No más Juanmanueles

A la hora de redactar este artículo, cuando falta un día para las elecciones del 25 de mayo, hay verdades que ojalá decidan a la hora de votar.


Que el país es un desastre como un todo y para demasiada gente, no requiere de mayores demostraciones dada su evidencia, así se empeñe en ocultarlo el aparato propagandístico de la Casa de Nariño, tan dedicado como vive a falsificar la realidad recurriendo a todo tipo de verdades a medias y mentiras completas. Basta con mirar hacia el desempleo y la pobreza, la salud y la educación, la industria y el agro, la vivienda y los servicios públicos para concluir lo mal que está Colombia en cuanto a la cantidad de riqueza que se crea y a su distribución, como lo indican un producto per cápita de bajísimos 7.748 dólares anuales –Alemania, 42.597 (BM, 2012)– y una de las peores desigualdades sociales del mundo.

Y los males no ocurren porque el pueblo colombiano sea bruto y perezoso, como se oye desde la élite colombiana. No. Tienen causas verdaderas y causantes conocidos. En cuanto a las primeras, sobran las demostraciones del impacto en extremo dañino de la apertura, la privatización, el Consenso de Washington, el libre comercio, los TLC o como quiera llamárselos, que empeoraron lo que ya venía muy mal por las imposiciones del FMI y del Banco Mundial. Y sobre los nombres de los causantes, sobresalen César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, así como el partido liberal y el conservador, más sus desgajamientos por pleitos burocráticos –la U, Cambio y otros–, todos los cuales son básicamente iguales entre sí y han actuado amangualados en torno a lo fundamental desde hace décadas, así se presenten como diferentes para engañar al ciudadano.

Según ese concentrado de verdad que son los dichos de la sabiduría popular, que en este caso desnudan al timador que se presenta como diferente, digamos que son harina del mismo costal, hojas del mismo árbol, conejos del mismo cubilete o cucarachas del mismo calabazo. Y si Gaitán estuviera vivo diría, como lo afirmó poco antes de su muerte al definir a la cúpula liberal-conservadora, que son la misma perra con distinta guasca.

En la campaña presidencial, entonces, en verdad, no hay sino dos candidaturas. La de Clara López, que propone cambios democráticos y profundos a la vida del país, y las de los cuatro candidatos de derecha, con nombres y rostros diferentes pero tan iguales entre sí que cabe llamarlos juanmanueles, porque tienen como objetivo continuar con el mismo modelo económico, social y político que ha fracasado rotundamente en generar el progreso que necesita el país.

En la manipulación de presentarse como distintos y de obligar a que el debate político se polarice en torno a ellos, mención aparte merecen las candidaturas de Santos y Zuluaga, quienes son tan idénticos entre sí que compartieron a Álvaro Uribe como su señor, hicieron parte del mismo consejo de ministros, ejecutaron igual programa de gobierno, se rodearon de la misma clase política, repartieron idéntica mermelada, eligieron Presidente hace cuatro años y hasta han compartido a su hacker y a J. J. Rendón y se intercambian acusaciones iguales de descalificatorias, dada su gravedad.

Pero a la hora de engatusar, de presentarse como lo que no es, triunfa el Presidente-candidato, quien ha logrado reclutar para su cauda a ciudadanos genuinamente confundidos y dotar de mamparas a dirigentes políticos que decidieron cambiar de bando y terminaron ofreciéndole a Santos el servicio de ayudarle a mejorar su capacidad de engaño, con lo que terminó por tener algún éxito la política muy santista de crear nuevos garzones.

En la pantomima de presentar sus peleas entre compadres como controversias de fondo, la fórmula principal consiste en satanizar hasta tal punto al otro candidato que el elector se confunda y termine votando por el “menos malo”, cuando en realidad lo ponen a escoger entre el peor y el más malo, de manera que siempre ganen las mismas políticas y los mismos combos foráneos y nativos que se enriquecen a reventar en medio de la desgracia nacional. Es un viejo truco de la politiquería nacional que solo la candidatura de Clara López puede derrotar.

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