Viernes Santo

En este segundo día del Triduo Pascual, la comunidad cristiana conmemora la Pasión, Crucifixión y Muerte de Jesús. Detengámonos en cada una de ellas contextualizando a la realidad de nuestra parroquia, de nuestra Diócesis, de nuestro municipio de Soacha, de nuestro amado país Colombia.

¿Qué nos enseñó Jesús acerca de la Pasión?

Nos enseñó muchas cosas, como siempre, la enseñanza del Maestro es inagotable; sin embargo, me voy a referir, a emociones tan humanas como es el dolor, el sufrimiento y la tristeza. El saber que uno de los suyos lo iba a traicionar, que otro lo iba a negar y los demás a abandonar fueron motivos claros de dolor, porque amaba a sus discípulos, pero Jesús manifestó lo que sentía no con tono de reclamo ni de juzgar, ni de echar culpas a otros.

Jesús vivió su Pasión asumiendo su proyecto de vida, el abandono a la voluntad del Padre y no le dio temor decir “mi alma está triste hasta el punto de morir” (Mt 26, 38), mostrando un rostro tan humano, tan hermoso. Hoy nosotros no podemos decir que estamos alegres por la situación que vivimos en el mundo, no solo el coronavirus, también la corrupción, la injusticia, el egoísmo, el abuso de autoridad, la indiferencia, la falsa religiosidad que resulta más nociva que el ateísmo, el desempleo, el acaparamiento y demás males que aquejan al ser humano hasta llevarlo a perder su identidad.

Este 2020 es un espacio muy valioso que el Dios de la Vida nos regaló a sus hijos para que entráramos en lo más profundo de nuestro ser y reflexionáramos acerca de la vida, de nuestra relación consigo mismo, con nuestras familias, con los demás y con el planeta entero. No es para lamentarnos con  desesperanza, echar culpas a otros, o algo más grave y anticristiano pensar que estas realidades son castigos, “regalitos” o pruebas de Dios, pues nuestro amado Padre no se deleita con el sufrimiento de sus hijos, ni es un dios cruel que castiga y se deleita como un masoquista. Más bien brinda la oportunidad para unir lazos en familia, ser solidarios, reconciliarnos consigo mismo y con los demás, incluyendo el planeta que hemos maltratado y destruido.

¿Qué nos enseñó Jesús acerca de la Crucifixión?

Con respecto a la Crucifixión, un momento de dolor, de soledad pero también de confianza, esperanza y amor. Jesús deshidratado, adolorido, a punto de morir siguió pronunciando palabras llenas de vida, y lo hizo precisamente como hombre; tal vez nos hemos acostumbrado a ver películas o a hacer representaciones teatrales de su Crucifixión que nos olvidamos que fue un hecho cierto, que su Sangre no es pintura roja, ni su corona de espinas un adorno. Hoy sigue crucificado en la indiferencia y desigualdad social, en minimizar su Misterio Pascual a un rito sin sentido y no hacerlo vida, a una prédica de doble moral o de intereses mezquinos que oprimen al pecador que sufre o que calla ante los corruptos que desangran las instituciones o el país; pero también al individuo que ha perdido su horizonte de vida. Dios no es un Dios que se deleite viendo crucificado a su pueblo, pues ya Jesús pagó por todos, tal como lo cantamos en el pregón pascual, el Sábado Santo en la Vigilia; de lo contrario, no tendría sentido su muerte.

En la cruz, Jesús perdonó al ladrón que se arrepintió, mostrándonos la misericordia infinita de Dios que siempre tiene los brazos abiertos para recibir a sus hijos que se arrepienten, confían en él y regresan a su seno.

¿Qué nos enseñó Jesús acerca de la Muerte?

Finalmente, la Muerte de Jesús nos enseñó a despojarnos de todo: él entregó su vida por una causa mayor, el perdón y la salvación de muchos, de quienes desean seguirlo en espíritu y verdad, en un proyecto de vida liberador, asumiendo las cualidades y defectos que se tienen, y a no sentirnos ni sabernos superiores, a reconocer como San Pablo que “cuando soy débil entonces soy fuerte” porque en la flaqueza del hombre surge la fortaleza de Dios. La muerte es un paso que lleva a la vida, hoy nos escandalizamos por las muertes que está generando esta pandemia del coronavirus, pero no nos escandalizamos por los miles de colombianos que murieron a causa de la violencia, o de las familias que mueren por falta de una oportunidad laboral o de los abortos desmedidos que se han practicado o del virus mortal de la desigualdad social y la corrupción. Pero, hay una luz de esperanza, porque Jesús nos enseñó que después de la muerte llega la RESURRECCIÓN y podamos decir en estos momentos de angustia y dolor “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” Lc. 23, 46.     

Germán Darío Cardozo Galeano

Magister en Dificultades del Aprendizaje – UCC

Teólogo – Universidad San Alfonso

Licenciado en Teología – Universidad San Alfonso 

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