La señal que los viajeros pueden usar para saber si están en Bogotá o Soacha: aunque se planean cambios drásticos
Hay límites que se marcan con peajes o el cambio del paisaje; sin embargo, entre Bogotá y Soacha esto no pasa, pero en términos de movilidad se empezarán a ver cambios notorios, que incluyen otra entrada con peaje.
Hay viajes que parecen no tener comienzo ni final. Basta tomar la autopista Sur en dirección al suroccidente para comprobarlo: una recta interminable de buses, motos y carros que se entremezclan entre vallas publicitarias, talleres, ventas de repuestos y restaurantes. De repente, casi sin advertirlo, el paisaje cambia, aunque nadie sabría decir con exactitud en qué punto.
No hay casetas, ni torniquetes, ni una línea que anuncie que se ha dejado atrás la capital del país. Solo un discreto aviso, casi escondido entre el ruido visual de la vía, da la pista: “Bienvenido a Soacha” en el puente de concreto de La Despensa. Un saludo tan sutil que muchos lo descubren demasiado tarde, cuando ya el letrero ha quedado atrás, fundido entre el cemento y los semáforos.

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Así de borrosa es la frontera entre la capital del país y el municipio más poblado de Cundinamarca. Una línea que no se percibe a simple vista, pero que todos cruzan a diario: los trabajadores que viajan a la ciudad, los estudiantes que madrugan para alcanzar clase en la capital, los comerciantes que van y vienen con sus productos. Y aunque la división administrativa existe, en la práctica la continuidad urbana ha convertido a ambos territorios en una sola gran conurbación.
Una vecindad marcada por la cotidianidad
La conexión entre los dos territorios va mucho más allá de la geografía. Soacha, con más de 800 mil habitantes según el censo de 2022, creció pegada a Bogotá y comparte con ella su ritmo, sus flujos y sus retos. No es casual que sea el municipio más poblado del departamento: su cercanía con la capital ha convertido sus comunas en una extensión natural del sur bogotano.
Esa dependencia se nota en la movilidad. Las largas filas de buses intermunicipales y las cuatro estaciones de TransMilenio (La Despensa, León XIII, Terreros y San Mateo) son testigos de un ir y venir constante, sobre todo por motivos laborales. Pocas veces una frontera ha sido tan simbólica: el límite se cruza tantas veces al día que la línea divisoria parece haber desaparecido.

Y es que a diferencia de otros municipios vecinos, donde la llegada a Bogotá se marca con peajes o cambios de paisaje, aquí no hay nada de eso. La continuidad del entorno hace que uno y otro territorio se confundan. Solo un detalle permite confirmarlo: el color de las placas de las direcciones.
Aunque años atrás, artistas del municipio hayan tomando la bandera para proponer murales en las viviendas que quedan en la entrada del municipio, eso solo quedó en propuestas y el puente peatonal es el único instrumento de arte que se ve.
La diferencia está en las casas de Soacha y Bogotá
Para quienes conocen la ciudad, este pequeño cambio lo dice todo. En Bogotá, las placas son verdes. En Soacha, vinotinto. Un contraste mínimo que funciona como señal de identidad. Pero llegar a ese punto no fue tan sencillo.
Según los registros del Concejo Municipal de Soacha, el color se adoptó oficialmente en 2012, cuando se aprobó el Acuerdo 35, que dio vida al proyecto de cambio de nomenclatura. La idea era unificar direcciones, corregir duplicidades y, sobre todo, marcar una diferencia clara frente a la capital.
La implementación comenzó en 2013, luego de que la Alcaldía contratara los estudios y diseños un año antes. El contrato, adjudicado a la Unión Temporal Nomenclatura Soacha, tuvo un costo cercano a los 2.500 millones de pesos y un plazo de ejecución de ocho meses.
El proceso no estuvo exento de tropiezos. Algunos vecinos manifestaron confusión con las nuevas direcciones y reclamaron por las placas que se desprendían de las fachadas. Incluso, según un informe de este medio (Periodismo Público), hubo quejas porque las láminas, por su material y color, resultaban muy llamativas para los recicladores y ladrones de objetos metálicos.
Pese a las dificultades, las placas vinotinto se convirtieron con el tiempo en el símbolo más visible y quizá el único de la frontera entre Bogotá y Soacha. Son, en la práctica, la única pista que confirma que se ha cruzado de un territorio a otro.
Un saludo discreto y una línea imaginaria
Más allá del color, no hay mucho más que marque el límite. La valla de “Bienvenido a Soacha” apenas se percibe entre tanto aviso comercial. Ningún cambio en la calzada ni en el entorno urbano anuncia que se ha dejado atrás la capital.
Por eso, para muchos, el tránsito entre los dos territorios es casi imperceptible. Se sale de Bogotá y se entra a Soacha sin mayor aviso, como si se tratara de un mismo corredor urbano que no entiende de límites administrativos.
Solo cuando se avanza más al sur el panorama empieza a transformarse. Los edificios dan paso a los cerros y el aire se vuelve más fresco. Allí, entre montañas, aparece uno de los lugares más emblemáticos de Cundinamarca: el Salto del Tequendama, una cascada de más de 130 metros que ha inspirado leyendas y postales por generaciones.

