Sancocho Humano

Por: Hernán Castellanos Ramírez.

El presidente Petro en su momento encarnó, como congresista, la lucha contra la corrupción; sus debates en el senado y en la cámara denunciando actos de corrupción en la administración pública fueron célebres determinando su camino hacia la dirección del Estado por el reconocimiento ganado ante la opinión pública por sus denuncias, pero además por la ayuda de los dirigentes tradicionales que con sus actuaciones le pavimentaron el camino a la presidencia.

Sin embargo, uno es el ejercicio de la función parlamentaria y otro, muy distinto, el desempeño de la labor ejecutiva donde lo principal no es hablar sino actuar, y ese actuar debe corresponder a las respuestas exigidas por la ciudadanía, las cuales tienen una fuerte carga de praxis y poco de ideología; la gente no espera la solución a los problemas mirando si es de izquierda o derecha; solo espera la solución y punto.

El ejercicio de gobernar requiere claridad en los conceptos, en las realizaciones y los resultados; algo de lo que adolece el gobierno de Gustavo Petro, nunca durante la campaña planteó el cambio de sistema político, así como tampoco esgrimió argumentos que condujeran a la convocatoria de una asamblea constituyente; hoy propone todo lo contrario, demostrando la falta de orientación en la propuesta o el engaño total a sus seguidores.

Era previsible que por su orientación política condujera al Estado colombiano en el camino de estudiar unas reformas que mejoraran las respuestas que este debe dar a los ciudadanos y presumiendo su espíritu demócrata se esperaba que dichas reformas fueran construidas desde el diálogo y la concertación, y no desde la imposición.

Siente uno que nos devolvimos al siglo XIX cuando cada Constitución era precedida por una guerra y el ganador imponía su visión del Estado por encima de todos, sin ninguna consideración diferente a su criterio personal; de igual forma está ocurriendo en la actualidad. Petro pretende convertir el Estado colombiano en un sistema estatizado, sin aparato productivo privado, con total injerencia del gobierno en todo y con su propio andamiaje propagandístico a través de RTVC.

Así mismo su pretensión mesiánica lo lleva a soltar ideas conforme al grado de exacerbación mental que tenga y conforme a ello puede pasar de la asamblea constituyente al poder constituyente o las asambleas populares; pasando por el gobierno con el pueblo y después cortar relaciones diplomáticas y suspender el comercio con Israel para solidarizarse con el pueblo Palestino, anunciar su asistencia a la cumbre de paz por Ucrania y ad portas de ingresar a la misma tomar la decisión de regresar a Colombia porque seguramente visualiza la posibilidad de contradecir el eje en que metió a los colombianos sin consultarnos.

De la misma forma puede autorizar el nombramiento y posesión de un funcionario y quince minutos después desautorizar su posesión porque evidencia su capacidad probada en otros gobiernos que lo antecedieron. A su vez, la ministra de Educación puede concertar la ley estatutaria del sector hasta conseguir unanimidad en su aprobación y después echarse para atrás hasta conseguir hundirla.

Es el gobierno del sí pero no, propone el cambio, pero nos retrocede en su estilo al siglo XIX y en sus propuestas nos pretende regresar a un modelo que ya no existe, sin darse cuenta que tiró por la borda la seguridad jurídica que requieren los inversionistas y frenó en seco la economía nacional en los escasos pero largos veintidós meses que lleva en el poder.

Un gobierno capaz de hundir su reforma estrella, como era la de salud, por la intransigencia e incapacidad de ceder y reconocer las bondades de lo que funciona y es susceptible de ser mejorado mas no cambiado; capaz de colocar en riesgo la reforma pensional, única que avanzó en el Congreso, solo por el prurito de mostrar su fuerza y sus mayorías.

El Pacto Histórico se compone de una coalición de partidos que tenía clara su aspiración de llegar a tomarse el poder, pero no sabía para qué; por tal motivo el gobierno se convirtió en un sancocho mal elaborado con una receta vieja y desarticulada, con un chef que, a cambio de dirigir y orientar una buena cocción del cambio que proponían, parece más un lunático alucinante que a cada paso que da, a cambio de moderar el fuego lo sube.

AL MARGEN. ¿Qué está pasando en el Ministerio de Trabajo? A la sindicalista la tienen en jaque los sindicatos y ella hace gala de toda su arbitrariedad.

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