Recordando la Soacha de ayer
Para quienes tuvimos el privilegio de nacer en Soacha o conocerla hace mas de cuarenta años, fácilmente podremos ir a las remembranzas de nuestro recuerdo memorístico para aludir a la época de los años setenta. Por ello, para quienes desean hacer memoria historia, algunas perlas de época:
El primer bus que salía de Soacha a Paloquemao (era la única ruta por ese entonces) salía de lunes a Viernes a las 2:30 a.m. A mis siete u ocho años de edad mi abuela que vivía en la Veredita me levantaba a la 1:30 a.m. (Cuando me encontraba en vacaciones escolares) para acudir al encuentro del bus frente a la iglesia de San Bernardino (Parque principal de Soacha), luego del “trotecito” del barrio al parque nos encontrábamos allí prácticamente saludando a todos los pasajeros, pues era obvio que se conocían unos con los otros, además el bus era el 112 de la flota Tequendama que junto con la empresa Auto vías del sur eran las pioneras del transporte en Soacha.
Su conductor y propietario era Joselito a quien le llamaban cariñosamente Tabanaca, cuenta la historia que Tabanaca cargaba medio petaco de cerveza Andina (la popular de la época) para cuando tuviera sed, simplemente destapaba una botella y brindaba a los pasajeros, pero era él quien la bebía. Transportarse en esa época tenía “otros valores agregados”: Más de un pasajero fumaba dentro del bus, cosa muy normal en ese entonces, existía cobro personalizado, es decir había “ayudante de bus quien con sus “ generosos gritos: «Bogotá-Paloquemao” incitaba a las personas a abordar el bus, había servicio de “encomiendas” pues los bultos, las cajas que contenían garullas y almojábanas y hasta las gallinas hacían parte del itinerario viaje.
Ahora hablemos del comercio: la representación mayúscula de Soacha, era sin duda los kioscos de almojábanas, que por ese entonces se conformaban por casetas de “postobón” las cuales eran atendidas por sus propietarios, casi todas mujeres, pero que se servían de un “auxiliar” quien con su canasto en una mano y su pinza en la otra, abordaban al automotor que pretendía estacionar frente a las casetas, a quienes les ofrecían las ricuras calienticas de almojábana y garullas, había la famosa prueba de “panuchas” (arequipes en forma de monedas) y por supuesto era un servicio de atención directa a su vehículo, lo que originaba la “guerras del centavo” entre los auxiliares, generando conflictos que incluso a veces pasaban a mayores. Cuando el alcalde de turno decidió cambiarles las casetas de postobón, por locales más sólidos que son los que conocemos actualmente, uno de los compromisos fue terminar con esa “guerra de auxiliares”, por eso, ya hoy por hoy no los vemos.
Pero el comercio seguía girando alrededor del parque, la séptima o la trece, se encontraba en esas avenidas, por ejemplo: Su almacén, el Mari luz, El Leonor, La cafetería Central, La cosmos, La Hilton, La Nutibara, el granero de don Alejandro Mayorga, y el Teresa, de los cuales el único sobreviviente son: El almacén Teresa y la cafetería Nutibara que quedan en la séptima entre calles trece y quince, a las cuales me referiré en otra columna. Las droguerías de la época eran: La San José y la siglo XX, ambas ya no existen pues fueron “absorbidas” por empresas farmacéuticas que están por doquier en nuestro municipio.
Bien, quedan muchas cosas entre el tintero las cuales aspiro referirme a futuro, lo importante aquí, era traer a colación aquellos sitios que han servido para saciar nuestro gusto gastronómico o suplir nuestras necesidades básicas de la época, desde luego abriremos un capítulo especial para los grandes “Piqueteaderos” que eran la envidia de los municipios vecinos pues Soacha atendía a los comensales de Bogotá principalmente. Porque Soacha fue y sigue siendo un vividero agradable y lleno de expectativas seguiremos con nuestras historias de este suelo de gentes echadas pa’ adelante.
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