Llegar hasta allí, sin embargo, sí implica pasar por un peaje. Quien emprenda el camino hacia este destino turístico debe cruzar la caseta que separa el casco urbano de la parte rural, más exactamente el corregimiento 2 con El Charquito. Una señal clara de que, aunque entre Bogotá y Soacha no haya cobros, más adelante las carreteras sí exigen contribución.
Un futuro con nuevos peajes
En los próximos años se espera la instalación de un nuevo peaje sobre la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO Sur), una vía estratégica que conectará a Soacha y Sibaté con Bogotá y con varios municipios del occidente de la sabana.
La noticia despertó polémica. Algunos sectores políticos sugirieron que el cobro estaba relacionado con la Región Metropolitana, pero tanto el director de la Región, Luis Felipe Lota, como la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), desmintieron esa versión.
El proyecto, administrado por la ANI y ejecutado por el consorcio ALO SUR S.A.S., fue aprobado desde 2019, y como toda vía nacional puede contemplar la instalación de peajes, según lo determine el Ministerio de Transporte.
En este caso, la caseta estaría ubicada tras el cruce del río Bogotá, ya en jurisdicción del Distrito. Es decir, aunque el cobro afecte a quienes transiten entre ambos municipios, no responde a la figura de asociatividad regional, sino a un plan vial nacional.
El proyecto contempla a construcción 46 puentes y dos intersecciones a desnivel, la primera estará localizada en la conexión de la ALO con la Calle 13 en Fontibón y la segunda en la Avenida Indumil, en Soacha y el trazado será desde Chusacá (Sibaté) hasta la Calle 13 .
A su vez, habrá una alameda en la calzada oriental dentro del Distrito Capital de 9,5 Km de longitud, generando un espacio público de aproximadamente 153.000 m² con andenes, zonas verdes, plazoletas y ciclorruta de 4m de ancho, aportando a la movilidad sostenible.

Una frontera que se recorre a diario
Mientras tanto, la “frontera” entre Bogotá y Soacha sigue siendo la misma: una línea invisible, sin casetas ni barreras, recorrida por miles de personas todos los días y no solo en la vía Bogotá – Girardot como está desiganda, sino que también con las localidades de Bosa, Ciudad Bolívar y los municipios de Sibaté, Mosquera y Granada.
Una división que se percibe más en los trámites que en el paisaje, más en las direcciones que en los mapas. Porque entre la capital y su vecino del sur, las dinámicas sociales, económicas y urbanas hace tiempo borraron los límites.
Y aunque las placas vinotinto sean hoy el único recordatorio de haber cruzado la línea que separa ambos territorios, la movilidad entre estas zonas cambiará por completo con el paso de los años:
La extensión de las fases II y III de TransMilenio transformará los recorridos sobre la Autopista Sur, mientras que la fase IV del sistema traerá consigo una nueva conexión estratégica: un puente peatonal, vehicular y ciclorruta que unirá a Ciudad Verde con el trazado de esa troncal que irá por la avenida Ciudad de Cali y su conexión con las Américas. A futuro, también se prevé la llegada de la línea 3 del metro, que pasará por esta misma ciudadela, y la consolidación de nuevos enlaces, como el puente que se construye en La Estación de Bosa para conectar con Las Torres y ampliar la vía, una apuesta clave para reducir la dependencia con la vía nacional.

Foto: Archivo Periodismo Público