Manifiesto de Indignación

INDIGNADO por este mar de porquería que se volvió Soacha, pues además por donde se camine, en cualquier lugar con el menor descuido se pisa estiércol, ya no queda más alternativa a los ciudadanos de bien que continuar la inmigración que comenzó cuando inició la elección popular de alcaldes con las que se empezó la repartija del presupuesto municipal y la hegemonía de la corrupción, pero sobre todo cuando comenzó el caos. Hoy, cualquier calle, esquina o rincón es un baño público de pordioseros, indigentes, desplazados y maleantes, que al amparo de la oscuridad y el abandono de la ley, aprovechan para hacer de las suyas.


Nunca antes había experimentado tanta indignación, tanta desazón, tanta impotencia, tanta incertidumbre, tanto pesimismo, tanta frustración, tanta rabia, tanta desesperanza, tanta incredulidad, tanto escepticismo con respecto a la clase dirigente local.

INDIGNADO por el descomunal desorden y caos vehicular que se agrava con el correr de los días y el cinismo del alcalde se Soacha Juan Carlos Nemocón Mojica; INDIGNADO frente a un mandatario que se obstina en su reiterada aparición en los medios de comunicación como actor de tercera categoría venido a menos, tratando de cuidar una imagen que no solo se envejece con el paso de los días, sino que se desdibuja con la pérdida de credibilidad y confianza hasta de su propios electores, por su falta de autoridad y gobierno; por el paulatino control que sobre el espacio público vienen ejerciendo oscuros intereses sin que el secretario de gobierno Oscar Giovanni Ramírez haya sido capaz de cumplir el compromiso de recuperarlo para el disfrute de los ciudadanos cuando tomó posesión de su cargo.

INDIGNADO por el desaseo en el que amanecen y permanecen nuestras intransitables y destrozadas calles, por las diarias denuncias que los medios publican sobre la forma en que campea la delincuencia común y organizada en nuestro municipio, en complicidad con no pocos elementos corruptos pertenecientes a la institución. INDIGNADO en mi dignidad más profunda, al saber que luego de más de diez años de trámites y gestiones, más oscuras que claras, recibiremos un sistema de transporte no solo insuficiente sino además indigno.

INDIGNADO porque no obstante el olvido, la postración, la indigencia, el abandono, el desinterés, o mejor, el interés personal de la clase política por su interés económico, que han privilegiado sobre el triste y trágico destino de los habitantes raizales e hijos adoptivos del municipio, empiezan nuevamente a llegar como buitres sobre la carroña abandonada por depredadores de otras farsas, como lo han acostumbrado a hacer durante años los políticos de todas las prosapias y de la peor laya, de los orígenes más diversos, de sangre, de apellido, de origen oscuro, para prometer la dignificación de quienes ellos mismos se han encargado de mantener en la miseria, en la indigencia, en la exclusión de la riqueza y el progreso a los que los llevan al poder; pero más INDIGNADO ante la absurda e inexplicable actitud de conformismo de grandes sectores de la población, que a pesar de padecer las privaciones que sufren, posan alegremente al lado de sus gobernantes para después ser víctimas del ostracismo y la indiferencia administrativa, pero sobre todo INDIGNADO cuando después van y votan, sin saber siquiera por qué votan ni para qué votan, asistiendo ritualmente como ganado al matadero, en el que se complacen los traidores de los intereses populares en una sórdida celebración de sus pírricos éxitos sobre los ingenuos.

INDIGNADO de ver que el omnímodo poder central en la más clara demostración de arrogancia, pasó por encima de los poderes locales para favorecer los intereses de los grandes propietarios de tierras y proyectos para construir viviendas sin servicios de educación, salud y recreación, INDIGNADO por la actitud indolente de los administradores y autoridades del medio ambiente, que ven ante sus ojos cómo se destruyen sin el menor rubor ni responsabilidad nuestro frágil y ya deteriorado ecosistema, extrayendo materiales que les dejan grandes beneficios a los propietarios de las minas, y miseria, pobreza y enfermedades a los trabajadores, INDIGNADO de ver que un eterno aspirante a la cámara, oriundo de Soacha, dijo que en Soacha se halló ‘la balsa muisca’, como si al menos el idioma no mereciera la más mínima consideración y respeto.

INDIGANDO de ver y saber que quienes deben ejercer el control sobre nuestros gobernantes, no solo no cumplen su función, sino que además se enriquecen a la sombra de la ingenuidad e ignorancia de los electores. INDIGNADO de ver una prensa nacional, que antes que reivindicar su independencia y derecho a la libertad de expresión y responsabilidad que le compete frente al poder sobre los actos de gobierno, se subordinan al poder político para hacerle creer a los ciudadanos que todo marcha bien.

INDIGNADO ante la ausencia de asombro de la mayoría de nuestros ciudadanos, sobre cuya indiferencia y pasividad reina la ineficiencia administrativa, la permisividad de los órganos de control, el “deportivismo” de los concejales de la coalición de gobierno, que se ceban con las cuotas burocráticas con las que le retribuyen los favores a sus electores por los votos recibidos para poder ser elegidos.

INDIGNADO ante las continuas justificaciones tecnocráticas del gobernante de turno, amante de las cifras, las gráficas, los estudios, los proyectos, las gestiones, los viajes, las figuraciones en los medios, cuando no con el presidente entonces con el gobernador, de los aplazamientos a las promesas hechas a los electores, de la responsabilidad que tiene ante los ciudadanos que pagan pero que también evaden sus responsabilidades fiscales.

INDIGNADO por el maltrato, o mejor, por el trato indigno que reciben los estoicos, conformes y resignados usuarios del transporte, que por miedo a perder su trabajo antes que su dignidad, se hacinan en la estreches de los deteriorados y peligrosos vehículos que diariamente utilizan para su servicio, sometidos al arbitrio y al abuso de conductores sin escrúpulos, sin educación y sin cultura, sin consideración alguna, cuando no de los delincuentes entonces de los abusadores que aprovechan la promiscuidad que generan y favorecen las aglomeraciones al interior de los mal llamados colectivos, que no cumplen las rutas, cobran tarifas según la demanda de pasajeros y solo transportan mujeres, preferiblemente con falda.

Ya no hay lugar seguro, ni siquiera los espacios de nuestros barrios o incluso los de nuestros propios hogares. Las alarmas interrumpen de manera reiterada el descanso de los habitantes, advirtiendo o avisando que los delincuentes atracan, asaltan, hurtan, extorsionan, chantajean o asesinan.

angelhumbertotarquino@yahoo.es

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