M-19 y la paz por Barranquilla
A propósito de la celebración del Bicentenario de Barranquilla, hoy 7 de abril, me atropellan los recuerdos que, irremediablemente, amarran el alma y el corazón a esa tierra de la esquina de la geografía en la que el Río Magdalena, con ímpetu, se explaya mar adentro, en las aguas salobres del Caribe
Esquinas, olores, sabores, pregones, fastos vernáculos (religiosos y paganos), colores, flores, canciones, nombres, calles, canícula, lluvias, arroyos, noches, brisas de diciembres, mujeres, hombres, deportistas, locutores, escritores, periodistas, reinas, científicos, equipos, juegos, barrios, parques, plazas, iglesias y, la maravilla que no tiene ninguna tierra en el planeta, la luna. Esa es la bella Barranquilla.
Estando en las recordaciones encaramado a dos mil seiscientos metros más cerca de la estrellas, trinando nostalgias, en este abril grato en recuerdos para quienes amarramos nuestros afectos de militancia febril en la única “banda de rock armada que ha parido la humanidad”, el M-19, los pensamientos se instalaron en las anécdotas del realismo mágico que, sin duda, trasciende los escritos de los magos de la letra escrita que se emborrachaban en La Cueva y que inmortalizaron el quehacer cotidiano de la tierra de las exuberancias y único lugar donde es posible que, sin trucos de ilusionistas, una mujer ascienda viva a los cielos, sin ser virgen ni llamarse María.
Por allá, en 1984, cuando el presidente Belisario desató el vuelo del pájaro de la paz, me encontraba laborando, muy en la madrugada, en la empresa cervecera de Águila cuando recibí una llamada que me llenó de sobresalto. Al otro lado de la línea, con atropellado tono, Alfonso Jacquin, quién había abandonado la Cátedra de Derecho Constitucional en la Universidad Libre por los estropicios de la artillería en el M-19, me decía que se había “despelotado” en la retirada de la toma del municipio de Yumbo y que necesitaba ropa y plata. El punto de encuentro, el hotel La Luna, ubicado en un costado de una glorieta en la ciudad de Cali.
Hablamos durante toda la noche. Al despedirme me pidió un favor: “hermano haga los contacto con la gente del M-19 para que la paz entre por Barranquilla, La Puerta de Oro de la Paz”, me dijo. Regresé a Barranquilla y, sin tregua, inicie la búsqueda de contactos de nombres y referencias. Oiga hermano, les decía, Aldo (remoquete de guerra de Jacquín), dice que Fayad, Almarales e Ivan Ospina están hablando en España con Belisario para inaugurar los diálogos de paz y que a él le parece que es por Barranquilla por donde debe entrar la paz a Colombia.
Días después, el M-19 “retuvo” a Ivan RomeroMendoza y lo liberaron con un mensaje dirigido al recién posesionado gobernador Fuad Char. La respuesta del gobernador Char: “mañana, a primera hora, espero a los del M-19 en mi despacho”. La conmoción fue inevitable. Se especuló, entonces, sobre la realidad de la noticia por cuanto que no era usual la presencia de grupos armados en Barranquilla. Una bandera izada en la madrugada en algún solar de barriada pobre o un panfleto abandonado en la puerta de El Heraldo, a lo más, era la acción beligerante que se acostumbraba en la ciudad. “Guerrilleros de cafetería”, decían los organismos de seguridad.
Me correspondió entonces, no por militante sino porque no hubo quién lo hiciera, concurrir a la cita con el gobernador Char. Disfrazado (pelo teñido y gafas) me instalé en el despacho del gobernador. Se asomó a la puerta y aproveché para decirle: “gobernador, soy Federico Pinillos, comandante del M-19”. El gobernador, con mirada compasiva, casi que con lástima, exclamó: “Mierda Tico, ¡estas borracho!”. Las cámaras dispararon sus flashes. Disfrazada, como en carnaval, ingresó la paz por Barranquilla.
@ticopineda
Siga a Periodismo Público en Google News. Suscríbase a nuestro canal de Whatsapp