El calvario de miles de soachunos para desplazarse a sus trabajos y regresar a casa

El paro termina perjudicando a los más pobres, a quienes ahora gastan más dinero en transporte y mayor tiempo de desplazamiento. Habitantes de a pie que pagan hasta 6 pasajes diarios, aguantan trancones y sienten la angustia de llegar tarde.

Tras la destrucción de las estaciones de Transmilenio y los bloqueos constantes en la calle 22, los ciudadanos de a pie decidieron hablar y sentar su voz de protesta por las consecuencias de las manifestaciones, y pidieron al Gobierno y al Comité de paro que dialoguen para que cesen las protestas.

Andrea Ardila es madre de dos jóvenes, una mujer de 17 años y un hombre de 20, todos residentes en el sector de Hogares Soacha. Ella es guarda de seguridad en una empresa de la calle 182 con carrera 16 de Bogotá, y quiso contar su odisea diaria desde que comenzó el paro el pasado 28 de abril.

“Siempre me ha tocado pagar dos pasajes de ida y dos de regreso. Cojo un carro hasta San Mateo y luego Transmilenio, pero desde que dañaron las estaciones ahora son tres transportes para llegar y ha habido días que me ha tocado caminar desde San Mateo al portal de Sur”, dice doña Andrea, quien además asegura que en la noche la situación es similar por los bloqueos constantes de la calle 22.

Este viacrucis diario lo deben soportar miles de soachunos que son usuarios de Transmilenio y que ahora intentan moverse en otros medios de transporte. “Los primeros días me tocó caminar desde Terreros al portal Sur porque ningún colectivo me recogía, pasaban llenos. Ahora tenemos la esperanza de esos buses alimentadores que mandaron, porque la situación es muy complicada para nosotros los pobres”, replicó Adán Cortez, padre de familia y residente en Terragrande.

Lo que dicen las personas es que todo es culpa de los desmanes y actos vandálicos, especialmente los ataques a las estaciones de Transmilenio. “Yo apoyo las marchas y hay que protestar, pero no así. Mire como dejaron las estaciones, y finalmente los perjudicados somos nosotros, los empleados y obreros que, si no trabajamos, no comemos”, sostuvo Constanza Leguizamón, empleada de una fábrica de textiles de Bogotá y residente en Ciudad Verde.

Pero el problema no es solo de ida. Lo que aseguran muchos es que el regreso también se les ha vuelto un calvario porque muchas veces les ha tocado bajarse frente al centro comercial Mercurio y caminar hasta sus viviendas, debido a los constantes bloqueos en la calle 22. “Creo que ya está bien, uno entiende a los muchachos que hay que protestar por un mejor país, pero no perjudicando al mismo pueblo. Aquí los que estamos pagando las consecuencias somos los pobres, creo que es cuestión de conciencia”, puntualizó María Camila González, madre soltera residente en Compartir y que todos los días debe salir a trabajar hasta el Centro internacional de Bogotá como mesera.

Todos coincidieron en que la protesta pacífica es sana, que apoyan el paro y que celebran la caída de la reforma tributaria, pero rechazaron el vandalismo y los bloqueos porque, al fin y al cabo, dicen, “las consecuencias las paga el mismo pueblo”.

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