En Apulo vive el hombre más longevo de Cundinamarca

Pastor Ramírez es un campesino nacido el 31 de diciembre de 1905 en Villapinzón Cundinamarca, mide 1,60 mts y hace mes y medio cumplió 111 años de vida. Ahora reside en una vereda apartada del municipio de Apulo, en medio de gallinas, un perro y un gato.


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Don Pastor es un cundinamarqués «ensombrerao», de mirada tranquila y vida descomplicada. A pesar de haber alcanzado esa edad el pasado 31 de diciembre, todavía se da el lujo de caminar con la columna recta, desplazarse con facilidad, cuidar a sus animales (gallinas, perro y gato), tender su cama y cocinar con leña, todo, sin usar anteojos.

“Fuimos a visitar a don Pastor, a llevarle saludes del Gobernador Rey y a saber en qué le podía ayudar este gobierno del Nuevo Liderazgo. Encontramos a un hombre de 111 años de edad, oriundo de Villapinzón, que narra con lucidez cualquier historia de su vida y del departamento. Habla sin titubear y con una fluidez absoluta. Dice que no le duele nada y que se siente bien. Por eso, a través de la meta transversal del PDD deniminada Felicidad, este despacho le va a mejorar sus condiciones de habitabilidad, acondicionándole su vivienda con el mobiliario que él requiere”, narra Juan Carlos Barragán, secretario de Desarrollo e Inclusión Social (e) de Cundinamarca.

Aunque, de acuerdo con la ciencia, los genes son determinantes en la longevidad, también hay factores específicos como el estilo de vida y las condiciones ambientales, que coadyuvan a que un ser humano sea supercentenario. Y de eso puede dar fe este cundinamarqués que disfruta de un aire libre de contaminación, realiza largas caminatas y tiene una alimentación sana. Lo anterior, sumado a la ausencia del estrés en su vida, parece ser el secreto de su “eterna juventud”.

“Comer y dormir bien y no tener problemas con nadie…, ni con la suegra”, responde con gracia don Pastor cuando se le pregunta por la fórmula; un hombre que, además de viudo, no tuvo hijos. Y es que ese sentido del humor, a veces sarcástico, le ha llevado a encontrar buenos vecinos que lo visitan y le llevan alimentos saludables para que él prepare. Al parecer, el solo hecho de sentirse acompañado, le fortalece su sistema inmunológico.

“Lo que pido es que me entierren dignamente, cuando me muera”, respondió el supercentenario hombre al preguntarle sobre lo que espera de la administración departamental.

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