Me quiere, no me quiere, me quiere…

Hace pocos días leí que algunas personas están tan confundidas que no entienden el real sentido de algunas redes, como son el caso de Twitter y Facebook, piensan que escribiendo en Twitter son los ideólogos de la trasformación e intelectuales, mientras que en Facebook piensan que tienen centenares de amigos.


No pueden estar más equivocados. Twitter no es más que una red de contenidos donde se ponen a consideración pensamientos o propuestas y en pocos momentos pasan a un segundo plano; ahora bien, Facebook es una plataforma para construir imaginarios de discusión donde la verdad la termina teniendo el último que se desconecte.

Algunos adictos a las redes confunden la posibilidad de comunicar con convertirse en comunicadores. Se pierden en el camino de la oscuridad pensando que sus 140 caracteres transformaran la sociedad o se atreven a pensar que defendiendo una causa se convertirán en la causa misma, como dicen por ahí: son más papistas que el papa.

Muchas personas se emocionaron con el trabajo de las redes sociales desde el triunfo que tuvo Obama en EE.UU, en sus dos campañas; pero pocos han sido los que realmente han logrado entender que el trasfondo de la estrategia de comunicación digital no está en la confrontación, agresión, violencia o discusión desgastante y que el triunfo se ve reflejado en la presentación de las políticas, las ventajas y los alcances de lo que se esté defendiendo.

A lo anterior es importante agregarle que las personas especializadas en este tipo de trabajos, además del conocimiento sobre la plataforma y la comunicación, son personas cuya formación académica les permite entender las dinámicas sociales y culturales; alcanzando con esto un nivel muy alto, que le permite mantener una conversación cordial sin la penosa obligación del insulto o la agresión.

Entonces teniendo en cuenta esto, muchos de los que usamos estos medios no somos más que conspiradores que pretendemos arrancarle a la vida una sonrisa, intentando condensar en 140 caracteres la idea que nuestro corazón nos arroja, y quizá, en algunos casos, nos arroja al mismo abismo.

Otros, por el contrario, con intentos fallidos de supuesta inteligencia lo que logran es exponer la carencia rotunda de procesos cognitivos llegando a límites fallidos de cuestionamientos ruines sobre acciones que en algunos casos violentan los derechos de las personas, evidenciando su falencia. Y entonces es donde se cuestiona, no la estupidez, sino hacerle publicidad a ella.

Las redes sociales son amigas, si las personas que las tratan se esfuerzan en guardar para la tranquilidad de sus hogares los actos irracionales y se permiten pensar antes de escribir.

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