de azar en la comarca y, seguramente, presenciaremos la romería de políticos solicitando el apoyo económico y electoral. Como pregunta el personaje de comedia: ¿Quién podrá defender a Soacha?

@ticopineda

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